Años viviendo en un cuerpo que no sentía como propio terminaron la mañana en que el popular periodista alemán Georg Kellermann decidió maquillarse y salir a la calle vestida de mujer. Ese día nació Georgine.
Nunca se lo ocultó a sus familiares, amigos y pareja. Apenas terminaba cada jornada de trabajo en WDR, la poderosa cadena de la televisión pública germana, llegaba a su casa directo a sacarse el traje y ponerse uno de sus muchos vestidos que tenía en tres armarios con las últimas tendencias en moda femenina. La rutina no cambiaba ni siquiera cuando le tocaba estar en la cobertura de algún conflicto bélico, como Sarajevo o la guerra del Golfo, ese momento para mirarse al espejo y reconocerse como mujer era sagrado. Pero, con 61 años cumplidos, algo comenzó a incomodarle en la casi perfecta doble vida que llevó durante décadas.
El pánico a que la salida del closet le costara el trabajo y la credibilidad que hasta las encuestas locales destacaban, se disipó justo cuando comenzaba unas vacaciones que terminaron por cambiar su vida para siempre. Camino al aeropuerto a tomar el avión que la llevaría Estados Unidos, se encontró con una conocida que le preguntó dónde iba disfrazado. Su respuesta se convirtió en el grito más liberador. “No, soy una mujer”, le dijo. A los minutos, comenzó a editar todas sus redes sociales para dar el gran anuncio. Georgine había dejado atrás a Greg.
“Creo que hoy Alemania es más progresista de lo que creemos. En los años ochenta la sociedad no era tan tolerante como ahora. Si en vacaciones alguna vez me vestía de forma un poco más femenina, había gente que por la calle me señalaba con el dedo. Que haya esperado tantos años tiene que ver con que la sociedad también tenía que evolucionar hacia donde hoy está”, explicó, a los colegas de la prensa que apenas supieron de su transición, la llenaron de mensajes la casilla telefónica y el correo eléctronico.
Muestras de apoyo, cientos de felicitaciones y alguno que otro comentario de absoluta incredulidad; su transición no dejó indiferente a quienes a lo largo de su carrera reportearon a su lado, muchos de los cuales conoció durante las 14 coberturas que hizo de la lucha armada en Ruanda o en sus labores de corresponsal en Francia y Estados Unidos.
Con su transición, Kellermann se convirtió en la voz de quienes buscan visibilizar el espacio que los trans tienen en la batalla de las mujeres por la igualdad. En entrevista con el diario El País, afirmó que “no comulga con lo que llama el feminismo de vieja escuela, pero afortunadamente no es el único tipo, también hay feministas que por ejemplo aprueban el trabajo sexual. Yo entiendo que para ellas, las feministas clásicas, soy sólo un señor que se pone vestidos, y entiendo su razonamiento, pero en realidad son tan poco progresistas que no toleran a la gente diferente”.
A quienes pueden estar viviendo lo mismo que ella, Georgine recomienda ser fiel a sí mismas pero en libertad. “Toda la energía que antes empleaba en fingir, ahora la puedo usar para muchas otras cosas. Ya no vivo con miedo a que me descubran”.
CPG
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