Crear las condiciones para el liderazgo femenino sigue siendo un gran desafío para las organizaciones. Según el informe de 2021 “Una olimpíada desigual: la equidad de género en las empresas latinoamericana y del Caribe”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las mujeres latinoamericanas sólo ocupan el 15% de los cargos directivos en las compañías de la región y apenas el 14% son dueñas de una empresa.
Con relación al sector público, el análisis “Mujeres líderes en el sector público de América Latina y el Caribe: brechas y oportunidades”, también del BID, publicado en 2022, evidenció que la presencia de las mujeres aún es limitada en los niveles más altos de toma de decisiones de las administraciones públicas centrales y se concentra en sectores específicos.
“En toda la administración pública las mujeres representan el 52% de la fuerza laboral. El problema es que no llegan a puestos de liderazgo. En los 15 países de análisis, las mujeres ocupan apenas el 23,6% de los puestos de nivel 1 de jerarquía, equivalente a un ministro, comparado con el 44,2% que alcanza puestos de nivel 4, equivalente a director”, concluye en documento.
Es que pese a las limitaciones en hacer este tipo de mediciones y, sabiendo que los números no llegan a representar la total realidad de la brecha de género, estos informes indican la urgente necesidad de seguir profundizando este debate.
Para charlar sobre este tema, Woman Times habló con Giovanna Lorenzi (47) directora del Departamento de Asesoramiento Legal de KPMG Uruguay. Natural de Mercedes, Soriano, Lorenzi es doctora en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de la República (Udelar), y actualmente da clases de Derecho de los Negocios en la Universidad Católica de Uruguay. Antes de ingresar en KPMG, en 2002, se desempeñó como gestora y trabajó en los más variados rubros, lo que le brindó experiencia y asentó las bases para su crecimiento profesional.
Actualmente, divide su tiempo entre el trabajo, la crianza de sus hijos y el interés por temas vinculados al derecho comercial, al impacto de la tecnología y la inteligencia artificial en la aplicación del derecho, además de temáticas de género, neurociencia y liderazgo.Se considera una “optimista empedernida” que cree en el poder de las palabras y de la acción, “aunque sean microacciones para incidir en los cambios”, señala.
Sus referentes son sus “compañeros de ruta” de los cuales tres son claves en su vida: su pareja con quien comparte la vida hace 25 años, su exjefa y antecesora en el cargo que hoy ocupa y una colega abogada y escribana que me acompaña y complementa hace muchos años. “Ellos me han dado luz en momentos difíciles, me han enseñado mucho, pero por sobre todo, han confiado en mí y me han apoyado siempre”, le contó Lorenzi a Woman Times.
¿Qué te motivó a trabajar en el área que hoy te desempeñas?
Aunque hubo un momento de mi primera infancia en el que soñé con ser maestra como mi abuela, en la escuela me di cuenta de que lo que más me entusiasmaba era resolver problemas, siempre andaba involucrada en causas que me parecían justas, tratando de sumar para solucionar y contener a los más desvalidos por lo que estudiar abogacía pareció lo más natural. De todas formas, concreté ambos sueños, porque además de abogada soy docente universitaria.
¿Cómo fue el proceso de llegar a la directoria del Departamento Legal de KPMG?
Ingresé a KPMG Uruguay en plena crisis de 2002, momento en que casi todos los recién egresados ponderábamos emigrar. En los rumbos que he tomado siempre hubo una dosis de suerte y otra muy grande de preparación, paciencia y tesón. La dosis de suerte fue un encuentro casual con un docente mío, que hasta hoy trabaja en KPMG, que me comentó que había un llamado abierto. Éramos 10 los que competíamos por un puesto, supe después que además de la prueba técnica me ayudó tener un CV que mostraba las ganas y la necesidad de ir a más y que pesó también un trabajo social que había hecho en un consultorio barrial del Cerro.
En estos ya 20 años en la consultora aprendí y sigo aprendiendo muchísimo, en especial a lidiar conmigo misma, que siempre es la batalla más difícil porque soy bastante autoexigente. En KPMG aprendí de una larga e ininterrumpida cadena de colegas que me enseñaron muchas cosas; traté siempre de dar lo mejor de mí y de seguir mejorando, siempre compitiendo conmigo misma y con mis debilidades, que a veces también fueron mis fortalezas. Un recorrido que tuvo curvas y cuestas empinadas, pero también rectas y cuestas descendentes, que tuvo empujones y guías, y que siempre viví con intensidad y enorme compromiso.
¿Qué dificultades encontraste por el camino, o cuáles observas que se enfrentan las mujeres en general para llegar a posiciones de liderazgo?
En mi camino personal lo más difícil fue tomar conciencia de mis potencialidades y de mis debilidades, así como también de mis sesgos machistas que corren como un programa automático fruto de mi generación. Hay actitudes que vivía y aceptaba como naturales, que poco a poco comencé a ver que no lo eran. Por ejemplo, aunque a veces no estuviera de acuerdo con ideas de colegas hombres, detecté que me costaba mucho más disentir con ellos o decirles que no estaba en condiciones de asumir un trabajo por razones de tiempo que si la contraparte fuera una mujer.
