Este movimiento nació en los años 70 gracias a Françoise d’Eaubonne, discípula de Simon de Beauvoir. A grandes rasgos, se plantea que la dominación y explotación de las mujeres, y la dominación y explotación de la naturaleza, tienen un origen común: el patriarcado.
Hay muchas variantes del ecofeminismo y es imposible resumirlas en un artículo, pero centrémonos en la más difundida y “revolucionaria”. El término ecofeminismo nació gracias a Françoise d’Eaubonne, quien en la década de los ’70 se “enfrentó” (teóricamente hablando, se entiende) a su mentora, Simon de Beauvoir, para quien las mujeres debían ser consideradas cultura, no naturaleza.
En su ensayo “El feminismo o la muerte” (1974), Françoise criticaba a la modernidad, pero estableciendo la conexión ideológica que genera la explotación de la naturaleza y la de las mujeres, y el control de la fecundidad de las mujeres y la fertilidad de la tierra por parte del patriarcado.
Junto con ella, muchas otras pensadoras elaboraron ideas similares en distintas parte del mundo: Vandana Shiva, filósofa y escritora india, por ejemplo, escribió artículos y libros sobre temas de resistencia en torno a la desigualdad de género, explotación de la naturaleza y colonialismo de las ideas de progreso y desarrollo occidentales en las comunidades rurales de la India; Maria Mies, socióloga y escritora alemana ha participado activamente en movimientos feministas y ecológicos; Bina Agarwal, economista y académica india ha desarrollado temas de igualdad de género y desigualdad económica; Deborah Slicer, poeta, filósofa y académica estadounidense ha equiparado la sumisión de las mujeres y la de los animales por el orden patriarcal, donde suele aplicarse “la ley del más fuerte”; y Karen J. Warren, filósofa estadounidense ha profundizado en las bases del ecofeminismo a través de la investigación académica.
Según Françoise d’Eaubonne, el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres sería el factor principal que nos ha conducido a la crisis ecológica actual. El hombre, al convertirse en el dueño de la fertilidad de las mujeres y de la tierra, inició una carrera expansiva desmedida que nos habría llevado hasta la superpoblación, la contaminación y el agotamiento de recursos.
Pero lo importante es no entender el ecofeminismo como algo “femenino”: No arrinconarlas en un espacio reproductivo. Y tampoco se trata de ponerlas al mando del “rescate del planeta y la vida”. No. Lo que se busca es visibilizar el sometimiento, las responsabilidades y corresponsabilizar a hombres y mujeres en el trabajo del cuidado y la supervivencia.
Un dato interesante que entrega la pensadora Alicia Puleo en su libro “Ecofeminismo para otro mundo posible”: apenas el 1% de la propiedad de la tierra está en manos de las mujeres.
WT
Sé el primero en comentar