En un hecho tan insólito como conmovedor, tres monjas agustinas austríacas -sor Bernadette (88), sor Regina (86) y sor Rita (82)- se han convertido en protagonistas de una historia que parece sacada de una película: escaparon de un hogar de ancianos en el que habían sido internadas en contra de su voluntad y regresaron, con la ayuda de exalumnas, vecinos y hasta un cerrajero, al monasterio Schloss Goldenstein, su verdadero hogar durante más de seis décadas.
La imagen de estas tres religiosas mayores entrando de madrugada al antiguo convento de Salzburgo, con llaves improvisadas y la complicidad de toda una comunidad, rápidamente dio la vuelta al mundo. “Siempre fui obediente, pero esto fue demasiado”, confesó sor Bernadette a la BBC. El gesto, que muchos califican de “rebelión espiritual”, ha abierto un debate incómodo sobre la autonomía de las religiosas mayores y el control del Vaticano sobre comunidades pequeñas.
El trasfondo: normas vaticanas y votos de obediencia
El conflicto se remonta a 2018, cuando el Vaticano estableció que los monasterios femeninos con menos de cinco religiosas perderían su autonomía. En Goldenstein quedaban solo tres, lo que llevó a que se nombrara al preboste Markus Grasl como administrador. Él ordenó su traslado a un geriátrico, alegando motivos de salud y precariedad de las instalaciones. Las monjas insisten en que nunca dieron su consentimiento y que incluso fueron llevadas en condiciones indignas: “Regina y yo fuimos transportadas en camisón desde el hospital”, relató Bernadette.
Una vuelta a casa, sin luz ni agua
El regreso a Goldenstein estuvo lejos de ser idílico. Al entrar, las hermanas encontraron el convento sin luz, sin agua en las duchas y con muchas de sus pertenencias desaparecidas, incluidos automóviles y hasta ahorros en efectivo. Legalmente, nada les pertenece, pues su voto de pobreza asigna los bienes a la orden. Aun así, un ejército de voluntarios -médicos, enfermeras, artesanos- se organizó para ayudarlas a reacondicionar el lugar. Hoy celebran misa dos veces por semana y han recuperado la electricidad y parte de los servicios básicos.
Lejos de resignarse, las tres monjas utilizan las redes sociales para dar a conocer su día a día en la cuenta de Instagram @nonnen_goldenstein, que ya suma más de 50.000 seguidores. Allí comparten fotos de reparaciones, momentos de oración y mensajes de gratitud a quienes las apoyan.
Entre la desobediencia y la dignidad
Para la jerarquía eclesiástica, las religiosas han incurrido en “desobediencia”, un acto que podría tener consecuencias disciplinarias. Para ellas, en cambio, se trata de una cuestión de dignidad: “Definitivamente, no voy a morir en una residencia de mayores”, sentenció sor Bernadette al diario Der Standard.
El caso refleja un dilema que va más allá de Austria: ¿cómo conciliar la obediencia a las normas eclesiales con el deseo legítimo de autonomía y pertenencia de mujeres que han dedicado toda su vida a la Iglesia?
Por ahora, la tensión sigue abierta. El Vaticano insiste en que deberán regresar a la residencia, mientras que las monjas aseguran que “ese paso es impensable”. Entre tanto, disfrutan cada día de haber vuelto a lo que siempre consideraron su casa: un castillo medieval convertido en convento, testigo de casi 150 años de historia agustina y del último gran acto de resistencia de tres religiosas que, incluso en la vejez, han decidido no renunciar a su libertad.