Elena Pantoja, su autora, cuenta que si bien el texto era para niños, jóvenes y adultos se han interesado en él. Ser ciudadano no es una obligación cree ella, pero tienen que estar todas las herramientas de información para serlo.
“Qué fome”. Eso pensó la periodista y escritora Elena Pantoja cuando La Bonita Ediciones le propuso escribir un libro sobre Educación Cívica para la colección Ciudadano Consciente.
“Mis recuerdos del colegio eran que Educación Cívica era memorizar leyes, escribirlas y que no te faltara una coma, era muy mecánica y era una lata finalmente. Era algo que uno no quería aprender. Y además que en nuestra generación no tuvimos Congreso”, cuenta.
En una semana y media Elena cumplirá 46 años y cuenta que hasta el plebiscito del 88 nunca había visto una elección. “Ahora los niños van, acompañan al papá, le pasan el voto para que lo echen en la urna, pero a nosotros nunca nos tocó eso. Entonces nosotros tenemos un montón de vacíos y la Educación Cívica que había en el colegio tenía un montón de reparos (…) Además estudié en el Liceo 1, entonces era imposible aprender algo más porque la historia llegaba hasta el 73”, cuenta.
El libro cuenta con unas ilustraciones hermosas de Mathias Sielfed, a quien, curiosamente, Elena, no conoce. “Él vive en Madrid, y cuando yo le mandaba un texto, él mandaba una propuesta. Y nosotras, con Gaby, que es la directora de la Bonita (Ediciones) la amábamos. Lo hizo entretenido, cercano, precioso. Y alcanzamos a poner la última página del “Chile Despertó” cuando ya estaba terminado el libro y encontramos que había que explicar el 18 de octubre porque, estés de acuerdo o no, sucede, está pasando. Va a haber una nueva Constitución. Te guste o no”, cuenta.
Aunque él no estuvo en Chile, en esa página colocó perritos, al hombre araña y a la tía Pikachú.
-¿Y cómo fue que te entusiasmaste con el proyecto? Porque primero te dio lata, pero después dijiste “no, puedo hacer algo distinto”.
-Por lo mismo, por mi actitud. Dije ‘pucha, qué lata que cuando uno era chica quería votar. Cuando llegó el 88, yo sufrí porque tenía 12 años. Yo lo único que quería era votar y qué lata que todo esto tenga que ser forzoso en vez de voluntario, porque es una dimensión de cada persona ser ciudadano. Entonces fue como pensar ‘démoslo vuelta’. Es súper importante que la gente participe, que se sienta parte finalmente porque también es cosa de pensar que la política es mala y que está corrompida; pero nosotros tenemos un lado político, un lado ciudadano finalmente. Vivimos en comunidad y tenemos que ser parte de ella y por eso también la idea del libro era reencantarse con la ciudadanía, entender que uno es parte, quiera o no de esta sociedad y que tiene derechos y deberes y que tiene una posición también; una opinión.
-Y los jóvenes y padres de los niños lo tomaron también como propio el libro.
-Sí, los amigos de los niños lo encuentran más entretenido. Estos manuales de Educación Cívica que tenía uno o que dan en el colegio son bien ladrillo y poco amables para un tema que deberíamos ser amable. Uno desde los 18 puede ser ciudadano, o cuando te nacionalizas, pero a los 18 uno no aprende todas las cosas que debería automáticamente, uno se va formando (…) Uno se tiene que preparar desde chico. La pandemia también ha dejado muchas cosas para aprender. Ser un buen ciudadano ahora significaba andar con mascarilla, cumplir el toque de queda o la cuarentena si estabas enfermo porque tu decisión afecta a los demás, entonces todos aprendimos un poco de eso finalmente. Si yo me enfermo, se enferma al resto. Empezar a recordar el rol de cada uno. Yo creo que, aunque uno no sea activo políticamente o no tenga una causa; siempre participa, el voto importa; informarse es importante; cumplir las normas importa. Y también lo que hablamos en el libro es que las leyes no son perfectas, van evolucionando. Por ejemplo, el voto femenino. Se supone que las protestas son malas, pero si las mujeres no hubiesen protestado, nosotras todavía no hubiésemos votado o todavía no pudiésemos podido estudiar.
-Hay ciertos quiebres que la ciudadanía tiene derecho a producir.
-Claro, en el libro por eso menciono todas las Constituciones y todas las reformas que se han hecho a las Constituciones, porque ahora con la constituyente salió el tema de que la Constitución no se puede cambiar, pero sí se puede cambiar porque se ha cambiado muchas veces.
