Conocida en redes como @alejandra.travels, Alejandra Ramírez es mucho más que una creadora de contenido: es una contadora de historias sobre lo que significa ser una nómada digital y llevar una vida itinerante con un propósito claro. Desde hace varios años viaja sola en su van Mostaza mientras realiza un doctorado en el que investiga este estilo de vida, usando su propia experiencia como caso de estudio. Pero su historia comenzó mucho antes: hace 17 años dejó Ibagué, Colombia, para aprender inglés en Oceanía, sin imaginar que esa decisión marcaría el inicio de una vida libre y fuera de molde.
Alejandra ha recorrido 69 países, documentando sus aventuras y aprendizajes en redes sociales y en su página web: thetravelandadventurelife.com. Además, ha sido reconocida con el Premio IATI como mejor creadora de contenido de viajes iberoamericano. Su forma de narrar el mundo —desde la conexión humana, la conciencia socioambiental y la pasión por descubrir— ha inspirado a miles de personas a replantearse lo que significa viajar. “Soy una loca cuerda consciente y con propósito”, dice, y lo demuestra cada día con sus publicaciones desde los lugares más remotos, su trabajo investigativo y su mirada auténtica sobre lo que hay más allá de las postales perfectas.
En conversación con WT, Alejandra comparte el recorrido vital, académico y emocional que este estilo de vida le ha permitido transitar durante años.
“El turismo tiene un impacto, pero creo que lo esencial es ser consciente de ese impacto.”
Llevas más de 15 años viajando y viviendo en Australia. ¿Qué fue lo que te impulsó a salir de Colombia y cómo ha evolucionado tu motivación a lo largo de los años?
Llevo 17 años. Me mudé a Australia a mis 17 años con la intención de quedarme sólo tres meses para aprender inglés, pero a los tres meses me enamoré del país y decidí quedarme. Ya llevo 17 años en Australia, y me tomó 10 años obtener la ciudadanía.
Lo que me impulsó a salir de Colombia fue el deseo de aprender otro idioma. Yo quería empezar mi carrera en diseño en Medellín, pero fue mi papá quien me motivó a irme. Me dijo: “ahora es el momento, es la edad perfecta para aprender algo nuevo”, y así fue como terminé en Australia.
Con el tiempo, mi motivación ha evolucionado mucho. Australia es un país muy multicultural, y al estar rodeada de personas de diferentes culturas y religiones, me di cuenta de que en Colombia vivía en una especie de burbuja. No hablo de una burbuja económica o social, sino de pensamiento. Irme me abrió la mente y sembró en mí la semilla del deseo de conocer el mundo.
¿Qué desafíos has enfrentado al combinar una vida de viajes con los estudios de un doctorado?
Todos los desafíos habidos y por haber. Mi doctorado es particular: soy mi propio caso de estudio. Eso significa que tengo que analizar constantemente lo que me ocurre, cómo me siento, lo que hago bien o mal. Y eso, a largo plazo, es agotador.
Además, es difícil cumplir con las exigencias del doctorado mientras viajo, porque nunca estoy más de una semana en un solo lugar. Cambiar de ciudad, de país o incluso de zona dentro de Australia implica adaptarse todo el tiempo.
El internet no siempre está disponible, y los cambios de horario y rutinas afectan el descanso. También he enfrentado momentos de negación, de hiperfoco, de mucha productividad o de estancamiento. Aun así, he logrado cumplir con todas las entregas académicas del doctorado.
El reto más grande ha sido encontrar una rutina dentro del caos y mantenerme automotivada. Pero lo he logrado, y eso también me confirma que este estilo de vida, aunque exigente, tiene mucho que enseñar.
“Lo más importante en este estilo de vida itinerante es confiar en uno mismo. Si pudiera hablarle a mi yo de hace 17 años, le diría que no dude ni por un segundo, que convierta el miedo en impulso para seguir.”
¿Cómo logras mantener un equilibrio entre el deseo de explorar y la responsabilidad ambiental?
No estoy segura de haber alcanzado un equilibrio, porque ¿cómo se mide eso, realmente? Hay momentos en los que estoy más inclinada a explorar, y otros en los que me enfoco más en actuar con consciencia ambiental. Creo que es una decisión diaria, y también aceptar que a veces se puede y otras veces no.
Hace años estudié una maestría en turismo sustentable, y fue un despertar duro: me volví loca al entender el impacto tan grande que tiene el turismo. Todos contribuimos de alguna manera. Pero también descubrí lo positivo que puede ser para las economías locales. El turismo tiene muchas aristas, y dentro de mi investigación llegué a la conclusión de que lo más importante es ser consciente e intentar, cada día, tomar decisiones que aporten. Y cuando no se puede, también está bien.
Ser 100% responsables con el medioambiente implicaría vivir aislados, sin tecnología, casi desnudos en una montaña, y eso no es realista. Todo en nuestra vida diaria genera impacto: el teléfono, el computador, la electricidad, la comida, el transporte. Mi filosofía no se basa en alcanzar un equilibrio perfecto, sino en no repetir errores, en estar atenta, y en compensar cuando puedo.
Por ejemplo, ahora estoy en Bali, donde el problema de la basura es muy fuerte. Cada vez que salgo, recojo residuos, aunque sean dos papeles en la playa. Aquí no se puede tomar agua de la llave, así que uso un termo y compro garrafones grandes en lugar de botellas pequeñas. También prefiero quedarme en alojamientos locales y comer en lugares pequeños, no en cadenas.
Son decisiones pequeñas, cotidianas, pero que pueden marcar una diferencia. El impacto negativo es inevitable, pero no por eso hay que dejar de actuar o de vivir.
Si pudieras hablarle a tu “yo” de hace 17 años, justo antes de empezar a viajar, ¿qué le dirías?
Le diría que confiara. Que confiara plenamente en ella misma, porque esa confianza ha sido lo que me ha traído hasta aquí. Siempre he sentido que tengo una estrellita que me guía, y durante estos 17 años todas mis decisiones han sido muy intuitivas: los viajes, los cambios, o cuando creé mi propia empresa para poder quedarme.
A esa Alejandra de hace 17 años le diría que no pierda esa sed de vida, esa fuerza, que abrace el amor por el presente, que no dude ni por un segundo y que convierta el miedo en impulso para seguir.
Desde niña he sido muy curiosa, y creo que esa curiosidad ha sido la clave: me ha permitido sanar, crecer, mejorar como persona, como hermana, como hija, como amiga, como nómada. Porque es al enfrentar nuestras sombras que comenzamos a florecer.