Cecilia Lindgren, directora del Instituto de Macrodatos de la Universidad de Oxford, ha investigado por años las raíces genéticas de la obesidad. Recientemente, logró identificar más de 30 nuevas variaciones genéticas relacionadas a la acumulación de grasa, las que explicarían por qué ciertas personas sufren de sobrepeso y otras no. Un hallazgo que podría redefinir la lucha contra los mortales kilos de más.
La predisposición genética y el entorno donde uno se desenvuelve influyen en el riesgo de sufrir ciertas enfermedades. Eso lo sabe bien Cecilia Lindgren (48), la directora del Instituto de Macrodatos de la Universidad de Oxford, quien ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la obesidad. Hace poco, junto a su equipo logró identificar más de 30 variantes genéticas asociadas a una mayor predisposición para acumular grasa en diferentes partes del cuerpo. Sumados a otros factores ambientales, estos genes pueden determinar la exceso de peso que según la Organización Mundial de la Salud está detrás de la aparición de una serie de enfermedades.
“Los estudios genéticos nos dicen que la obesidad está regulada por la sensación de saciedad y de hambre. Vivimos en un ambiente de excesos calóricos. Si tienes mucha más hambre y no te llenas cuando comes, vas a comer más a todas horas. Existe la idea errónea de que son personas que, simplemente, se sientan y se llenan de comida. Siempre se publican fotos de gente muy gorda comiendo cinco hamburguesas, pero la verdad es que basta con comer un exceso de 100 calorías al día para ganar unos 4,5 kilos al año. No parece mucho, pero si lo haces todos los años de repente estarás realmente gordo”, explica, la científica.
Según sus estudios, basta una sola variación genética para que aparezcan enfermedades como la hiperfagia que se manifiesta en una incapacidad de parar de comer debido a una disrupción de la regulación neuroendocrina de la saciedad y el hambre. “En mi equipo hemos encontrado dos variantes en unas 6.400 personas en el Reino Unido y cada variante supone un exceso de entre siete y 10 kilos en el peso de un adulto”, precisa.
En tanto, las personas con una gran predisposición a la obesidad, con todas las variantes genéticas, podrían pesar unos 20 kilos más que otra persona de su misma edad, sexo y altura. “Sin embargo, hay otras personas que tienen suerte en esa lotería y no tienen riesgo de obesidad porque tienen una predisposición a no tener hambre”, aclara.
Con estos resultados, Lindgren y su equipo se centrarán en el desarrollo de fármacos eficaces contra la obesidad. “Llegaremos a tener medicamentos que funcionen en todas las personas, pero necesitamos más fármacos para escenarios diferentes”.
Cabe aclarar que si bien los genes juegan un papel crucial en la afección y en los problemas de peso, afirma la investigadora, sólo representan una parte de los motivos por los cuales una persona es obesa, ya que está comprobado que los factores determinantes son la mala alimentación y la falta de ejercicio. “Es importante subrayar que no somos víctimas de nuestro ADN, pero nacemos con una predisposición”.
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