La respuesta no es tajante. O sea sí, por número sí se puede dar vuelta una elección. Porque en Chile sufragamos más que los hombres (hay una diferencia de 200 mil o 300 mil votantes). Pero las mujeres votamos de manera muy heterogénea. A partir de los 2000, eso sí, el voto femenino es menos conservador.
“Las mujeres consistentemente nos hacemos parte más activa de la democracia, no se trata de una moda porque los temas de género estén agarrando vuelo ahora”, dice Valentina Rosas, cientista política de la Universidad Católica, máster en Políticas Públicas de la Universidad de Oxford y miembro de la Red de Politólogas Chile.
La especialista explica que cuando el voto era obligatorio, hombres y mujeres votamos más o menos por igual, pero cuando se volvió voluntario, eso cambió y hoy somos nosotras quienes votamos más.
“Las mujeres votamos muy heterogéneamente, no se puede concluir que votamos de una forma. Pero sí por la cantidad de votos, porque votamos más que los hombres y porque hay en general ciertas tendencias, efectivamente se puede dar vuelta una elección, porque son 200 mil o 300 mil votos extra, pero esas mujeres no votan por igual. En el plebiscito las mujeres menores de 30 fueron las que más votaron, pero las mujeres mayores de 60, probablemente por las condiciones sanitarias, no fueron a votar y, por lo tanto, no sabemos qué estarían pensando de la Constitución o del contexto político actual, porque hay muchas mujeres a las que les perdimos el rastro electoral y, obviamente, hay que hacer todos los cruces y ver cómo cambia el voto en comunidades indígenas, en zonas rurales, personas jóvenes, más viejas, pero sí hay ciertas tendencias”, comenta Valentina Rosas.
Por ejemplo, dice, en los 90 y, a principios de los 2000, las mujeres votaban más conservadoramente. “En general, votaban más por Lavín que por Lagos. Y en el último tiempo eso ha ido cambiado. Y las mujeres tienden a votar por las candidatas presidenciales mujeres, las mujeres tienden a votar más por Bachelet o por Matthei. Y, últimamente, según encuestas como Criteria, las mujeres valoran el estallido social y las movilizaciones. Entonces ha ido cambiando la agenda que mueve a las mujeres que votan, pero no por eso podemos asegurar la posición política de las mujeres.
Además, dice la experta, “no existe evidencia en el mundo de que una elección se haya decidido sólo por mujeres pero sí hay tendencias como, por ejemplo, que en Estados Unidos los demócratas tienen más votantes mujeres; y los republicanos, más hombres. Pero, como comentario general, es incorrecto homogeneizar el voto de la mujer. Hay muchos grupos que se interconectan con el voto femenino y que hacen que todas esas diferencias de religión, de zonas de género, de zonas rurales, de pueblos indígenas, de vivir en zonas aisladas, de ser migrantes, etc, entren en la juguera de quien hace la diferencia de quien gane finalmente”.
Marcela Guillibrand, co-coordinadora de la iniciativa Ahora Nos Toca Participar, traductora y comunicadora social coincide con Valentina Rosas en que tras la implementación del voto voluntario en 2012 “cayó la participación electoral, pero también se generó un cambio proporcional de la participación electoral de las mujeres: estas votan más que los hombres, especialmente en grupos más jóvenes, menores de 40 años”.
Según ella, “uno de los aspectos que se han analizado para justificar este comportamiento dice relación con la sororidad y la solidaridad entre mujeres, la irrupción de figuras públicas en la política con potencial, que tímidamente comenzaban a hacer su aparición y hacernos sentir identificadas con sus programas (…) Esto se vio explícitamente en las elecciones de 2013, donde la brecha histórica más amplia en favor de las mujeres se produjo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, cuando fueron candidatas Michelle Bachelet y Evelyn Matthei. En esa elección las mujeres participaron un 16% más que los hombres, habiendo ya controlado el efecto demográfico de que existen más mujeres en Chile.”
Y agrega: “Y lo vimos recientemente en el proceso para lograr la paridad en una posible Convención Constitucional, gracias a los acuerdos desde distintos sectores políticos partidistas, quienes, en bloque junto al impulso de organizaciones de la sociedad civil histórica y también de los nuevos movimientos, lograron este hito histórico para el mundo. La alta participación no sólo del Plebiscito de entrada que aprobó la redacción de una nueva Constitución política, sino también el alto número de candidatas a Convencional Constituyente que se presentaron tanto a este proceso como a otros espacios de dirección como las municipales. Estos cambios concretos -que aún son pocos en cuanto a porcentajes de representatividad de las mujeres en la vida política- son avances concretos en cómo vemos nuestro rol, que en este caso, con nuestros votos podemos cambiar la fisonomía de estos espacios de toma de decisión”.
Según ella, además de los temas, de salud, educación, pensiones y otros, los de género son importantes a la hora de decidir el voto de una mujer. “Creo que no da igual un programa presidencial que reduce la garantía de nuestros derechos a uno que los promueve o hace el intento por hacerlo y que tiene intenciones de avanzar hacia una sociedad feminista donde prime el reconocimiento de nuestros derechos fundamentales como sujetas de derecho y la reivindicación de que ninguna persona debe ser privada de ningún bien o derecho a causa de su sexo. Ver equipos que acompañan a las candidaturas que no contemplan los mínimos que se han ido instaurando, como por ejemplo la paridad, sin duda tienen un peso en nuestro voto, y aún más en las medidas programáticas”.
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