Woman Times conversó con la artista visual y empresaria Elizabeth Kassis sobre su próxima exposición “La Memoria en mis manos”, que se inaugurará el 9 de octubre en el Club Palestino de Santiago. La muestra reúne cerámicas y pinturas que dialogan con la memoria, la identidad y la resiliencia, y destinará el 100% de lo recaudado a programas de ayuda infantil en Palestina, a través de la Fundación Belén 2000.
—Elizabeth, ¿cómo nace esta exposición?
De una necesidad interior. Todo comenzó desde el rumeo mental, el dibujo automático, el trazo espontáneo. No fue un proyecto diseñado en una mesa de trabajo, sino un proceso muy íntimo y casi inconsciente. Fueron apareciendo formas, patrones y símbolos que con el tiempo entendí que evocaban al tatreez, el bordado ancestral palestino transmitido por mujeres, donde cada puntada lleva consigo una historia, una tierra, una identidad. En ese sentido, mi pintura también empezó a bordar, pero sobre papel, sobre tela y sobre la memoria.
En paralelo fui desarrollando piezas en cerámica gres, un material que exige paciencia y escucha. Se convierte en un diálogo entre la materia y el tiempo. La cerámica me permitió traducir lo espontáneo del trazo en formas que resisten, que permanecen, como si la memoria quedara grabada en la superficie misma de la arcilla.
—¿Qué importancia tiene el tatreez en su proceso creativo?
El tatreez es mucho más que un bordado, es un lenguaje que guarda la memoria de generaciones. Me conmovió descubrir que mis trazos espontáneos iban en esa dirección, como si mi mano recordara lo que mi mente aún no lograba decir. Me inspira profundamente cómo ese gesto cotidiano de bordar puede convertirse en una declaración artística y cultural, y quise trasladar esa misma fuerza al lienzo y a la cerámica.
—¿Qué encontrará el público en “La Memoria en mis manos”?
Son 25 piezas entre cerámica gres y pintura. La instalación incluye un muro flotante, que es una serie de paneles suspendidos del techo y que genera un recorrido curvo alrededor del espectador. También habrá contenedores con polvo orgánico de cuescos de aceituna que nutren las piezas de cerámica, y troncos de olivo quemados. Cada elemento fue escogido con una intención simbólica: la tierra, el olivo, el muro. Todos son parte de un mismo relato de memoria y resiliencia.
—El muro flotante es una propuesta muy potente. ¿Qué buscó transmitir con esa pieza?
Quise construir un muro que, a diferencia de los que dividen, suspenda y envuelva. Es un muro que no toca el suelo, que flota, como si no terminara de existir del todo. Esa condición suspendida me parecía una metáfora hermosa: es un límite que al mismo tiempo abre, que invita al recorrido y a la reflexión.
—El olivo aparece con fuerza en la exposición. ¿Qué representa para usted?
El olivo es un árbol profundamente ligado a la vida cotidiana y espiritual. Es símbolo de fuerza, de continuidad, de raíces. Incluso quemado, sigue brotando. Para mí esa resiliencia es fundamental. Por eso quise incluir troncos de olivo como un recordatorio de que, aunque heridos, siempre podemos regenerarnos.
—La exposición también tiene un propósito solidario. ¿Cómo funcionará esa parte?
El 100% de lo recaudado irá a la Fundación Belén 2000, con la que he colaborado por más de 25 años. Me conmueve mucho saber que cada pieza puede transformarse en ayuda concreta para un niño: un año de desayuno, colegiatura, o incluso su manutención. Es una forma de que el arte trascienda lo estético y se convierta en acción.
—Usted combina su rol empresarial, artístico y humanitario. ¿Cómo se equilibran estas facetas en su vida?
Creo que se nutren entre sí. En los negocios aprendí a sostener proyectos y a trabajar con visión de futuro. El arte me da un espacio íntimo de expresión, y el compromiso social me recuerda siempre para qué y para quién hacemos las cosas. Son caminos distintos, pero todos me conectan con lo esencial: aportar desde donde puedo.
—¿Qué espera que se lleven quienes asistan a la exposición?
Que no sea solo una experiencia estética, sino también emocional y reflexiva. Que se conecten con la memoria, con la fuerza de los símbolos, y que comprendan que cada aporte suma para transformar realidades.
“La Memoria en mis manos” estará abierta al público entre el 10 de octubre y el 30 de noviembre en el Club Palestino (Av. Pdte. Kennedy 9351, Las Condes, Santiago). La entrada es gratuita.