Por Ximena Reyes
Fue la primera vez que vi escrito la palabra “patriarcado” y “feminismo” en un libro de la primera mitad del siglo XX, como conceptos críticos propiamente tal. “Una Habitación Propia”, de Virginia Woolf no es sólo un libro clásico e imperdible, sino que además es un revelador ensayo de la condición históricamente relegada de la mujer.
De sus postulados más agudos está su análisis de cómo la pobreza determina el papel secundario de la mujer en la sociedad, al privarla del trabajo y producción económica para administrar su propio capital. Caso contrario, devela cómo termina siendo el hombre quien provee del sustento familiar, administrando la propiedad privada, incluso la de la mujer en caso de poseerla.
Sin embargo, uno de los puntos más relevantes que plantea es el acceso de las mujeres a la creación literaria, en gran medida observada desde la vereda del frente. Si bien provenía de una familia educada y de clase alta, al casarse lo hizo con un empresario dueño de una imprenta, lo que le permitió poner en práctica una prolífera carrera de escritora feminista.
Su célebre frase “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas” sólo daba cuenta de una realidad privilegiada a la cual Woolf tuvo acceso, dejando una gran herencia al cuestionamiento ético y social hacia el rol de la mujer, hasta el día de hoy.
Si bien fue criticada por el tinte burgués de su frase, el trasfondo rápidamente pudo esclarecer una situación crítica hasta la actualidad, en donde las mujeres son recargadas de trabajos domésticos, muchas veces invisibilizados, impidiendo su desarrollo intelectual y profesional en igualdad de condiciones con los hombres.
Una Habitación Propia fue publicada en 1929 y sigue siendo más actual que nunca.
Sé el primero en comentar