POR: Bárbara Reyes, fundadora y CEO de Üin, plataforma de salud financiera.
Estamos en pleno 2023 y aún es común que las mujeres enfrentemos barreras para acceder a cargos de poder en diversos ámbitos laborales. Es cierto que ha habido avances en materia de igualdad de género, pero las mujeres continúan siendo subrepresentadas en puestos directivos y de toma de decisiones, lo que limita la participación en la vida política, económica y social del país.
Hace poco tuve la oportunidad de ser invitada al lanzamiento del Cuarto Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile 2022, donde uno de los principales hitos fue que el porcentaje de mujeres en cargos de directora aumentaron de un 13,2% en 2021, a un 14,7% en 2022. Puede parecer poco, un 1.5% es ínfimo en el gran universo de altos directivos en Chile, pero para las mujeres es un gran avance, ya que hace una década el número de mujeres en cargos ejecutivos se reducía a apenas un 3,9%.
Ya en 2016, me preguntaba si contar con mujeres en sillones directivos tenía alguna implicación en el desempeño de las empresas. En esa época, hace ya siete años, investigué y a través de la publicación de un paper llegué a la conclusión de que Chile contaba con la potencialidad de hacer de sus empresas mejores espacios de trabajo al incluir a mujeres en sus directorios.
Por un lado, estamos progresando, eso nos alegra a todas. Los espacios de trabajo aumentan para nosotras. Sin embargo, otros datos preocupan, como el informado en el último Reporte de Indicadores del Ministerio de Hacienda, que revela que la brecha salarial entre hombres y mujeres en cargos ejecutivos, contrario a disminuir, ha aumentado con los años.
Todos estos datos me llevan a reflexionar sobre las reales oportunidades que existen para las mujeres en espacios de poder en empresas. Para llegar a un alto cargo, de directora, gerente o ejecutiva, las mujeres deben demostrar su valor. Ya sea a través de triunfos académicos, experiencia de larga data que las respalde, y otras garantías.
Ninguna mujer que hoy ostente un cargo de directora puede decir que no ha enfrentado obstáculos, porque esa es la realidad que nos toca vivir día a día. Una realidad en la que estamos obligadas, una y otra vez, a poner sobre la mesa las credenciales que nos facultan para cumplir nuestros respectivos roles.
Esta es una barrera psicológica que nos condiciona a creer que, para alcanzar un hito en nuestras carreras, antes debemos someternos a una serie de pruebas que demuestren, no a nosotras, sino que al resto, que somos dignas de llegar hasta ese punto.
El desafío, considero, está en lograr eliminar esa traba mental que se ha instalado en nuestras cabezas. Está en erradicar de raíz ese obstáculo que nos imponemos, y que nos agota incluso antes de comenzar. Es verdad, el camino no será fácil, habrá muchas caídas, pero no nos rindamos incluso antes de dar el primer paso.
Eliminemos de la mente de las niñas la noción de que para ellas no hay oportunidad, o que deben medirse constantemente en un ranking social para demostrar su valor. Hagamos lo contrario, generemos en ellas el hambre de escalar cada vez más alto. Transformemos sus creencias hasta el punto de que a nuestra sociedad no le quede otra alternativa que abrir cada vez más espacios para nosotras y no se nos imponga “competir por lo que hay”.
Establezcamos lazos y conexiones que nos fortalezcan y que no nos dividan. Necesitamos más apoyo y menos competencia. Así avanzaremos, y en los próximos años podremos celebrar que el porcentaje de mujeres en cargos directivos se acerca rápidamente al 50%. Y, con un poco de voluntad de todas y todos, dejar de someternos a esos rankings imaginarios que miden nuestra capacidad y valor como personas y profesionales.
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