La terapeuta ocupacional y activista Carolina Muñoz comparte su historia personal y profesional en Soy neurodivergente, un libro que acompaña a quienes reciben un diagnóstico de autismo o TDAH en la adultez. Con un enfoque empático y honesto, la autora invita a cuestionar estigmas, abrir conversaciones y validar experiencias que durante mucho tiempo fueron invisibilizadas.
¿Te has preguntado alguna vez si eres neurodivergente? ¿Sabes qué implica vivir con autismo o TDAH más allá de los estereotipos? Soy neurodivergente – editado por Penguin Random House- es el nuevo libro de Carolina Muñoz, terapeuta ocupacional, activista y creadora de la comunidad @mujerneurodivergente en Instagram, un espacio que ha acompañado a miles de personas adultas en su camino hacia el diagnóstico y la autoaceptación.
Con una escritura cálida y cercana, Carolina entrelaza su experiencia como mujer autista y TDAH con su formación profesional, ofreciendo una guía práctica y cercana. “No doy fórmulas mágicas, pero sí comparto herramientas, reflexiones y preguntas que me han servido a mí y a otras personas neurodivergentes adultas”, asegura.
En esta conversación, habla sobre el proceso de escribir el libro, los desafíos que enfrentan las personas neurodivergentes en la adultez y la potencia política de nombrarse desde la diferencia.
¿Cómo fue el proceso de entrelazar tu experiencia personal con tu formación profesional?
Fue un proceso súper intenso, vulnerable y sanador. Por un lado, necesitaba contar mi historia como autista y TDAH con diagnóstico tardío, con todo lo que eso removió en mí. Y por otro, mi formación como terapeuta ocupacional me daba herramientas para ordenar esa experiencia, para ponerle nombre a cosas que sentía hace años. El libro se escribió desde mis propios procesos de duelo, de reconstrucción, de rabia, de alivio… y también desde las ganas de ofrecerle a otras personas algo que yo no tuve cuando empecé a buscar respuestas.
“Quise escribir el libro que me habría gustado tener cuando empecé a buscar respuestas.”
¿Qué esperas de quienes se encuentren con Soy neurodivergente?
Lo que más me importa es abrir conversaciones. Que las personas se sientan acompañadas, que les haga sentido algo de lo que leen. Me encantaría que funcione como una especie de espejo o brújula. No doy respuestas únicas, pero sí herramientas y preguntas que pueden ayudar en ese proceso. Espero que quienes lo lean se sientan menos solas, más comprendidas y con más permiso para ser quienes realmente son.
¿Qué significó para ti recibir un diagnóstico tardío?
Fue un antes y un después. Todo empezó a tener sentido, pero también fue doloroso. Mirar hacia atrás con otros ojos, repensar toda tu historia. También cambió mi forma de relacionarme con el entorno: aprendí a poner límites, a priorizar mi bienestar sensorial. Pequeños gestos como compartir una siesta con mi gato Panqueque o dejar que mi gata Paloma se enrosque a mi lado se convirtieron en parte de un autocuidado que antes ni imaginaba.
Nombrarte como “mujer neurodivergente” es una afirmación personal pero también política. ¿Qué papel juega el lenguaje en este proceso?
Fue una decisión política. Decir “esto soy” me dio fuerza, me ayudó a tomar el control de mi narrativa. Al principio me costó, tenía un perfil muy privado, sin mostrar mi cara. Pero cuando la comunidad empezó a crecer, sentí que era el momento de mostrarme sin miedo. El lenguaje es clave: visibiliza, legitima, da poder. Ponerle nombre a lo que sentimos nos da poder, nos permite existir con más libertad.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan los adultos neurodivergentes en Chile y Latinoamérica?
Hay muchas barreras: el diagnóstico es costoso y escaso, y muchas veces no se toma en serio. Además, persiste una visión infantilizada de la neurodivergencia, como si solo existiera en niños. Eso hace que muchas personas lleguen al diagnóstico después de años de sufrimiento o que nunca lleguen. También faltan profesionales que aborden esto desde un enfoque respetuoso, no patologizante.
Has creado una comunidad muy activa en @mujerneurodivergente. ¿Cómo ha influido en la escritura del libro?
Ha sido fundamental. Me hizo sentir que no estoy sola y que lo que compartimos tiene valor. Muchas de las reflexiones del libro nacieron de conversaciones con la comunidad. Hay una necesidad urgente de ser escuchadas, de compartir experiencias y sentirnos validadas.
“Nos enseñaron a adaptarnos, pero no a cuestionar. La neurodivergencia en mujeres sigue siendo invisibilizada.”
¿Qué mitos sobre el autismo y el TDAH te parece urgente derribar?
Muchos. Que las personas con TDAH somos flojas, que el autismo “se nota” siempre, que si ya eres adulta no tiene sentido un diagnóstico… Todo eso hay que desmontarlo. Este libro intenta hacerlo mostrando la complejidad y diversidad de las experiencias reales.
¿Crees que el género influye en cómo se vive o diagnostica la neurodivergencia?
Sí, el género influye muchísimo. A las mujeres se nos enseña a agradar, a adaptarnos… entonces muchas pasamos desapercibidas. Y cuando pedimos ayuda, muchas veces nos dicen que es ansiedad, que estamos exagerando. Hay una invisibilización muy fuerte hacia las mujeres neurodivergentes, especialmente si además no somos blancas, o si somos pobres, o si tenemos otras condiciones.
¿Qué te gustaría que pasara después de este libro?
Seguir creando espacios de formación, de comunidad y de acompañamiento. Me encantaría combinar lo terapéutico con lo educativo. Pero por ahora, estoy disfrutando mucho este momento. Es fuerte, es vulnerable, pero también muy hermoso.