La muerte de su marido la llevó a destinar parte importante de su fortuna a la creación que la Fundación Arturo Pérez López, pionera en el continente en el tratamiento integral del cáncer.
Arturo Pérez López murió de cáncer gástrico en 1949 en el Hospital Americano de Neuilly, Francia. Lo atendieron los mejores especialistas del mundo, pero la enfermedad fue implacable y ni con todo el dinero que consiguió amasar tras décadas de éxito en la capital parisina , donde recibió lograron mitigar el dolor de sus últimos días. A su lado, su esposa Ana Ross sufrió casi tanto como él y tras su partida no lograba encontrar consuelo en nada.
Cuenta la historia que mientras vivía su duelo, una tarde tuvo un encuentro de esos que se definen como “trascendentales”. En una reunión en la ciudad de la luz, coincidió el destacado científico y doctor chileno Enrique Raventós Bedigges, quien asistía a un congreso médico. Tras una extensa conversación, surgió la idea de canalizar el dolor de su pérdida en una acción filantrópica dirigida a quienes no contaban con medios para acceder a los avances en el tratamiento del cáncer que en Chile eran escasos y prácticamente desconocidos.
La convicción del doctor Raventós fue clave para convencer a la viuda que lentamente fue recuperando el entusiasmo con la idea de perpetuar en una obra trascendente la memoria de su amado esposo. Ana tenía la esperanza de poder contribuir a encontrar una cura para la enfermedad, entonces letal. Era común escuchar en los círculos de la época que lo que ella consiguió fue darle una nueva vida a la figura de Arturo Pérez López.
El compromiso de la viuda de quien fuera condecorado con fue mucho más de lo meramente económico y hasta el final de sus días, continuó realizando importantes aportes económicos que permitieron a la institución convertirse en el primer centro hospitalario especializado para el tratamiento del cáncer. Luego, su sobrina Douce Francois de Freitas se convertiría en una pieza clave en el desarrollo de la institución, ya que logró sumar más benefactores que permitieron multiplicar los beneficios de los usuarios y potenciar la investigación científica, de modo de acceder a los nuevos tratamientos y pruebas experimentales que se pueden encontrar en las grandes capitales del mundo.
En la actualidad, es su sobrina nieta María Inés Ross Amunategui quien como parte del directorio vela por la continuidad del legado de su familia que buscó dar dignidad y excelencia profesional a todos los pacientes más allá de su condición socio económica.
Continuamente, la FALP realiza actividades educativas que buscan concientizar a las mujeres sobre la importancia de prevenir el cáncer de mama -la segunda causa de muerte entre las mujeres en el mundo-a través de los controles periódicos y las mamografías anuales, en el caso de las mayores de cuarenta.
Ana Ross: La filántropa clave en la lucha contra el cáncer en Chile
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