La soledad no deseada es un flagelo social que mata a más personas en el mundo que la obesidad y que motivó a Japón y Reino Unido a crear el Ministerio de la Soledad. Según una investigación, uno de cada cinco millennials reconoce estar solo, no tener ningún amigo íntimo con quien hablar, desahogarse y compartir sus preocupaciones.
En pleno siglo XXI, en el auge de la hiperconectividad y la inmediatez, se vive una verdadera epidemia difícil de controlar: la soledad no deseada. Y es que entre estar solos y sentirnos solos hay un abismo de diferencia. La soledad elegida, por una parte, puede convertirse en una valiosa experiencia de descubrimiento interior o en una oportunidad de regeneración física y mental, mientras que la no deseada se refiere a la experiencia subjetiva de insatisfacción sobre la calidad o la cantidad de relaciones sociales.
Víctor Hugo, el famoso poeta y novelista francés escribió: “Todo el infierno está contenido en esta palabra: soledad”. Pero peor aún es la sensación de soledad. Está comprobado que cuando las personas se sienten solas, valoran de manera más negativa la compañía de otros, por lo que se tienden a aislar aún más, creando un círculo vicioso. Así, se van perdiendo los vínculos sociales y se sumen en un discurso interior pesimista que refuerza el sentimiento.
La soledad no es meramente un estado físico ni la ausencia de lazos sociales, es un estado mental. Podemos sentirnos solos aun cuando estemos rodeados de gente o bien se puede experimentar lo contrario: estar completamente solos y no experimentar ese estado como una carencia. La soledad no deseada es la sensación que experimenta parte de la población en la que se tiene la percepción de no tener apoyos o alguien con quien contar. No sabe de edad, sexo o estatus social: jóvenes hiperconectados se sienten solos, adultos con familia que se sienten igual y los adultos mayores, el grupo de mayor prevalencia, muchas veces viven solos en el final de sus días y mueren sin compañía.
Un estudio de la Universidad de Chicago descubrió que cuando una persona se siente sola, su sistema nervioso entra de manera automática en modo supervivencia, que quiere decir que se adopta una actitud híper vigilante que las pone a la defensiva. Además, su impacto se extiende por todo el cuerpo. Otra investigación de la University College de Londres reveló que la soledad crónica conduce a un aumento de hasta el 21% del cortisol, la hormona del estrés, incluso apenas despertamos, lo que a la larga puede traducirse en alcoholismo, tabaquismo, depresión, insomnio, estrés, aparición de demencias y provocar problemas de salud mayores incluso que la obesidad.
En la actualidad, uno de cada cinco millennials reconoce estar solo, no tener ningún amigo íntimo con quien hablar, desahogarse y compartir sus preocupaciones o dichas, según una encuesta de YouGov. Por eso, y considerando que el fenómeno ha llegado a niveles epidémicos, el Reino Unido lo abordó como tema de Estado y creó el Ministerio de la Soledad, que aborda una problemática que en ese país afecta a 9 millones de personas (13,7% de la población). En tanto, Japón, para combatir los suicidios producto del mismo fenómeno, siguió los pasos del país europeo y creó también su propio Ministerio de la Soledad.
Expertos han entregado recomendaciones para combatir la soledad no deseada. En primer lugar recomiendan entender la soledad, abordarla desde una perspectiva positiva y de crecimiento personal; luego estar bien con uno mismo, tomar las riendas de la situación y ser proactivo, como realizar actividades grupales, viajes y buscar el apoyo en personas queridas. Finalmente, utilizar las nuevas tecnologías que nos acercan a las personas para paliar el sentimiento de soledad.
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