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El camino de Paula Assler: Resignificando el ciclo de la vida

Logró transformar la peor pesadilla que una madre puede vivir en un viaje interno lleno de luz y esperanza. Autora de “Si digo muerte digo vida”, propone una nueva mirada del fin del ciclo de la vida a partir de su propio duelo. Además, es parte del Movimiento Positivo de la Muerte que busca generar espacios de contención para aquellas personas que enfrentar el proceso del duelo. 

Paula Assler creció frente al mar, entre los árboles y la naturaleza de la Quinta Región. Le gustaba nadar con su padre, el escultor Federico Assler, Premio Nacional de Artes Plásticas 2009, con quien solía contemplar, por horas, el reflejo del agua y el movimiento de las olas. Pero en enero de 2016, ese mismo mar que tanto amaba le dio el momento más amargo de su vida. Fue el día 18, en la playa La Venturosa, a 100 kilómetros al sur de Lima, cuando dos de sus hijas, María José (34) y Antonia (23) murieron ahogadas, luego de ser atrapadas por una fuerte corriente marina. 

“Estábamos bañándonos, el mar estaba muy tranquilo, cuando de pronto llegaron más y más olas y no nos dimos cuenta. Una corriente las agarró y las llevó 70 metros hacia dentro, hacia unas rocas. No había nada ni nadie que pudiera salvarnos, ni siquiera un salvavidas. Mis hijos se lanzaron a rescatarlas pero no pudieron atravesar las olas. Yo tenía la esperanza de que se salvaran porque las dos sabían nadar, pero no hubo caso. Lo último que recuerdo de mis hijas fueron sus cabezas y una mano en el aire”, rememora desde su departamento. 

La experiencia le cambió la vida a ella y su familia. “Las buscaba en la calle, veía a niñas con el mismo pelo, a mamás con hijas de la misma edad y me daban celos, rabia de no ser yo quien estuviera con mis hijas. Me preguntaba por qué a nosotros, por qué no podía ser a otras personas”, confiesa. Dos años después del accidente, volvió a la misma playa. “No las había llorado como quería. El lugar me pareció más pequeño de lo que pensaba. La playa estaba tranquila. Estuve mucho tiempo enojada con el mar, pero después de esa visita me reconcilié porque me las había devuelto. Gracias a Dios el mar me las devolvió”. 

Tras largos siete años de terapia, publicó “Si digo muerte digo vida”, un libro autobiográfico donde además de contar su experiencia, también habla sobre otros duelos en su vida y la relación con sus padres. Lo escribió durante la pandemia y supuso un esfuerzo tremendo. De hecho, cerca del final, escribe: “En este mismo instante, mientras escribo, lloro. Las lágrimas no me dejan ver. Dejo el lápiz y miro la pared. No puedo parar de llorar. Vuelve un dolor tan intenso como el del primer día en la playa. Miro los altares que tengo para cada una de ellas en mi escritorio. Siento que su presencia no se disipa nunca, me persigue, me tortura. Quisiera estar durmiendo profundamente… Lloro. Pero sé que, una vez más, después de llorar, la vida se encargará de empujarme. Y estaré en pie”. 

Todas las ganancias del libro serán donadas al Movimiento Positivo de la Muerte, que dirige Simón Engel y que busca generar espacios de contención para aquellas personas que se encuentran atravesando algún tipo de duelo. Plantean un camino de resignificación de la percepción de la muerte, aprender a naturalizarla y transformarla en una oportunidad para darle un nuevo sentido a la existencia. 

“Al no tenerle miedo a la muerte uno vive más feliz, más contento, aprovechas el tiempo.”

¿TE RECONFORTA EL HECHO DE QUE HAYAN PARTIDO JUNTAS? 

Mucho, y a mis hijos también. Me dicen ‘mamá, están siempre juntas, acompañándose’. Eran muy compinches a pesar de tener 10 años de diferencia. María José era como una segunda mamá para Antonia. 

¿EN QUÉ SENTIDO CREES QUE MORIR TE ENSEÑA A VIVIR? 

Al no tenerle miedo a la muerte uno vive más feliz, más contento, aprovechas el tiempo, sabes que en cualquier momento te vas de esta tierra. Pero uno sigue viviendo, se te echa a perder la carrocería no más. Cuando pude ver a las niñitas después del accidente, lo primero que pensé fue ‘no están ahí’. Mis hijos pensaron lo mismo. Mi opinión de la muerte, cambió por completo, hoy me siento conectada con la muerte, la veo como un paso. Tenemos que aprender a abrazarla porque es parte de la vida. 

¿CUÁL ES EL MAYOR APRENDIZAJE DE ESTO?

A todos nos cambió el mundo, todos mis hijos cambiaron muy jóvenes y ven la vida de otra forma y se encargan de enseñarle eso a su grupo de amigos. Es como una cadena que va abriendo las conciencias. Cuando todo pasó, junté a todos mis hijos y les dije ‘viene un tren y nos vamos a subir todos a ese tren, que va en dirección a la felicidad y no nos vamos a bajar en ninguna estación’. Por eso, mi misión hoy es ayudar al otro en su pena”.

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