El informe “Las mujeres en la lechería uruguaya” del Instituto Nacional de la Leche da cuenta de que la lechería nacional (datos de 2014 a 2019) incluye a 2.819 establecimientos en los que trabajaban en total 10.700 personas, de las cuales 19% (2.032) son mujeres familiares, lo que indica que se trata de una industria aún bastante masculinizada. El informe también concluye que la participación de las mujeres de la familia es mayor que la de las asalariadas y que las actividades en las que menos participan las mujeres son las de dirección y relacionadas a gestión del personal.
Para charlar sobre el tema, Woman Times entrevistó a Ana Curbelo (47), quien es formada en medicina veterinaria y trabaja como profesional del área. Junto con su esposo administra un rodeo de 250 vacas y gestiona un campo de 240 hectáreas en el departamento de Florida. Como veterinaria, Curbelo también asesora a varios tambos en los departamentos de Canelones, Florida y Lavalleja.
Curbelo nació en Tala, departamento de Canelones y su camino en el rubro lechero empezó de manera familiar, dado que sus padres ya trabajaban en la explotación lechera. Siempre le gustó estudiar, cuenta, y al momento de elegir una carrera su orientación hacia el campo fue decisiva: “Me veía muy bien con el mundo animal y con todo lo que es el entorno del campo; traté de especializarme y de buscar todas las orientaciones que tenían que ver con producción animal y más específicamente con producción lechera”, señala. “Creo que lo que más me motivó a trabajar en esta área fue sentir la necesidad de volcar todos los conocimientos, toda la ciencia y toda la investigación a las tareas en el campo y tratar de interactuar con los productores y con todos los que realizan los procesos productivos”, explica.
Inmediatamente después de recibirse Curbelo encontró salida laboral en su área y eso le dio gran impulso para seguir aprendiendo y especializándose. “El asesor agrónomo del tambo de mi familia tenía un pequeño campo de recría y me había contratado para empezar a trabajar ahí y la verdad es que la felicidad que sentí fue enorme, siempre recuerdo la sensación de independencia que sentí al poder trabajar de lo mío. Eso, como mujer, es fundamental”, comenta.
En plena crisis del 2002, pese todas las adversidades, la profesional fue solidificando su relación profesional con productores y agrónomos de la zona a través de un trabajo en equipo, algo que, reconoce, siempre fue un punto clave en su labor. “Creo que el trabajar con otros profesionales ayuda muchísimo. En este caso armamos un grupo de trabajo con agrónomos y empezamos a recorrer la zona y ofrecer asesoramiento a productores que estaban muy complicados en ese momento. De esta manera conocimos mucha gente, muchas familias y muchos productores, de los cuales algunos todavía siguen siendo clientes míos en la actualidad”, recuerda.
Hoy, además de su trabajo como asesora y productora de Conaprole, forma parte de la Sociedad de Medicina Veterinaria del Uruguay y es socia fundadora de un centro veterinario en la Zona Este, donde junto a sus pares promueven actividades periódicas y de capacitación. Siente que la caracteriza la responsabilidad y pasión por su trabajo, algo que, cuenta, recibió de sus padres.
¿Cuáles fueron los desafíos que te enfrentaste y te enfrentas en tu profesión?
Quizás el desafío más grande fue primero en el establecimiento familiar y después también como productora, he sentido más dificultades en estos dos roles que como profesional veterinaria, porque sin duda han sido caminos bien distintos. Como productora fue en donde más noté la falta de una mirada institucional sobre el tema de género en la lechería, porque desde las comunicaciones de las instituciones hacia los establecimientos, hasta los programas que se crean, siempre están orientados al hombre de la familia. Siempre es el hombre a quien llaman, a quien comunican, a quien invitan. Se da por descontado que la representación es masculina. Eso es una de las cosas que nos perjudican, porque las mujeres hoy ocupamos un lugar primordial y somos las más receptivas a, por ejemplo, recibir una capacitación.
Me ha pasado, como productora, de pedir un presupuesto para un trabajo y que ese presupuesto venga dirigido a mi esposo, cuando mi esposo de pronto no tiene ni idea de qué se trata, porque fui yo la que hizo la consulta y gestionó el pedido. Entonces me tomo el tiempo de explicar que el trabajo en realidad no está dirigido a mi esposo, sino que está dirigido a la empresa, en todo caso a ambos. Esta es una costumbre que está mal y marca claramente cómo funcionan aún las cosas. Creo que no dejar pasar es parte de hacer el un cambio.
¿Qué lugar ocupan las mujeres en la industria lechera hoy?
Hay una gran participación femenina en la lechería. Yo trabajo en una zona de influencia donde hay muchas mujeres en los tambos familiares y veo que de a poco se está dando un cambio en el rol de la mujer de la familia en el tambo familiar, pero es algo bastante lento y que encuentra dificultades.
