Escrito por Cristina Larraín Heiremans, licenciada en literatura y profesora de castellano, Bitácora del Desamparo es una lectura que invita a conocer las vivencias de una madre que a partir de un momento a otro le toca enfrentar los problemas de salud mental de su hijo.
Publicado por Editorial Cuarto Propio en 2022, esta novela “no típica”, como la define su autora Cristina Larraín, es el testimonio de su propia vida, un material autobiográfico en el que narra desde su experiencia como madre lo que fue enfrentar el arduo y largo tratamiento de su hijo, diagnosticado con un complejo trastorno psiquiátrico.
A diferencia de lo que podríamos revisar en literatura con más facilidad, donde conocemos la visión de la propia persona que vive la enfermedad mental, esta vez nos encontramos con la experiencia de una mamá, a quien, como a tantas otras en el mundo, les toca cumplir el rol de cuidadoras. “Siento que estaba influida por muchas personas que me topé en el camino que habían estado viviendo lo mismo que yo, de manera que en Bitácora del Desamparo hay un recuento más global de las mujeres que nos toca vivir esto. Si bien es la historia de mi hijo, quise ponerme a mí, mostrar cuál fue mi vivencia, mi recorrido con todo esto”, señala la autora en entrevista con Woman Times.
Presentado como una narración que sigue la estructura del verso – pero sin ser poesía – Bitácora del Desamparo va mezclando una escritura de bitácora y diario con ciertos elementos de prosa poética que dan cuenta del testimonio personal de la autora. “Cuando empecé a escribir y encontré esta forma se me hizo mucho más fácil, es como que me pusieran frente a una película y yo fuera tirando imágenes, esa fue mi sensación”, explica Larraín sobre el formato, el cual, según explica, es el que le permitió contar sus vivencias tal como quería hacerlo, sin necesidad de recurrir al formato tradicional de la novela.
Uno de los objetivos que busca Larraín con esta obra, explica, es generar conciencia sobre las falencias y desprotección que tiene el Estado con las personas que cumplen el rol de cuidadores, y que son mayoritariamente – por factores socioculturales que parecen no cambiar – las madres o mujeres en general.
“En este país a las mujeres que les toca ser cuidadoras se llevan todo el peso. Se te exige, primero, que sigas trabajando, que lo hagas bien, que financies, que cuides, que no pidas, que no te quejes, y el Estado no te protege, no se preocupa de este tema. Yo creo que lo que más me duele es la desprotección que viví, más que el hecho mismo, y es algo que sigo viviendo un poco”, afirma Cristina, y enfatiza en que “los servicios del Estado deberían incluir un espacio para las mujeres cuidadoras en los que puedan recibir apoyo psicológico, porque el saber que estás a cargo y tener la cabeza permanentemente en eso, pensando después cómo dejar protegida a la persona que cuidas cuando tú no estés, es una gran carga emocional”.
El viaje de navegar junto a un ser amado –originario de un país desconocido– y llevar el timón por mares inciertos es terrible. Por donde se lo mire. La única manera de conjurar el dolor es hacer la bitácora de esta travesía, de la que no se sabrá nunca su final.