El Metro de Santiago, con más de 140 estaciones en siete líneas, es una de las principales arterias de transporte público de la capital chilena. Sin embargo, los nombres de sus estaciones revelan patrones de selección que despiertan inquietudes, especialmente en lo que respecta a la representación de género.
Los criterios utilizados para nombrar las estaciones se centran en una combinación de hitos históricos, personajes relevantes, ubicaciones geográficas y, en algunos casos, eventos culturales. La selección involucra consultas ciudadanas y propuestas de municipalidades e instituciones culturales. En particular, dos estaciones llevan nombres de presidentes de la República: Manuel Rodríguez (Línea 3) y Pedro Aguirre Cerda (Línea 5). Además, varias estaciones hacen referencia a figuras del periodo de colonización de América y su posterior independencia, como Cristóbal Colón (Línea 4), Simón Bolívar (Línea 4) y Vicente Valdés.
Ocho estaciones en total rinden homenaje a santos y sacerdotes, tanto hombres como mujeres, incluyendo San Miguel (Línea 2) y San Pablo (Línea 1). Sin embargo, a pesar de la vasta historia y las contribuciones de las mujeres en diversos campos, solo nueve estaciones llevan nombres femeninos: Santa Isabel, Gruta de Lourdes, Santa Ana, Elisa Correa, Trinidad, Las Mercedes, Santa Julia, Santa Rosa e Inés de Suárez. Este escaso porcentaje resalta la inequidad de género en la selección de nombres, que se concentra predominantemente en figuras religiosas y políticas. Por ejemplo, Gruta de Lourdes se refiere a un santuario mariano, mientras que Santa Ana toma su nombre de la iglesia cercana dedicada a la madre de la Virgen María. La representación femenina tiende a limitarse a áreas como la religión, dejando de lado otras disciplinas como las artes, la ciencia o el activismo social.
Esta tendencia se alinea con la subrepresentación de mujeres en otros ámbitos de la vida pública en Chile. Según registros del Consejo de Monumentos Nacionales, solo el 4,7% de estatuas, bustos y placas conmemorativas en las principales ciudades están dedicadas a figuras femeninas. La escasa visibilidad de mujeres en los nombres de las estaciones refleja una historia que ha relegado sus contribuciones y logros.
La falta de nombres femeninos en las estaciones del Metro de Santiago no solo expone una desigualdad de género en la representación urbana, sino que también plantea una oportunidad para reconsiderar los criterios de selección en el futuro. Promover una mayor diversidad en la nomenclatura de espacios públicos podría ayudar a reequilibrar la visibilidad de las mujeres en la esfera pública, reconociendo así sus importantes contribuciones a la historia y cultura del país.
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