Las ingenieras Talit Cotze y Nazaret Ramirez Berrutti, y la bioquímica Ana Mionetto cuentan sus experiencias y los desafíos encontrados en sus áreas.
Los campos de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son fundamentales para las economías nacionales. Sin embargo, la mayoría de los países del mundo no han logrado la igualdad de género en estas áreas y esta es también la realidad de Uruguay.
Actualmente, según datos de la Unesco, las mujeres siguen representando sólo el 28% de los licenciados en ingeniería y el 40% de los licenciados en informática, y en campos como la inteligencia artificial, el escenario es aún más desigual: sólo 1 de cada 5 profesionales es mujer.
Según la información procesada por la Mesa Interinstitucional Mujeres en Ciencia Innovación y Tecnología en Uruguay, entre las personas con estudios universitarios finalizados en áreas STEM, las mujeres perciben como ingreso mensual de trabajo un 26% menos que los varones. Además, los estereotipos asociados al trabajo y a los profesionales en estas carreras, el peso de los roles de género en la sociedad y el poco incentivo o desestímulo del sistema educativo en primaria y secundaria con respecto a la inserción de mujeres en disciplinas científico-tecnológicas, son otros factores que hacen con que el camino hacia la igualdad siga siendo una lucha de todos los días.
Hay, por otro lado, un escenario en movimiento y pleno cambio. Historias como las de las ingenieras Talit Cotze y Nazaret Ramirez Berrutti, y la bioquímica Ana Mionett son ejemplos y se suman a las de tantas otras mujeres que vencieron miedos, dificultades y prejuicios y hoy construyen sus carreras a pasos firmes.
Estas tres profesionales integran distintos equipos en Montes del Plata — empresa del rubro forestal-industrial fundada hace 14 años y socia fundadora de Pacto Global en Uruguay — y hoy comparten sus historias.
“La escasez de modelos femeninos a seguir promueve la falta de confianza”: El camino de Nazaret
Natural de Rivera, Nazaret Ramírez Berrutti tiene 36 años, es ingeniera agrónoma con orientación forestal y Magíster en Ciencias Agrarias por la Universidad de la República. Es madre de una niña de 2 años y medio, y en este 2023 espera a su segundo hijo. Cursó la primera parte de su carrera en el departamento de Salto y la segunda parte en Montevideo, donde vivió su vida universitaria activamente, involucrándose en comisiones internas y asociaciones estudiantiles.
Sobre los desafíos que la acompañaron (y acompañan) en su trayectoria destaca “la escasez de modelos femeninos a seguir” y cómo esta realidad “promueve la falta de confianza” en las mujeres. “Cuando entré éramos cuatro mujeres y 20 varones. Durante toda la carrera, y en todas las experiencias de pasantías, siempre fuimos minoría”, recuerda.
Además, conciliar la maternidad con el trabajo y la investigación, reconoce, le generaba una sobrecarga. “Los tiempos de la ciencia demandan momentos de trabajo extra y eso resuena con la exigencia de la sociedad para dedicar tiempo a la familia. Cuando una logra una buena posición laboral, se generan situaciones de mucho cuestionamiento por dejar a los hijos el horario completo en una guardería, por ejemplo, aún siendo la mejor que se puede aspirar. El ser mujer-madre- investigadora-trabajadora full time, desafía constantemente”, señala.
A pesar de estos desafíos se siente realizada: “estoy ocupando un puesto en una empresa forestal multinacional que no hubiera aspirado hace un tiempo”, dice Berruti, quien actualmente realiza un doctorado en Patología Forestal, un logro más para su extenso currículo.
“Cumplo un rol de investigadora especialista en sanidad vegetal, aportando nuevos conocimientos extraídos de la academia para sumar factores a ser considerados en la ecuación que busca mejorar la productividad”, explica, quien califica a su trabajo actual como “demandante y desafiante”, pero lleno de retribuciones y enriquecimiento profesional.
