La desigualdad de género es uno de los factores que estructura nuestra sociedad, y la ciencia no escapa a esta realidad. Si bien en los últimos años la presencia femenina ha aumentado en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, aún predomina un gran desequilibrio según el género. De acuerdo al informe sobre la ciencia de la UNESCO publicado en 2021, las mujeres representan un 33% de las personas que se dedican a la actividad científica.
Esta disparidad tiene sus bases en las dificultades de inserción y ascensión—el ya conocido techo de cristal—, pero también en la poca financiación existente para que las investigaciones científicas avancen. Uruguay, por ejemplo, es considerado un país de altos ingresos per cápita, pero invierte sólo el 0.4% de su PBI en investigación, lo que hace que esté por debajo de la media mundial en este aspecto.
Aún con todas estas dificultades, profesionales como Daiana Mir, quien es PhD en Ciencias Biológicas, logran llevar adelante sus estudios y destacarse en su área. El pasado 7 de febrero la científica ganó el premio nacional “L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia” con la investigación “Vigilancia genómica del Virus de la Inmunodeficiencia Humana Tipo 1 (VIH-1) en Uruguay”, proyecto que aborda un área clave para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas. Este premio implica un apoyo de U$S 20.000 a su proyecto y contribuirá tanto al desarrollo de su línea de investigación como también de la ciencia en la región. Daiana Mir charló con Woman Times sobre su investigación, el reconocimiento que recibió y los desafíos para dedicarse a la ciencia en Uruguay.
¿Cómo y cuándo empezó tu recorrido como investigadora? ¿Qué te motivaba?
Son aspectos de mi personalidad los que fueron guiando el camino a que me dedicara a la ciencia. Siempre fui una persona muy curiosa, escéptica y cuestionadora. Nunca fui creyente y desde la adolescencia sentí la necesidad de respuestas sobre el origen y los procesos de la vida que vinieran desde la razón y no desde la fe. Al momento de decidir mi carrera estaba principalmente entre hacer Biología o Filosofía. Finalmente elegí hacer la Licenciatura en Biología y nunca me arrepentí de esta elección. No fue fácil, pero me apasionaba cada paso a medida que iba progresando y ese fue el motor para seguir adelante. Por otro lado, he tenido muy queridos docentes, orientadores y colegas que me han entusiasmado y guiado a través de la búsqueda de respuestas que originó todo este camino. Últimamente lo que me motiva, más que la búsqueda de respuestas, es la formulación de las preguntas correctas. Creo que en la ciencia la formulación de las preguntas correctas es un gran desafío que nos conduce a encontrar respuestas valiosas.
Mencionaste que no fue fácil, ¿qué dificultades encontraste por el camino?
Como tantos otros estudiantes universitarios, hice mi carrera de grado trabajando en paralelo. Estudiar una carrera y trabajar a la vez en algo que no tiene vinculación con ella es desafiante, pero a la vez me ayudó a desarrollar mi capacidad organizativa. Sabía que disponía de determinado límite de horas para estudiar y esas horas tenían que rendir, lo cual me obligaba a ser eficiente. Otra gran dificultad fue (y todavía es) la constante sensación de duda sobre mis habilidades intelectuales, lo cual desencadena mucho estrés y ansiedad. En la universidad me vi rodeada de gente brillante y empecé a tener miedo al fracaso, a ser un fraude. Hoy en día sé que esto es un fenómeno muy común en el mundo académico y que se le llama síndrome del impostor. Aunque considero que en general me fue bien durante la carrera (tuve becas, publiqué artículos, realicé pasantías y cursos en el exterior, fui a congresos, y hasta gané el premio nacional L’oreal – UNESCO), las dudas siguen estando. Cada tanto me obligo a reconocer el esfuerzo que hice y las cosas que fui logrando durante el camino, y a admitir que estos logros no caen del cielo.
¿Cuándo empezó el estudio que te rindió el Premio Nacional Por las Mujeres en la Ciencia?