Sin embargo, cada vez encontramos menos resistencia. Yo particularmente nunca sentí un impedimento para realizar mi trabajo por ser mujer, pero eso también tiene que ver con el modo en el que desarrollé y desarrollo mi trabajo, que es mediante al conocimiento de una zona, la llegada a los predios desde hace mucho tiempo y esa particular manera de funcionamiento del rubro en donde el boca a boca va llevando a que sean los propios productores que vengan a proponerme trabajar en su establecimiento. Quizás, si yo hubiera participado en algún llamado de alguna empresa, de pronto hubiera tenido oportunidad de verificar algún otro problema con respecto al género, que lamentablemente muchas colegas lo viven y relatan cuando, por ejemplo, manifiestan su expectativa de tener hijos, o manifiestan que están embarazadas y eso termina siendo una limitante para que les den un puesto o un trabajo.
Hay una anécdota que me gusta contar porque justamente habla del peso que tienen y siempre tuvieron las mujeres en las familias del campo. Cuando yo era una niña, Guillermo De Torres, un ingeniero agrónomo, visitaba el establecimiento de mis padres. Era una persona muy pacífica, que dedicaba muy poco tiempo de su visita a recorrer las praderas y ver procesos productivos. Me acuerdo que mi padre se iba a ordeñar y él se quedaba sentado en la cocina tomando té con mi abuela. Mi padre era hijo único y mi abuela era una persona muy influyente en mi casa. Con el tiempo entendí que aquellos minutos que él dedicaba a sentarse y hablar con ella, es porque entendía sobre la influencia de ella en el desarrollo del tambo y también de nuestra familia. Siempre lo nombro como un referente, porque creo que él entendía una parte fundamental de su profesión, que es tratar de identificar a las personas claves en los sistemas donde uno puede realmente influir y en nuestra familia mi abuela cumplía ese rol.
¿Sentís que hay cambios en marcha para las mujeres profesionales del medio rural?
Las condiciones de trabajo para las mujeres en el medio rural siempre han sido complejas. Últimamente los establecimientos tienen en su diseño de instalaciones la posibilidad de tener sanitarios y lugares para cambiarse, porque antes era todo muy improvisado, ni que hablar de cuando las mujeres tienen que concurrir con sus hijos. Muchas veces me pasó de tener que ir a trabajar siendo mamá de hijas muy chiquitas, bebés en realidad, y tener que llevarlas en el auto y dejar el auto cerca para ir a trabajar con el ganado. Por supuesto siempre contaba con la ayuda de alguien que se quedaba con ellas mientras yo trabajaba, pero todo eso es muy difícil de tenerlo previsto, porque no hay un lugar adecuado para las profesionales que son madres. Sin embargo, se está haciendo un cambio en ese sentido, creo que en definitiva también depende de nosotras.
Gran parte de mi trabajo todos estos años ha sido organizar capacitaciones, ya sea para empleados o familias, o quienes estén involucrados en los procesos del tambo. Generalmente la mayor receptividad para las propuestas de hacer un curso de crianza de terneros, de inseminación, o de calidad de la leche, es de las mujeres. Son las que concurren a todas estas instancias de capacitación y eso habla claramente de un capital humano que está muy fortalecido por la capacitación, pero que no siempre se le da en los establecimientos el espacio para que estas capacitaciones tengan un real impacto, falta bastante en ese sentido.
¿Qué acciones se podrían tomar o qué debería pasar para que esta industria sea más equitativa?
Pienso que la comunicación institucional hacia los tambos tiene que ser mucho más abierta e inclusiva. Las gremiales de productores, por ejemplo, tienen una baja participación femenina y en realidad el que concurre generalmente es el varón porque es a quien llega la propuesta. Que la comunicación sea también voltada a las mujeres es un cambio fundamental.
¿Qué más te llama la atención o destacarías de tu trabajo?
Es un rubro muy lindo la verdad. Mi rutina de trabajo generalmente es mediante una visita mensual a los establecimientos con previa coordinación con la familia. Muchas veces también trabajo directamente con el personal y una vez que voy allí, ya tenemos tareas estipuladas. Yo me dedico más a la parte de planificación del establecimiento, en el manejo de alimentación y chequeo de todos los procesos que tienen que ver con la alimentación y el manejo del rodeo en general. Siempre trato de ir con una información previa que me permita determinar si las cosas vienen bien o si hay algún problema para ser solucionado. Y trato también de transmitir conceptos y de capacitar, o sea, de explicarle a todos los actores el por qué es conveniente hacer las cosas de esta manera y no de otra. Eso es lo que lleva más tiempo, pero no tengo duda de que es la mejor manera de hacerlo, porque cuando alguien entiende que algo de lo que está haciendo está mal y al cambiar la forma de hacerlo obtiene buenos resultados, esa persona no se olvida más de eso. Esta es mi manera de trabajar, todos los empleados tienen mi teléfono, me llaman o mandan mensajes a cualquier hora, y a veces es bastante desgastante, pero es mi manera de trabajar y estar metida dentro del establecimiento y de sus procesos.
Como asesora de cierta forma también empezás a formar parte de todo el entorno de la familia, por eso es muy lindo llegar y que te estén esperando para contarme alguna novedad de la familia, es muy gratificante porque es la parte humana, que es la más importante, más allá de los resultados económicos, el relacionamiento con las familias sería lo que más destaco.
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