Cuando escucho declaraciones como las de Trump, me recuerda que nuestra labor no es convencer a quienes niegan evidencia, sino movilizar a quienes están listos para actuar.
En el marco de la Semana del Clima en Nueva York, una de las instancias más relevantes a nivel global para discutir sostenibilidad y acción climática, la periodista y directora ejecutiva de la ONG WATERisLIFE, María José Terré, tuvo un rol protagónico como expositora y moderadora en el encuentro internacional The Drop Effect: How Connection Creates Lasting Change, realizado en The Columbia Startup Lab.
El evento reunió a líderes globales con un objetivo común: explorar cómo la conexión humana, a través de historias, alianzas y acción comunitaria, puede ser la clave para enfrentar uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo: garantizar el acceso universal al agua potable.
Durante la jornada, Terré compartió la experiencia de la organización en África y Latinoamérica, subrayando cómo la acción local, al ser acompañada de colaboración estratégica, genera cambios sostenibles y de largo alcance. Además, moderó un panel junto a Corina Weikl (Trudy Lines) y Soleil Sabalja, quienes relataron en primera persona el impacto del trabajo en terreno en Kenia, donde la colaboración y las redes se convierten en motores de transformación.
En exclusiva para Woman Times nos habla de su experiencia
María José, ¿cómo viviste personalmente esta Semana del Clima en Nueva York y qué significa para ti haber liderado un panel sobre agua en un espacio tan influyente?
Vivir la Semana del Clima en Nueva York siempre es intenso y profundamente movilizador. Es el epicentro donde líderes, empresas y organizaciones de todo el mundo se reúnen para diseñar soluciones que impactarán nuestro futuro colectivo, y tener la posibilidad de liderar un panel sobre agua en este contexto fue un honor, pero también una gran responsabilidad. El agua suele quedar relegada en las conversaciones sobre cambio climático, y mi misión fue recordarle a todos que no hay transición justa ni desarrollo sostenible sin acceso universal a agua potable. Fue una oportunidad para visibilizar las voces de comunidades que normalmente no están presentes en estas mesas y traer sus historias directamente a un espacio de influencia global.
WATERisLIFE tiene presencia en África y América Latina. ¿Qué aprendizajes te han dejado esas experiencias que podrían servir como guía para otros países, incluido Chile?
Trabajar en comunidades de África y América Latina me ha enseñado que la clave no está solo en llevar tecnología o infraestructura, sino en generar relaciones de confianza y colaboración local. Hemos aprendido que cada solución debe adaptarse a la cultura, a la geografía y a las dinámicas sociales de cada comunidad.
Para Chile, y cualquier país que enfrente una crisis hídrica, es fundamental pensar en resiliencia comunitaria: formar líderes locales, empoderar a las comunidades para que sean parte activa del cambio y entender que el agua no es solo un recurso, sino un motor de educación, salud, desarrollo económico y paz social. Cuando resolvemos el problema del agua, todo los demás aspectos de la vida humana se ven impactados de forma positiva.
Su meta es ambiciosa: garantizar agua limpia a un millón de personas para 2030. ¿En qué etapa se encuentra ese desafío y qué obstáculos han encontrado en el camino?
Hoy hemos logrado llevar agua segura a cientos de miles de personas, pero alcanzar la meta de un millón para 2030 es un desafío enorme. Nos encontramos en una etapa de escalamiento: hemos probado nuestras soluciones y modelos en distintas regiones y ahora estamos enfocados en ampliar nuestro impacto.
Los obstáculos principales han sido la falta de financiamiento estable y la burocracia que muchas veces ralentiza proyectos urgentes. Solo a modo de ejemplo, en nuestro país llevar agua potable a una comunidad en forma de APR tarda aproximadamente 8 años, lo que es muchísimo tiempo si lo comparamos con Kenia, donde podemos levantar un centro de agua, saneamiento e higiene en seis meses. ¿Cómo le digo a la señora de una comunidad que me espere 8 años hasta que vuelva a traerle agua?
También nos hemos dado cuenta de que la mayor barrera es la desconexión emocional y la falta de conciencia frente a aquellos que no tienen la misma suerte de poder abrir una llave en su casa y tomar agua directamente. Mientras la crisis no toque a las personas directamente, es muy dificil movilizar recursos y voluntades. Por eso, parte de nuestra estrategia es contar historias reales que hagan visible la urgencia y la oportunidad de actuar.
Hablas mucho del “Drop Effect”: la idea de que una conexión humana puede cambiar comunidades enteras. ¿Podrías compartirnos un ejemplo concreto de ese efecto dominó en acción?
El “Drop Effect” es la idea de que una sola conexión humana puede generar un efecto dominó de transformación.
Hace un año, aquí en Nueva York, conocí a un abogado que quiso involucrarse con nuestra misión. Viajó a Kenia con su hijo de 13 años y un grupo de amigos que conocieron la realidad de un orfanato que necesitaba agua potable para más de 180 niños. Hicimos una campaña acompañada de un video que mostraba su experiencia, el cual compartió con sus compañeros de trabajo logrando recaudar en 2 días los fondos necesarios para llevar a cabo el proyecto. Con el tiempo, los niños han dejado de enfermarse, la asistencia escolar aumentó y las familias de la comunidad han comenzado a invertir su tiempo en pequeños emprendimientos, lo cual les ha permitido aumentar el desarrollo económico y mejorar la calidad de vida.
Lo más increíble es que este mismo donante inspiró a sus amigos y colegas, quienes hoy quieren financiar otros proyectos en comunidades vecinas. Eso es el “Efecto de la gota”, las ondas que se producen cuando una de ellas toca el agua y crecen produciendo círculos cada vez más grandes.
Donald Trump volvió a negar la crisis climática, llamándola “una estafa”. ¿Cómo reciben ustedes, como organización, este tipo de declaraciones que buscan deslegitimar años de evidencia científica
Como organización, nos enfocamos en la evidencia y las vidas humanas, no en la política. Negar la crisis climática no solo es desconectarse de la ciencia, sino también de la realidad de millones de personas que ya sufren sus consecuencias: sequías extremas, desplazamientos forzados, inseguridad alimentaria.
Cuando escucho declaraciones como esas, me recuerda que nuestra labor no es convencer a quienes niegan la evidencia, sino movilizar a quienes sí están listos para actuar. No tenemos tiempo que perder en debates y conversaciones que no buscan acciones concretas, ya que cada día que pasa sin soluciones más comunidades pierden su derecho básico a agua segura y a un futuro digno.