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Barbarita Lara, la niña hacker: “Mi vida cambió cuando la transformé en un emprendimiento”

POR: Catalina Evans, periodista (Integrante del Programa de Periodismo Colaborativo WT).

Barbarita Lara es asesora de innovación, mentora de emprendimiento y solucionadora de problemas. Fue la primera chilena en la lista mundial de innovadores menores de 35 años de la prestigiosa revista del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y tanto su carrera como trabajo han sido reconocidos en múltiples ocasiones.

Con una infancia entre los helados bosques de Puerto Williams, junto a una madre emprendedora y un padre que trabajaba en el Pentágono, tuvo acceso a la tecnología desde pequeña y al internet desde su adolescencia, en Viña del Mar, donde comenzó a tener sus primeros clientes arreglando computadores a sus 12 años.

Se reconoce como una niña hacker, un giro sin tornillo y recientemente, como autora. En esta entrevista abordamos la creación de su primer libro, HackYourself (2024), un relato cercano e íntimo que abre las puertas a su vida y emociones, siendo a la vez un texto funcional, casi como un manual del cual quieres aplicar inmediatamente lo aprendido; y del cual podemos esperar próximas ediciones que profundicen su variado contenido: “Ahora tengo una nueva familia, que es Penguin, y estaré con ellos durante siete años para escribir más libros”. 

Respecto al formato, ¿por qué decidiste acompañar constantemente la lectura de ilustraciones y cuál consideras que es su público objetivo?

Para mí el emprendimiento tiene que ser para todos, tan simple que incluso se pueda mostrar en una en una ilustración, pero también un poco para jugar y reírse de todas las cosas que pasan. Las crisis son oportunidades y puedes verlas como algo terrible o como una caricatura. Lo último me ha ayudado mucho a seguir. No es fácil dar a entender ideas como “El Valle de la muerte” y gracias a las ilustraciones de Javiera Navarro, lo fue. 

Por la mitad del libro se conoce gran parte de tu vida, ¿Cómo lograste delimitar lo privado de lo público? 

No sé si lo hice, creo que no lo hice (entre risas). Sí, constantemente hablo de mi familia y de mis cosas en mis charlas y en el libro. En algún momento pensé “esto es muy autorreferente”, pero es mi libro, tampoco quiero hacer una biografía, pero sí reunir cosas que le pueden hacer sentido a alguien.

 El nacimiento de Max me hizo cerrar un círculo y madurar aún más, entender también ciertas cosas de la vida que solamente en situaciones de crisis uno puede entender rápidamente. Enfrentamos dos cardiopatías congénitas como familia y vimos claramente cómo la tecnología salva vidas. Al final mis hijos son parte de todo, son parte de esta figura pública que lleva causas como el autismo, o incluso frente a los papás que viven con un hijo con una cardiopatía… Con cualquier situación que te haga diferente, de alguna manera es mostrarles que ellos están aquí y son parte de mis cosas.

En la primera parte del libro expones que uno de tus inventos comenzó con una pesadilla que te preparó para el terremoto del 2010. Como innovadora y experta en STEM, lo que no está demostrado por la ciencia, ¿lo consideras opuesto o complementario?

Yo siento que son complementarias y lo confirmé en la Cumbre Mil Mujeres Más Araucanía, donde habían invitadas internacionales de pueblos indígenas y en su charla magistral pensé “esto me debería enseñar el MBA”. Me mostró todo el proceso de transformación digital pero hablaba desde sus ancestros, y es lo que yo digo pero desde otra perspectiva, quizás un poco más desde la ciencia, metodología y técnica, pero eso es exactamente lo mismo. Terminamos en la misma conclusión: que lo más importante son las personas. 

María Tuyuc, de Guatemala, nos contaba que sus ancestros Mayas “le decían en los sueños”; y es muy extraño pero al mismo tiempo yo creo que así fue; le decían que uno puede tener todos los roles que quiera, o sea, tú puedes ser emprendedor, innovador, mamá, y que los ancestros les guiaban en los sueños… Y yo digo lo mismo, que tú puedes ser cualquier cosa, pero yo lo digo como polímata.

De repente los científicos no quieren verse en ese lado más esotérico o de energía porque va en contra de los principios, qué sé yo. En mi caso, después de lo de Max, una de las cosas que intenté hacer en el libro fue agradecer todas las muestras de cariño, porque eso me mantuvo de pie en el momento más difícil, cuando están operando tu hijo y es de vida o muerte. Muy científica e ingeniera seré, pero yo sentí un abrazo como de espíritu, de colectivo, de estamos aquí, no lo puedo explicar pero se siente la energía.

