Pati Ruiz Corzo, como directora de la Reserva de la Biósfera Sierra Gorda en Querétaro, fundó el Grupo Ecológico Sierra Gorda en 1987. Desde entonces, ha involucrado a las comunidades locales en la conservación ambiental, logrando importantes avances en reforestación, regeneración natural y en el mercado de carbono, lo que ha beneficiado a los propietarios de tierras y promovido prácticas sostenibles.
La Reserva de la Biósfera Sierra Gorda, situada en el norte de Querétaro, es un paraíso natural de relevancia global que abarca 32.02% del territorio del estado. Este espacio, considerado uno de los macizos boscosos mejor conservados del centro de México se extiende sobre 383,567 hectáreas de bosques, selvas y matorrales.
El 70% de esta región es propiedad privada, 27% es comunal o ejidal y 3% es federal. Aquí, 100.000 personas residen en 638 comunidades, de acuerdo con información de Grupo Ecológico Sierra Gorda, compartiendo su hogar con una biodiversidad excepcional que incluye 110 especies de mamíferos –siendo la segunda área natural protegida más rica del país–, 342 especies de aves y 131 especies de reptiles y anfibios, entre otros cientos de especies de mariposas, hongos y peces.
Para Martha Isabel “Pati” Ruiz Corzo, fundadora y directora general de Grupo Ecológico Sierra Gorda (GESG), la conexión con esta tierra fue inmediata y profunda. Corría la década de 1980. “Fue un momento de mucha magia. Estábamos pensando en comprar una casa de verano. Entonces, llegamos a caballo, y en el camino llegamos a una cañada rústica, profunda, sonora. Miro hacia arriba, y estaba un cielo azul, exagerado, como si le hubiera caído un bote de tinta; bellísimo. A la altura de mis ojos estaba una neblina espesa metiéndose entre los arbustos. Fue un momento de tantísima belleza, que tocó mi alma”, rememora Pati, para Woman Times.
Ese fue el momento que le cambió la vida. Y decidió que aquel lugar, rodeado de flora y fauna sería su nueva casa: “Ya teníamos muchos años, Beto (su esposo) y yo buscando otro camino, porque modernos no queríamos ser”.
Pati dejó el trajín de la ciudad. Ella era maestra de música en la Escuela JF Kennedy de la Ciudad de Querétaro. “Nunca tuve temor de nada. El primer año me vine yo sola con los niños (sus dos hijos) a vivir en la montaña, porque mi esposo tenía una oficina grande en Querétaro con muchos clientes. Desde el principio no extrañé nada. Pasaron dos meses y yo estaba feliz. Entonces me di cuenta de que yo era extranjera en la ciudad y aquí (en Sierra Gorda) había llegado a mi hogar”.
Aprendió los secretos de la vida simple; a cocinar con leña, no tenía luz, ningún tipo de ayuda. Era autosuficiente: “Es una vida con mucho trabajo”, dice. Sin embargo, notó que tanto como ella como los otros pobladores podrían beneficiarse teniendo, por ejemplo, estufas ahorradoras y huertos.
“Cada vez que salíamos del rancho a Jalpan (una población también al norte del estado de Querétaro) a surtirnos, veíamos nuevos basureros, aperturas desorganizadas de caminos, tala de árboles […] Yo le decía a mi esposo que esto me parecía una ofensa, me preguntaba si las tierras tenían dueño, y de ser así, por qué lo permitían”.
Fruto de esta indignación, Pati decidió poner manos a la obra, junto con miembros locales, el director de educación, de salubridad, amigos y parientes. “Así nació Grupo Ecológico Sierra Gorda en 1987. Yo era una muchacha”, recuerda.
Pati dice que han sido miles los aprendizajes a partir de la fundación del Grupo. “Curvas de aprendizaje gigantescas, largas, costosas y pesadas”. Recuerda que, durante 25 años, los principales objetivos del Grupo fueron la reforestación y la educación para generar consciencia sobre el cuidado de la región. “Plantamos seis millones de árboles […] En el año 2014, ya con árboles de 20 metros de altura; gordos, hermosos. En tres meses se pusieron rojos. Los atacó el gusano descortezador, y los mató. A más de la mitad de ellos”.