El proyecto lo pensé cuándo volví a Uruguay en el año 2018, luego de terminar mi doctorado en Brasil. Le propuse la idea al Departamento de Laboratorios de Salud Pública (DLSP) —laboratorio de referencia de VIH en Uruguay— y a partir de ahí comenzó la vinculación que terminó cristalizada en la propuesta que se titula “Vigilancia genómica del Virus de la Inmunodeficiencia Humana Tipo 1 (VIH-1) en Uruguay”. En 2021 nos presentamos a una convocatoria de financiación de proyectos de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) – Udelar, y la propuesta fue seleccionada para ser financiada. Comenzamos su ejecución en abril del año pasado. Así que, desde la concepción de la idea hasta el comienzo de su ejecución pasaron cuatro años. La obtención del premio le está dando una gran visibilidad a la línea de investigación, y el incentivo económico que involucra colaborará con la compra de reactivos y la financiación de cargos para jóvenes investigadoras e investigadores.
¿De qué trata la investigación y cómo fue su proceso de desarrollo?
El VIH, como cualquier otro virus, se puede analizar desde múltiples aspectos. A lo que me he dedicado particularmente es a su vigilancia genómica, esto es, utilizar la secuencia del genoma de sus diferentes variantes para comprender su transmisión y epidemiología. El proyecto tiene dos objetivos principales, por un lado, la aplicación de la vigilancia genómica a la caracterización de las redes de transmisión de VIH en nuestro país. O sea, en base a la secuencia del genoma de las variantes de VIH que circulan en Uruguay, comprender cuándo y dónde surgieron las redes de transmisión de este virus acá, qué rango temporal abarcan, qué alcance geográfico tienen, cuál es la población más afectada, y cómo se ubican en el contexto regional y global de la pandemia de VIH. Y por otro lado, busca la optimización de un protocolo de secuenciación que nos va a permitir obtener las secuencias completas de los genomas de VIH para estudiar en qué frecuencia se encuentran las mutaciones de resistencia a la terapia antirretroviral dentro de cada paciente.
¿Cómo percibes este reconocimiento?
Ganar el premio “L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia” es un reconocimiento muy significativo para mi carrera como investigadora y me genera la responsabilidad de representar a mis colegas científicas, ya que permite visibilizar que las mujeres hacemos ciencia. Esta visibilización refuerza que la ciencia es una tarea de todos y, además, es una forma de estimular la participación de las mujeres en esta área.
¿Cómo ves la participación de las mujeres en la ciencia en Uruguay?
Las mujeres científicas en general construimos nuestras trayectorias enfrentando más discontinuidades y obstáculos que nuestros colegas varones, lo que nos coloca en una situación de desventaja para el ascenso laboral. Estas dificultades vienen tanto por el trato diferencial por el simple hecho de ser mujer o por la asunción de responsabilidades de cuidados. Tanto en Uruguay como a nivel mundial los grados académicos más altos son ocupados en su mayoría por varones, mientras que ocurre lo contrario en los grados más bajos. Dar a conocer estas desigualdades y reflexionar sobre esto es de suma importancia. Uruguay tiene un excelente nivel de científicas y científicos, a pesar de enfrentar el desafío de hacer buena ciencia con la reducida inversión en investigación. Para dar una idea, todos los países del mundo en conjunto invierten en promedio 1.7% del PBI mundial en investigación y desarrollo, Uruguay invierte solo 0.4% de su PBI en investigación. Estamos muy por debajo de la media mundial y ni siquiera alcanzamos la inversión realizada por países de ingreso medio bajo. Acá se invierte en investigación lo mismo que se invierte en África Subsahariana. Me parece importante que se sepa el nivel de precarización de la ciencia en nuestro país, y la extrema urgencia y necesidad de inversión que tenemos para seguir generando recursos humanos, desarrollo y bienestar para todos los uruguayos.
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