POR: Ángela Bastidas, directora de Investigación en Syngenta Seeds
El cambio climático repercute directamente en el sector agrícola, poniendo en riesgo la producción de alimentos de forma sostenible y eficiente para cubrir las necesidades actuales y futuras, por lo que se necesitan acciones inmediatas para contrarrestar sus efectos.
El campo es el eje central para la alimentación de la humanidad y una de las principales actividades económicas globales. Sin embargo, cuando hablamos de cambio climático, el campo no es lo primero que se viene a la mente; en su lugar aparecen el cuidado de los océanos y bosques, las energías limpias, la biodiversidad. No debemos perder de vista los efectos adversos del cambio climático sobre la agricultura, los cuales ponen en riesgo la seguridad alimentaria global.
La agricultura es una actividad intensiva de los recursos naturales, ocupando el 40% del uso del suelo y 70% del agua que consumimos, de acuerdo con cifras de WWF. Los agricultores actualmente ya se enfrentan a sequías e inundaciones, patrones irregulares de lluvias, degradación del suelo agrícola, y calentamiento del aire entre otros, los cuales se incrementarán aún más de acuerdo con datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés).
Ante la creciente demanda de alimentos relacionada con el crecimiento poblacional y su necesaria distribución para reducir brechas de desnutrición y hambre, es indispensable hacer un llamado al sector agrícola para manejar las adversidades climáticas que han dejado de ser expectativas y se han vuelto realidad. Todos estos desafíos pueden disminuir la capacidad mundial para atender las necesidades alimentarias presentes y futuras, lo que resulta en menos personas con acceso a alimentos nutritivos suficientes.
La investigación agrícola está evolucionando rápidamente, permitiendo a los agricultores tener herramientas para realizar un mejor monitoreo de sus cultivos y anticipar condiciones adversas, sin embargo, se requieren esfuerzos adicionales para maximizar su adopción y mitigar riesgos.
Para garantizar la seguridad alimentaria mundial, proporcionar oportunidades económicas y sociales, y proteger los servicios ecosistémicos necesarios para la agricultura, es fundamental impulsar con rapidez la transición hacia una alimentación y una agricultura sostenibles.
El uso de prácticas sostenibles (uso eficiente de nutrientes, productos para la producción de cultivos y agua, rotación de cultivos, agricultura de conservación, entre otros), puede mejorar la calidad del suelo y la biodiversidad. A lo que se suma la investigación e innovación científica para desarrollar semillas con mayor potencial de rendimiento, que sean tolerantes a plagas y enfermedades, o a condiciones climáticas extremas como sequía o vientos fuertes. Invertir en investigación y tecnología agrícolas conducirá a un mejor manejo de las adversidades climáticas y a lograr la seguridad alimentaria global.
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