POR: Israel Zamarrón.
Al ritmo actual de progreso, el mundo tardará 131 años en cerrar la brecha de género para alcanzar la paridad total. El dato es escandaloso y proviene del “Informe global sobre la brecha de género 2023”, del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). Y es todavía más duro si se trata de cerrar la brecha de género en participación y oportunidades económicas: ¡169 años!
Para crear conciencia sobre este tema, en 2019 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció el 18 de septiembre como el Día Internacional de la Igualdad Salarial, ya que en todas las regiones del mundo “a las mujeres se les paga menos que a los hombres”: ellas perciben alrededor de un 20% menos que ellos.
Las causas que mantienen abierta esta brecha están arraigadas en lo profundo de la estructura social y económica global. El “Interseccionalidad de las desigualdades de género en México”, de ONU Mujeres (2020), apunta que “las mujeres y las niñas experimentan múltiples desigualdades y formas de discriminación cruzadas, incluidas las basadas en su sexo, edad, pertenencia étnica, lugar de residencia, situación económica, orientación sexual, identidad de género, estatus migratorio, entre otras”.
De acuerdo con la ONU, “las mujeres, sobre todo las migrantes, están sobrerrepresentadas en el sector informal, lo que las atrapa en entornos de trabajo mal retribuidos, inseguros y sin prestaciones sociales”. Y las labores de cuidados y la maternidad solo empeoran la situación.
“La penalización de la maternidad agrava la desigualdad salarial, ya que las madres trabajadoras perciben salarios más bajos, una disparidad que se dispara a medida que aumenta el número de hijos. Los estereotipos de género, las prácticas de contratación discriminatorias y las políticas de ascenso también contribuyen a las desigualdades salariales”, advierte la ONU.
Zoom in en México
De acuerdo con una investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), México es el cuarto país con menor participación económica de las mujeres en América Latina. “Promover la inclusión de más mujeres en el mercado laboral y mejorar sus condiciones para que favorezcan su crecimiento no solo beneficia a la mitad de la población, sino a sus familias, y a su vez es estratégico para potenciar la competitividad del país”, sin embargo, hay diversas barreras por derribar.
En México todavía están muy arraigados los estereotipos de género que promueven a las mujeres como responsables de las labores del hogar y las tareas de cuidados, mismas que son indispensables para la reproducción cotidiana de las familias y sus integrantes, así como para el funcionamiento y bienestar de la sociedad, pero por las que no reciben remuneración a cambio.
“Mientras que en promedio los hombres dedican 16 horas al trabajo del hogar y de cuidados no remunerado a la semana, las mujeres dedican 40 horas. Además, 17.2 millones de mujeres se dedican exclusivamente a las tareas del hogar, en contraste con 992 mil hombres que se dedican a estas labores de manera exclusiva. Es decir, hay 17 veces más mujeres que hombres en esta situación”, apunta el IMCO.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estima que el valor económico del trabajo no remunerado asciende a 7.2 billones de pesos. Si el trabajo no remunerado fuera una industria, equivaldría al 24% del Producto Interno Bruto (PIB) de México, por encima de algunas poderosas industrias mexicanas como la manufactura (22%) o el comercio (22%).
El IMCO subraya que “las mujeres aportan 2.6 veces más valor económico que los hombres por el trabajo no remunerado que realizan. Esta distribución desigual limita el tiempo disponible que las mujeres pueden invertir en su desarrollo y crecimiento profesional. De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) del INEGI, nueve de cada 10 personas que abandonan el mercado laboral por realizar tareas de cuidados son mujeres”.
La participación de las mujeres en la economía remunerada es de 46%, mientras que la de los hombres asciende a 77%, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Y esto no ha variado mucho en las últimas dos décadas: entre 2005 y 2023 el indicador solo creció solo cinco puntos porcentuales al pasar de 41% a 46%. A este ritmo, tomaría 119 años que las mujeres alcancen la tasa de participación económica de los hombres.
Vientos en contra
Aun las mujeres que participan en el mercado laboral tienden a enfrentar condiciones laborales desfavorables como altas tasas de informalidad: 55% de ellas tienen un empleo en la informalidad en comparación con el 49% de los hombres. Esto quiere decir que la mitad de las mujeres trabajadoras no tienen certeza jurídica, carece de acceso a servicios de salud y no cuenta con prestaciones laborales.
También encaran una brecha de ingreso. “En promedio, las mujeres ganan 6 mil 360 pesos al mes, mientras que los hombres perciben 9 mil 762 pesos. Esto se traduce en una brecha de ingresos de 35% de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH). Es decir, por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer recibe 65 pesos”, advierte el IMCO.
Además, en México, 24.5% de las mujeres no cuenta con ingresos propios y dependen más que los hombres de las transferencias económicas de terceros, provenientes de programas gubernamentales, remesas o transferencias familiares. Para las mujeres, 54% de sus ingresos provienen de fuentes terceras, mientras que para los hombres esta proporción desciende a 31%. Esto implica que las mujeres tienen menor independencia económica.
¿Cómo cerrar esta brecha?
La investigación del IMCO sobre desigualdad salarial sugiere algunas líneas de acción que podrían ayudar a cerrar la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y, dado que gran parte de las disparidades se ven potenciadas por las labores del hogar y las tareas de cuidados, sería necesario establecer un Sistema Nacional de Cuidados que atienda las necesidades de cuidados del país.
Como parte de este Sistema Nacional de Cuidados se tendrían que implementar algunas políticas públicas como las licencias de paternidad o licencias parentales que se parezcan cada vez más a las licencias de maternidad, es decir, de la misma extensión (pasar de 5 a 84 días naturales), obligatorios, con goce de sueldo y financiados por la seguridad social.
También se deben promover políticas de flexibilidad de horarios, trabajo a distancia o híbrido, espacios de lactancia y programas de retorno escalonados después de la maternidad.
El IMCO también recomienda a los centros de trabajo utilizar recursos como “Los Principios para el Empoderamiento de las Mujeres”, de ONU Mujeres y el Pacto Mundial de las Naciones Unidades y las “Guías de implementación de diversidad e inclusión: Igualdad de género”, del Consejo Coordinador Empresarial y el Pacto Mundial México.
“La inversión en políticas que promuevan el avance hacia la igualdad de género es esencial desde una perspectiva de derechos humanos y constituye un pilar fundamental para la creación de sociedades inclusivas. Todos los sectores tienen la capacidad de contribuir a la construcción de sociedades más igualitarias e inclusivas, y a la formación de economías competitivas que beneficien a todas las personas”, cierra el IMCO.
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