Por otra parte, la necesidad de reestructurar la educación queda en evidencia a través de tus relatos en el libro. ¿Qué iniciativas y acciones son indispensables para educar a las generaciones que necesitamos en el presente y futuro?

Es difícil porque estamos en el boom de la inteligencia artificial, y quizás mañana va a ser el metaverso cuántico, pero la educación debería ser agnóstica de la tecnología porque no es que existe solo ahora, siempre ha estado y es inherente al ser humano porque es de nosotros y nosotros elegimos cuál va a ser la tecnología del momento. La tecnología es la capacidad de resolver alguna problemática con técnicas.

 Entonces, (la educación) tiene que ser agnóstica a la tecnología que esté en el momento para tener un enfoque en las personas, en detectar el talento y dar oportunidades a todos. Tenemos que empoderar a los estudiantes con el poder de la tecnología y mostrarles que no necesitan internet para solucionar problemas.

Veo a mi hijo y a otros con todas las herramientas del mundo, toda la tecnología, inteligencia artificial generativa y todo lo demás, ¿y están aburridos? Ya, pueden estarlo, pero ¿llevan ese aburrimiento a la creación de algo? Hay tantas problemáticas, hagamos que los colegios se encarguen de algo. Por ejemplo, mi hijo va a un colegio en Reñaca, entonces, que se preocupen de ver la contaminación en el estero para crear conciencia ciudadana de lo que los rodea. Cuando somos partícipes humanizamos los procesos, vemos el bien superior y la mejora continua enfocada en la comunidad.

Hablando de comunidad, ¿qué te incentivó a crear el roadmap para comunidades resilientes?

Lo mismo. Pasamos mucho tiempo hablando de lo que es malo pero, ¿qué hacemos al respecto? El llamado de la ONU es hacer ciudades más resilientes frente a la crisis climática porque vamos a tener 1,5 desastres diarios de aquí al 2030 si es que no cambiamos la forma de hacer las cosas, no es de mala onda, sino que es preparación y prevención. ¿Cuántos años más tienen que pasar para que realmente tengamos conciencia de esto? Para mí eso es prioridad, si se debe hacer un ministerio, que se haga, el bien común y la seguridad deben ser prioridades. 

¿Qué fue lo más desafiante para ti escribiendo este libro? ¿Y por otra parte, lo más gratificante hasta ahora?

Lo más desafiante fue que mi mente dispersa se pusiera de acuerdo, quería decir tantas cosas, mostrar a la gente que hay tanto de lo que podemos hablar. Fue desafiante también escribir sin llorar tanto, sobre todo en los capítulos de Max.

Y lo más gratificante fue poder dar las gracias. No pude hacerlo uno por uno, así que fue complejo, pero al mismo tiempo gratificante. Agradezco los detalles que no alcancé a mencionar, pero de verdad, gracias. Si me estás escuchando o leyendo, gracias. Ahora puedo ver la magia de los libros, siempre estoy pensando cómo iluminar con internet y un libro ilumina con conocimientos, eso es tan bacán. También es gratificante cuando la gente dice “me encantó esta parte”, o que deberían leerlo las y los estudiantes de tercero medio antes de ir a la universidad.

Mi vida cambió cuando la transformé en un emprendimiento. Han pasado menos de diez años y desde ahí han sucedido tantas cosas, he podido conseguir tanto, que ni yo me lo creo, eso es muy potente, pero puedo morir en paz. 

No soy la única persona que habla del hackeo, pero también lo veo porque soy literalmente una niña hacker que en algún momento perdió ese empoderamiento. Todos somos prototipos empoderados que después se ven limitados por alguna razón, y me causó mucha curiosidad en qué momento me perdí.

 A mí nunca me dijeron que había 10 tipos de innovación, que tenía que hacer un modelo de negocio, o qué es el design thinking y cómo se puede aplicar a ti mismo, entonces, si yo le puedo regalar algo a alguien, son estos conocimientos. 

¿Cuál es tu sueño para Chile?

Que existan laboratorios de innovación en todas las regiones del país. StartUp Campus es un inicio pero no debería haber partido en Santiago. La justificación va a ser que el 58% de las startups están en Santiago, sí, porque están obligadas a irse para allá porque las cosas no se descentralizan, porque de alguna manera, si no estoy ahí no estoy y no podemos cambiar eso si no empezamos a movernos en regiones.

Por ejemplo, en Medellín, una ciudad afectada por el consumo de droga, hicieron “Ruta N”, y empezó inmediatamente a modificarse toda la ciudad en torno a un centro de innovación muy potente que llamaba también a otra industria, porque eso es lo que pasa, se hace softlanding en el lugar donde tú pones el foco de innovación. 

Descentralizar la innovación para entregar más oportunidades a cada territorio.

 Exactamente. 

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