Esta fase de reforestación, recuerda, ya la tenía validada con Gold Standard, que es uno de los mercados voluntarios de reducción de emisiones con gran reputación a nivel internacional. “Fue un aprendizaje bárbaro; por eso ya no reforesto. Me costó aprenderlo. Y es que hice lo que me indicaron la CONAFOR (Comisión Nacional Forestal), la Forest Service (Servicio Forestal de los Estados Unidos). Mis reforestaciones eran famosas. Aprendí que en un terreno que se regenera de manera natural, hay hasta 16 especies diferentes de árboles, cuando en una reforestación hay dos o tres. Así que hay una diferencia tremenda entre una reforestación y una regeneración”.
Esta fue una de las más grandes lecciones que le ofreció la madre naturaleza a Pati. En la regeneración natural, explica, hay arbustos, plantas medicinales, diversidad de árboles, etcétera; lo que también permite atraer fauna diversa.
Pati ha logrado que opere de manera continua un movimiento ambiental con base social. Ha transformado las prácticas de gestión de recursos naturales de las poblaciones locales, y logró reorientar la inversión pública, vinculando a las autoridades gubernamentales a través de la educación ambiental. A través de Grupo Ecológico Sierra Gorda, también lleva a cabo acciones de capacitación para la diversidad productiva, la gestión de residuos sólidos, prácticas regenerativas en suelos y bosques, producción de alimentos, aprovechamiento de recursos forestales y turismo comunitario, entre muchas otras actividades.
“Cuando Grupo Ecológico inició su trabajo, siempre tuvo la misión de incluir a las comunidades locales. Siempre hemos tenido un modelo de conservación participativa […] Es una búsqueda constante de oportunidades para las comunidades locales. Siempre nos pareció lo más justo retribuir a los dueños de los bosques por sus servicios de captura ecológica, de captura de carbono”.
Pati dice que un bosque sin valor siempre estará amenazado, porque entonces se convierte en una especie de barrera comercial, y comienza, por ejemplo, la quema para convertir al terreno en pastizales, hay tala de árboles para comercializar la madera o se convierten en tierras agrícolas.
El mercado de carbono
En el año 2012, el Grupo fue abalado por el Gold Standard, un esquema de certificación para financiamiento climático, con los criterios para el mercado global del mercado voluntario CCB (Climate, Community & Biodiversity) y VCS (Verified Carbon Standard). Sin embargo, explica, este resultó ser un proceso oneroso y difícil de gestionar, debido a que los propietarios de los bosques prácticamente no tenían documentación: “No tenían ni acta de nacimiento, ni CURP, ni INE, prácticamente no tenían personalidad ciudadana. Así que hubo que habilitar todo de cabo a rabo”, recuerda.
Pati concluyó que ninguno de los protocolos globales eran justos, ni estaban pensados para el contexto real en el que la gente vivía, por lo que resultaba casi imposible aterrizarlos: “Creció dentro de mí una profunda indignación, porque se estaba evitando que los recursos llegaran al campo, a los propietarios. Los desarrolladores de carbono se rigen por esos protocolos que no toman en cuenta a la gente que es dueña de los bosques”.
Finalmente, se acercó al gobierno de Querétaro y a la Secretaría de Desarrollo Sustentable (Sedesu), donde encontró apertura para su proyecto, e incluso le pidieron que tropicalizara el Protocolo de Kioto –instrumento para poner en práctica lo acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático–. Esto permitiría que el apoyo llegara directamente a los propietarios de los bosques. “El mismo Mathis Wackernagel (co-creador del concepto Huella Ecológica) vino a Querétaro, porque fue el primer estado del país que hizo su evaluación de emisiones de carbono. Wackernagel, personalmente, introdujo ese estudio para determinar la huella ecológica del estado de Querétaro”.
Con este proceso se ganó experiencia. Además, se aprobó un primer impuesto de carbono –que grava la emisión, derivada de procesos productivos, de bióxido de carbono, metano, óxido nitroso, entre otros gases contaminantes–. El proyecto de GESG también permitió desarrollar un protocolo para generar políticas públicas climáticas a nivel subnacional, y desarrollaron guías de transparencia temática, que es una iniciativa de Naciones Unidas para la reducción de emisiones más allá de los mercados, explica.