Cuando uno trabaja en uno mismo ese velo cae y se producen resistencias que te colocan a veces en un lugar incómodo. Es genial estar rodeada de gente muy inteligente intelectualmente, pero a veces esa también puede ser una barrera para desarrollar más inteligencia emocional a nivel individual y colectivo, lo que es crítico para sostener un modelo de gestión que se sustenta en el trabajo en equipo. Cada desafío que se me presentó siempre estuvo vinculado con egos propios o ajenos. Trascender las individualidades, buscar incansablemente mejorar mis habilidades y conocimientos, así como las del equipo, velar por el bienestar, la equidad y el buen hacer colectivo, así como cruzarme con buenas personas y referentes que al final del día quieren lo mismo, son los aspectos que creo que me han ayudado a superarme y que conforman el “hilo azul” que me arrastró al espacio que ocupo hoy, que lo vivo cotidianamente con el compromiso de mejorarlo para quienes vengan después.
¿Cómo ves la inserción de las mujeres en la gestión empresarial hoy?
Hoy las mujeres tenemos un rol trascendente en la gestión empresarial por varias características de nuestros modos de hacer, que coadyuvan a lograr el éxito de las organizaciones. Éxito en el sentido de lograr los objetivos de rentabilidad y eficiencia que buscan los inversores, pero de una forma equilibrada que contemple la integralidad y las vicisitudes de las personas que conforman las estructuras. No podemos olvidar que las empresas no son entelequias con vida propia, sino que avanzan al ritmo, inteligencia, compromiso y energía de sus componentes, por eso, es crucial contar con equipos nivelados donde las mujeres avancen al ritmo de sus capacidades sin barreras de ningún tipo y menos de las de género.
Las mujeres son excelentes administradoras de recursos, pero además generalmente muy empáticas a la hora de tomar decisiones, lo que hace que los cambios sean más sutiles y ocasionen menos puntos de dolor y resistencias. Por supuesto que esto no implica que mi ideal sea una gestión exclusiva de mujeres, porque los hombres tienen características que les son propias y que sin dudas también son imprescindibles en los equipos. A lo que apunto es a que lo sensato y justo es conformar equipos diversos donde se respeten nuestros aportes y no se nos perjudique consciente o inconscientemente por cuestiones atinentes al género (no contratación cuando vamos a ser madres, ascensos más lentos por maternidad o bonos más bajos por ausencias por licencia maternal, aunque hubiéramos alcanzado mayor productividad, temas vinculados con el acoso moral o sexual, que tanto daño nos hacen y un largo etcétera).
¿Cuál era el porcentaje de mujeres desempeñándose en posiciones de liderazgo en las empresas que trabajaste? ¿Y en KPMG?
En las empresas para las que trabajé, salvo en una cuyo giro está asociado a cuidados, siempre las posiciones que conllevan liderazgo estaban ocupadas por hombres. En KPMG Uruguay, hoy por hoy, a la mesa de socios han llegado varias mujeres que representan un tercio de los componentes y si consideramos puestos de dirección y gerencias, que naturalmente son puestos de liderazgo, la participación femenina es mayoritaria.
¿En tu opinión el tema de la equidad en las empresas está avanzando?
Se ha avanzado muchísimo pero aún queda bastante por hacer. Todavía existen equilibrios por lograr y desigualdades o inequidades por erradicar. En todo este tema, en lo personal me preocupan dos cosas: por un lado, que no se hinque el diente en forma auténtica a este asunto y se lo haga superficialmente por ser “políticamente correcto”. Por otro lado, el efecto péndulo que está implícito en cualquier lucha, esto es, una oscilación incontrolada de un extremo a otro. Para atacar esto es importante no perder de vista el eje de discusión, que es el logro de igualdad de oportunidades y un trato ecuánime sin diferencias por razones de género.
¿Qué es lo que más te sorprende y te motiva en tu trabajo?
Me sorprende cómo paulatinamente, tanto en mi trabajo como en otras empresas, el volumen de tareas administrativas burocráticas y de control han ido ganando terreno y consumiendo mucha energía que podría ser volcada a tareas de mayor valor agregado, a innovación, a desarrollar más pensamiento crítico.
Me motiva la libertad de ser yo misma, que siempre he tenido y que me permite plantear y llevar adelante otras formas de hacer y pensar en colectivo, desarrollar espacios de mayor bienestar y profesionales con una impronta especial, que identifican las necesidades de nuestros clientes y lo dan todo por brindar un servicio de excelencia que nos ha permitido crecer mucho en estos últimos años.
¿Algún consejo que te gustaría dejar respecto a este tema?
Me parece importante recalcar, sobre todo a los más jóvenes, la importancia de encontrar el lugar indicado para cada uno, donde prime buen clima y posibilidades de superarse y donde se pueda ser uno mismo, seas hombre o mujer —para mí la máxima expresión de libertad— y también donde se te apoye cuando tocan tiempos difíciles. Todo eso ha estado y está presente siempre en las largas jornadas que transitamos en KPMG y hacen las cosas ciertamente más fáciles.
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