El primer aroma que aprende a distinguir una guagua es el de su mamá. Luego, a lo largo de su vida, reconoce unos 10 mil. Desde tiempos inmemoriales el misterio de los perfumes ha acompañado a la humanidad. La empresa Demeter ha entendido tan bien esta pasión que ha encerrado en frasquitos el olor a la lluvia, al de perritos cachorros y al de las “cabritas” (pop corn), entre otros.
La pérdida total del olfato es una señal inequívoca de Covid. Un síntoma que demuestra la potencia feroz del virus. Porque los seres humanos tenemos seis millones de células en los dos receptores olfativos de la nariz que nos permiten reconocer olores.
Es un sistema maravilloso que nos permite reconocer el aroma de nuestra mamá desde que respiramos fuera del vientre por primera vez.
Un adulto puede distinguir entre 4000 y 10000 aromas diferentes, sin embargo no somos la especie animal con el olfato más desarrollado: el perro Bloodhound tiene un olfato 100 millones de veces más sensible que el de un humano. Claro que ese sabueso no posee una pasión (o no sabemos) por un Chanel 5 o por un Flower de Kenzo.
La gran pregunta es ¿Por qué nos gustan ciertos olores? ¿Es algo cultural? La verdad es que no. De hecho en la atracción del recién nacido por la leche materna ya está la respuesta. Hay algo químico. En 2010 el neurobiólogo Rafi Haddad, del Instituto Weizmann de Israel, usó una nariz electrónica y estableció “que la afinidad hacia ciertos olores está predeterminada biológica y no culturalmente”. Según ese estudio las esencias favoritas de los humanos son el limón, la naranja, el pomelo, la menta y el durazno.
No obstante, gracias a la memoria emotiva esos patrones se van acomodando. Por eso también hay mucha gente a la que no le gustan los perfumes que se venden en tiendas. Lo más probable, eso sí, es que a esas personas no les guste la intensidad de ciertos perfumes, porque gran parte de la industria trabaja con esencias muy fuertes. No es que no le agrade el olor a vainilla, por ejemplo. Es el olor químico y excesivo a vainilla lo que les desagrada. Les molesta la saturación, y eso es lo que muchas veces les hace doler la cabeza.
Pero el negocio de los perfumes se ha sofisticado y existen no sólo las alternativas para amantes clásicos de perfumes. Están, por ejemplo, productos como “Pure Grace”, de Philosophy, que, como dice su lema “Nada huele mejor que el jabón y el agua limpia” (disponible en Sephora) o también están los de la marca Clean, que reproducen la sensación de limpieza: olor a lluvia, a una ducha, a sábanas de algodón.
Y para los fans de todos los tipos de fragancias hay una marca ícono: Demeter. Perfumes insólitos con olor a popcorn, a pasto recién cortado, a cachorrito, a guagua, a hojas secas, Gin & Tonic, a sushi y hasta a ¡sangre!, entre cientos de opciones.
Y bueno, como de todo hay en las viñas del señor, en 2012, el alemán Guido Lanssen lanzó el perfume Vulva Original, “una imitación fiel al aroma de los genitales femeninos”.
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