“Los límites se los pone una, hay que animarse. El miedo está, pero te vas empoderando en el camino”: la trayectoria de Talit
Talit Cotze tiene 25 años, es natural de Colonia del Sacramento y arrancó en la facultad de Ingeniería Química en 2016. “Siempre me gustó la matemática y la química, y siempre fui de preguntarme el por qué de las cosas”, cuenta sobre lo que la motivó a elegir esta área.
Particularmente en la carrera que eligió había una alta participación femenina, pero Cotze era una joven de 18 años que se mudaba a la capital para estudiar y en este cambio los cuestionamientos y dudas también se hicieron presentes. “Cuando arranqué tenía miedo, me preguntaba si sería apta, si tendría las capacidades necesarias, era un tema de confianza. A lo largo de la carrera estas ideas se fueron disolviendo”, recuerda.
La joven, hoy ingeniera formada, tenía un objetivo claro: “cuando yo me fui a estudiar, sabía que quería volver a Colonia y trabajar en Montes del Plata, me puse eso en la cabeza, no sabía si iba a pasar o no, pero me lo propuse”, recuerda entre risas.
Montes del Plata cuenta con una base forestal sustentable ubicada próxima a Conchillas, en el departamento de Colonia. Hace un año, Cotze cumplió el objetivo de volver a su ciudad y trabajar en la empresa: “estoy feliz acá, todos los días aprendo algo nuevo, es desafiante, pero me gusta que así sea”, cuenta la hoy Ingeniera de Operaciones Logísticas.
Aquellos días en que dudó y tuvo miedo, hoy recuerda con orgullo: “no es poco, ahora le doy valor al haber enfrentado este miedo, logrado cursar esta carrera tan linda y volver a Colonia, que era mi objetivo”, afirma.
“A mí me gustaría que las mujeres que sientan que esa es su vocación, que tienen ganas e interés por los temas científicos, no dejen de buscar por miedo de no ser suficientes. No hay ninguna área de la ciencia en la que una mujer no pueda participar por su capacidad, no debería haber limitaciones para que las mujeres puedan desarrollarse”, finaliza.
“De a poquito las minorías van dejando de serlo”: El recorrido de Ana
Ana Mioneto es natural de Colonia, tiene 38 años, se licenció en Bioquímica y luego hizo una maestría en Ciencias Biológicas. Es madre de dos hijos y actualmente es Analista de Laboratorio en Montes del Plata, empresa en que trabaja desde 2015.
En su vida, la curiosidad es una constante y fue lo que la llevó a elegir esta área para formarse. “Siempre, desde chiquita busqué el detalle, salir afuera, mirar los bichitos y las plantas. Una vez que encontré eso en una carrera, me encantó”, cuenta.
“Me gusta mucho lo que hago, trabajo con microorganismos y es un mundo aparte. Por otro lado, las ciencias te permiten trabajar en equipo y se logran cosas muy lindas”, afirma.
Aunque tuvo una red de contención, la maternidad también representó un desafío para conciliar y seguir creciendo en la carrera científica. “Más que nada a nivel facultad e investigación, que siempre hay que estar moviéndose, pero a veces tenés que priorizar la familia y no podés dedicar todo lo que te gustaría a la investigación”, recuerda.
Sin embargo, encontró en la empresa que trabaja el sostén que necesitaba para desarrollarse y en este punto destaca el medio período y el trabajo remoto como facilitadores para las madres profesionales de las nuevas generaciones.
“Hay que animarse, se nos van abriendo puertas y de a poquito las minorías van creciendo y dejando de serlo. Hay que tomar la iniciativa y buscar el espacio, sé que cuesta a veces, a las mujeres nos cuesta ganar espacio, pero si no nos animamos nunca vamos a lograr”, incentiva.
Talit, Nazareth y Ana son ejemplos de que cuándo las empresas crean oportunidades para que más mujeres profesionales puedan desempeñarse en las distintas ramas de las STEM, el crecimiento es mutuo. Son también modelos para que otras jóvenes se animen a incursionar en las carreras que hasta hace poco tiempo tenían un bajo ingreso de mujeres y muchas que aún lo siguen teniendo.
Sé el primero en comentar