A los 15 años el mundo del deporte le interesó a Thalia Piñeiro (26). Al principio le gustaba jugar al fútbol, pero en aquel entonces no habían tantos equipos femeninos y a su madre le disgustaba la idea. Fue cuando conoció a una amiga de su hermana, quien practicaba boxeo, que todo cambió, “probé y desde ese día ya no pude salir más, me atrapó”, comenta. Encontró un gimnasio cerca de su casa para practicar y de ahí en más no paró. Después de un año de entrenar de forma constante, pudo participar de una exhibición (competencia amistosa) y desde ese momento tuvo la certeza de lo que quería: “Me di cuenta de que era lo mío. En ese lugar me sentía completa, no precisaba más nada”, recuerda.
En su recorrido como boxeadora, la principal dificultad que encontró, relata, fue la desaprobación de su madre. “Mi madre no aceptaba, no le gustaba, me decía que era un deporte de varones, que me iban a lastimar. Ella tenía ese pensamiento que, en realidad, es lo que ves de afuera, pero después que entrás en el ambiente te das cuenta que es muchísimo más complejo y que conlleva otras cosas. Hay mucha disciplina, mucho compañerismo, mucho más de lo que uno ve al momento del espectáculo”, afirma.
El tiempo pasó y Thalia fue perfeccionando su práctica, empezó a competir de manera amateur, hasta que en 2022 representó a Uruguay en el Campeonato Sudamericano del Consejo Mundial de Boxeo (WBC) en Balneário Camboriú, Brasil. “Fue la primera vez que salí del país a pelear y fue espectacular, algo nuevo y fuera de la zona de confort de pelear en los gimnasios conocidos. Fue muy intenso el sentimiento. En el estadio éramos muy pocos uruguayos, pero nos sentimos gigantes a la vez. De los que fuimos, cinco llegamos a la final, nos hicimos notar”, recuerda.
En noviembre de este año también debutó en el boxeo profesional de Uruguay en la categoría supermosca (hasta 52 kg) con una victoria ya de entrada. Así, su trayectoria de entrega y constancia a este deporte y los logros que conquistó, hicieron que de a poco la reprobación de su madre se transformara en orgullo.
“Yo lo elegí como un estilo de vida, no podés ser media boxeadora o boxear a veces, o te dedicás al 100% o no lo hacés. No jugás al boxeo, es un deporte muy duro, muy calificado, muy difícil. Quiero vivir para eso y ella empezó a notar estas cosas y lo terminó aceptando, le costó diez años nomás (risas), pero aceptó. Hoy en día le encanta, me va a ver pelear, se emociona, llora y grita”, cuenta.
Lo que se ve arriba del ring es sólo un fragmento de toda la dedicación que hay detrás de este deporte. Son muchas horas de entrenamiento y preparación física, así como cuidados con la alimentación y dar el descanso adecuado al cuerpo. “Todo lo que hagas fuera del gimnasio influye. Es difícil porque a veces los más cercanos no lo entienden. Esta época de las fiestas son un buen ejemplo, te sentás en una mesa y tenés de todo para comer y en realidad tenemos que cuidarnos y muchos familiares no se dan cuenta y te dicen ‘dale, comé un poco’, lo mismo pasa con los cumpleanos y reuniones. A veces nos tenemos que perder un poco estos momentos para estar enfocados en los entrenamientos y en el momento de la competencia y eso te afecta psicológicamente”, considera.
El boxeo, como otros deportes de lucha, sigue siendo mayoritariamente masculino, pero Thalia considera que ese escenario está cambiando e incentiva a otras mujeres a incursionar en este mundo que tanto le apasiona: “prueben, se animen, es un deporte que te hace crecer, hay mucho compañerismo. Ser parte de un equipo en que la mayoría son hombres te hace ver que eso que nos dijeron de ser el sexo debil no es real, tenemos que salir de ese lugar que nos pusieron, salir a pelear, de eso se trata la vida. Toda la fuerza la tenemos adentro y hay que despertarla”, finaliza.
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