La mujer más poderosa del mundo comienza a despedirse y no son pocos los analistas que aseguran que Europa resentirá su partida. Todos, incluso, sus detractores lo lamentan.
Hace pocos días, en conversación con la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, la canciller alemán Angela Merkel respondió una pregunta que por años había enfrentado con evasivas.“Ahora puedo decir que soy feminista y creo que todas deberíamos serlo. El feminismo consiste en decir que los hombres y las mujeres son iguales, en su participación en la sociedad, a lo largo de la vida; está vinculado a un movimiento de lucha para introducir la igualdad de género en la agenda social”, dijo. La definición llega a días del comienzo del fin de su mandato y no es antojadiza. Nada en la vida de la Licienciada en Física de la Universidad de Liepzig lo es.
Hija de un pastor luterano y una profesora, Angela Dorothea Kasner nació en Hamburgo en 1954 y desde muy joven fue blanco del machismo. Cuestionada por no tener hijos y mantener el apellido de su primer marido. Tras su segundo matrimonio con el químico Joachim Sauer, recibió el apodo de “la niña” de boca del canciller de la reunificación alemana Helmut Kohl, quien en 1991 la nombró Ministra de la Mujer y la Juventud.
Ocho años más, la mujer que en 2020 fue elegida por la revista Forbes como la más líder más poderosa del mundo, hizo lo que los místicos definen como “matar al maestro”. Cuando Kohl comenzaba su debacle por el financiamiento ilegal de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Angela Merkel llamó a “emanciparse del patriarca” a través de una polémica columna en el diario “Frankfurter Allgemeine Zeitung”.
Al inicio del siglo XXI, se convirtió en la primera mujer en ser electa al mando de la CDU, con el 95 por ciento de apoyo. En 2005, asumió como canciller en 2005, y su primer periodo se caracterizó por continuar con las reformas emprendidas por su antecesor Gerhard Schroeder, a pesar de la oposición de algunos sectores sociales y el rechazo de sus socios de coalición. Pero, en política exterior comenzó a brillar con colores propios, tras normalizar las relaciones con EE UU, y ejercer la presidencia de la Unión Europea justo cuando se cumplían cincuenta años del Tratado de Roma que dio origen a la eurozona.
Uno de los hitos de su 16 años de gobierno ocurrió en 2008, cuando en una visita a Israel rindió un tributo a las víctimas del nazismo en el Congreso. “El Holocausto llena al pueblo alemán de vergüenza”, dijo, en su intervención que coincidió con el sexagésimo aniversario de la creación de Israel.
Según el sociólogo de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich, Ulrich Beck, la canciller es una perfecta discípula de Maquiavelo y de ahí el nacimiento del concepto “Merkiavélico” que muchos medios han utilizado para referirse a la forma en que logró avanzar hacia sus objetivos. Algunos fueron más allá y durante la crisis económica del 2008, su rostro apareció en varias caricaturas con el clásico bigote hitleriano mientras que en países como España, Italia y Grecia, algunas autoridades se refirieron a su administración como el “Cuarto Reich”. Todo, en oposición a su llamado a la austeridad y los términos del rescate financiero que encabezó.
Pese a su imagen de mujer dura, a ratos implacable, fue la líder que mostró más corazón el 2015, cuando las costas europeas se llenaron de miles de refugiados que huían de los conflictos bélicos en medio oriente. Su decisión de abrir las puertas de Alemania a quienes buscaban nuevos horizontes le costó cara entre sus partidarios y enemigos; pero fiel a su convicciones no cedió a las presiones y soportó estoica las consecuencias.
Sus luces superan ampliamente las sombras y si hay algo que todos le reconocen es su estatura moral, la que hoy le permite abandonar el cargo por voluntad propia y sin grandes cuestionamientos. Para el célebre escritor español Fernando Aramburu, Angela Merkel “es la madre de Alemania y va a dejar un gran vacío, no solo en su país, sino que en todo el mundo, ya que es considerada como la última gran estadista dentro de una generación de gobernantes mediocres”.
Claudia Paz González
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