“Nuestro protocolo hace que llegue a los bolsillos de los propietarios (de los bosques) el 85% de las transacciones, y no al revés, como los protocolos globales, que le dan a los propietarios algo desproporcionado”, dice. De acuerdo con el documento Ecosistema de Carbono Integral, del 40 al 60% del precio de los créditos de carbono en el Mercado Voluntario de Carbono (MVC) va a los intermediarios, dejando una pequeña fracción a los administradores de la tierra en comunidades vulnerables.
Actualmente, está en marcha, en Querétaro, la implementación del Ecosistema de Carbono Integral (ECI), que fue posible con el apoyo de SEDESU, el sector privado, ONG, SiGREEN Connect de Siemens, ESTAINIUM, Callirius Marketplace, y apalancados de la experiencia de Grupo Ecológico Sierra Gorda, para permitir la compensación efectiva bajo el esquema local de impuesto al carbono –que está sujeto a la solicitud del Sello Estatal de Emisiones Bajas en Carbono–. Esto es, del impuesto que deben pagar las empresas por emisiones de carbono, pueden compensar hasta el 20% contribuyendo a proyectos locales de carbono de alto impacto.
El esquema permite, con precisión y transparencia, conocer el destino de las contribuciones y supervisar el impacto de la aplicación de los proyectos sobre el terreno. Además, las empresas pueden elegir los proyectos locales que impactarán dentro de Querétaro y México.
“Estamos buscando que todas las empresas, no solo las grandes, sino las medianas, el público en general, nos solidaricemos con este mecanismo de transparencia […] Nuestro proyecto es de otro nivel, con un verdadero impacto sobre la biodiversidad”.
Entre el año 2020 y 2024, se han beneficiado del esquema ocho ejidos forestales y 120 propietarios. Además, 32,847 hectáreas se encuentran bajo manejo regenerativo del proyecto “Carbono Biodiverso en la Reserva de la Sierra Gorda”, y se han compensado 357,043 toneladas de carbono.
“Para las comunidades locales son muy beneficiosos estos pagos; reciben más recursos que los que recibirían por madera, agricultura o ganadería. Lo que estamos ofreciendo es un beneficio creciente a los poseedores de la tierra”.
De aquí a finales de año, explica Pati, habrán logrado beneficiar a otros 100 propietarios de los bosques. También se encuentran revisando nuevos predios para integrarlos a este protocolo. Se expandirán al estado de San Luis Potosí, la Sierra Gorda también toca ese estado: “Es la misma biorregión”. Además, se expandirán a nuevos municipios, dentro de Querétaro, como Cadereyta. “Tenemos planes de ir preparando más expedientes, más beneficiados, verificar más tierras, abrir nuevos nichos de mercado”. También están buscando la manera de replicar el modelo y crear áreas de conservación en otros estados del país.
“Mi reto es consolidar el Sello Querétaro, que sea una política pública tan aceptada, tan popular, de tanto beneficio y transparente, que garantice su perpetuidad. Que los empresarios estén orgullosos, contentos de hacer un rescate de la madre naturaleza”.
Con todo y los efectos tan abrumadores del cambio climático, Pati tiene esperanza. Ella confía en que, aunque vivimos una crisis climática, que no tiene marcha atrás, es un buen momento para que haya un despertar. “Creo que tenemos una fuerza grandísima en el corazón, que es la voluntad. Debemos ser capaces de reconocer como patria a la naturaleza, como nuestro patrimonio natural sagrado, valiosísimo y milenario. Debemos despertar. Mi esperanza es que de esta crisis salgan los seres más luminosos y que reconozcan en la tierra su propia causa”.
“Pati” Ruiz Corzo es miembro de la Junta Directiva de Forest Trends y Leaders pour la Paix. Algunos de sus galardones: 2001 Schwab Foundation; Ashoka Foundation, en 1996 como emprendedora excepcional; 2002 Rolex al emprendimiento; 2012 National Geographic- Buffet Premio por liderazgo en la conservación en América Latina; el World Legacy Award 2017 (de National Geographic); Campeón de la Tierra en 2013, por el PNUMA, entre muchas decenas más.
“Me hace muy feliz que tengo muy clara mi causa. Que esta causa es mi pasión. Todo este trabajo me da la oportunidad de servir, y ese es mi objetivo, porque quiero irme de esta vida con las manos llenas”.
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