-De todos los procesos cívicos que a veces pueden resultar complejos, cuál dirías tú que como sociedad chilena es el que peor entendemos, después de haber lanzado el libro y haberlo visto circular un año.
-De todos los procesos, yo creo que son dos. Uno es la capacidad de informarse. Yo creo que estamos en una época en que internet ha sido súper valioso para informarse, pero también es una herramienta que desinforma muy rápidamente. Entonces, claro, necesitamos una capacidad para discernir y para buscar más allá y que no te quedes con la primera cosa que te cuentan. Y lo otro es la satanización de la política, porque hoy todos los partidos políticos dicen “yo no soy político”. Y es como ‘oye, pero si tú estás militando en un partido político, eres diputado, y dice que eres político’. O cuando dicen “están politizando la conversación en el congreso”, ¡pero sí eso es!, ¡Para eso te eligieron! y ese es el sistema que tenemos. Obvio que te estamos politizando. No es una mala palabra, pero hasta los mismos participantes dicen “yo no soy político”. Y todos tenemos una dimensión política.
-Y cómo ves a la generación más joven. Yo tengo la grata sensación de que la generación de los 20 a los 29 ya no tienen lo que tuvimos la generación que no quería nada de nada. Hoy sí tenemos muchos jóvenes que sí querían involucrarse.
-Nuestra generación está marcada por el golpe de Estado y se sataniza la conversación y los políticos son malos, un golpe de Estado nos llevó a una política horrenda y tampoco vimos un proceso: para nosotros no fue natural elegir un alcalde o un concejal o un diputado. Nunca hubo una campaña. Yo me acuerdo que, como a los 10 años, viajé a Argentina y estaban en campaña. Y yo pregunté qué son los carteles. Qué pena. Preguntaba por qué hay personas en la calle.
_ Yo me acuerdo cuando levanté el estado de sitio en los 80 y me acuerdo que le pregunte a mi mamá ‘¿pero cómo no todos los países no tienen estado de sitio ni toque de queda?
-Qué pena. Es muy triste
-Pero a los jóvenes sí los ves más involucrados.
-Sí. porque para ellos es más natural. Que uno niño acompañe a su papá a emitir el voto es naturalizar un hecho que nosotros no tuvimos. Mi papá no me llevó el 88 porque tenía miedo de que los milicos se pusieran a disparar. Yo quería ir y me dijo “no”. Ahora es súper natural, es natural tener otras posturas. Antes nadie decía que era contrario a Pinochet. No se podía. Era muy peligroso. En los 90 también la gente andaba pisando huevos. Pero para la gente que hoy tiene 20 o 30 es natural y se ríen del tío de derecha, del tipo de izquierda, del tío comunista. No tienen más atados con eso.
-Son más libres dirías tú.
-Sí hay menos tabúes.
-Sí, partiendo de las diversidad sexuales, de la diversidad de opinión, de cómo vestirse, hay una diversidad mucho más grande y tienen menos prejuicios. Es una generación sin miedo. En el estallido son los jóvenes los que han salido a la calle. Greta es un ejemplo mundial. Es una niña que tenía 15 años y dijo “eso me parece mal” y se sentó y dijo ‘yo no voy a ir más al colegio hasta que se arregle esto”. Y no es que el papá le pagó la campaña. En otra época habrían dicho qué clase de papás tienen que dejar que la niña no vaya al colegio. Va a repetir al año por asistencia. Y con los estudiantes que saltan el torniquete pasó más o menos lo mismo. Ellos dijeron “esto está malo” y armaron una tremenda causa que desembocó en una Constitución nueva. Yo lo encuentro maravilloso.
-Es como decir “no estoy de acuerdo” puede llevar a un cambio social de esta magnitud.
-Claro era decir no estoy de acuerdo con los 30 pesos y la respuesta del Estado era “estás equivocado porque subió el dólar y el petróleo y con mi fórmula y está súper correcto”
-Y levántate más temprano.
-Y no está correcto. La gente no tiene que levantarse a las 5 de la mañana para entrar a las 8.
-Sí es muy notable cómo la legitimación del desacuerdo es un motor súper importante.
-Sí, hoy es imposible que alguien de 20 años tolere el acoso sexual o que vote por un candidato que ha realizado acoso sexual. Es imposible. Antes era tolerable o se miraba para el lado. Ahora es imposible. Nos afecta. Es inaceptable.
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