Para este Día Mundial del Agua, dos emprendedoras sociales de la red Mujer Impacta se refieren a la escasez hídrica que sigue afectando a la población chilena, una urgencia nacional que, tal como señalan ambas, es necesario visibilizar y revisar desde una perspectiva de género.
Ana Briceño Álvarez (56) vive en la localidad de La Torre, Ovalle, donde a mediados de 2022 los pozos de agua potable se secaron. La región de Coquimbo lleva más de 13 años en sequía y Ana una vida adecuándose a esta realidad.
Ana recuerda que se levantaba todos los días a las 7 de la mañana, acercaba su balde de 5 litros a la ducha y con un jarro bañaba por partes su cuerpo. El agua debía compartirla con su hija en la semana, y con su esposo e hijo los fines de semana, cuando volvían de la mina conchuelas en Tongoy, donde trabajan. Los camiones aljibes que acudían a la localidad entregaban agua durante un periodo de dos horas al día, pero sin la presión suficiente para prender una ducha y menos un calefón. Ahí Ana juntaba agua en todos los recipientes que pudiese encontrar en su casa para poder preparar las comidas, lavar los platos y limpiar la casa. Además, guardaba un bidón de agua embotellada para el consumo, en caso de emergencia.
Lavaba la ropa los días miércoles y viernes con agua almacenada en su lavadora de 60 litros, que necesitaba 40 litros extra para enjuagar. Con este suministro regaba su árbol limonero, níspero, damasco y durazno, agua que había sido previamente purificada a través de un biofiltro Yaku instalado por la fundación Un Alto en el Desierto.
Ana es una de las tantas mujeres afectadas por la escasez de este suministro. Según cifras de ONU Mujeres, en el 80% de los hogares perjudicados con este problema son las mujeres y las niñas las responsables de la recogida de agua. Al mismo tiempo, CEPAL demuestra que la brecha de género en el acceso a la propiedad sobre los recursos naturales se traduce en una baja participación en juntas de usuarios de agua, falta de presencia en las organizaciones campesinas, menor intervención en la toma de decisiones y mayor tiempo dedicado a actividades de cuidado.
De esta forma, se evidencia además que en la región latinoamericana sólo un 20% de las unidades agrícolas cuentan con una mujer como titular (FAO,2017), indicando que esta falta de control sobre la tierra se traduce también en una baja participación en la gestión del agua y una escasa representación en los consejos de cuencas o juntas de usuarios de riego.
Se deben tomar medidas hoy
En los colegios se sigue enseñando el ciclo del agua tradicional: evaporación, condensación, precipitación, infiltración y escorrentía. Hoy en Chile el cambio climático, el sistema jurídico, la sobreexplotación y los diferentes usos a lo largo de las regiones (minero, agrícola y forestal) no se toman en cuenta como factores modificantes de este ciclo.
“El clima y el agua están directamente relacionados” explica Rommy Paz Osorio de Basura Playera, emprendedora social de la red Mujer Impacta. “El crecimiento del nivel del mar es una de las consecuencias más relevantes derivadas del cambio climático, porque a medida que aumenta la temperatura del aire, cada vez se evapora más agua, provocando que este ciclo se vuelva más intenso. Se estima que subirá 30 centímetros más para 2050, independientemente de cuánto seamos capaces de reducir las emisiones globales de carbono” agrega.
Natalia Rebolledo, directora de la fundación Un Alto en el Desierto y ganadora del Premio Mujer Impacta 2020, explica que “la variable tiempo es un factor muy importante para el ciclo. Debemos explotar en su justa medida para permitir que los recursos se regeneren, porque si se seca la tierra, esta no es capaz de retener el agua, generando que el desierto avance”.
Desde el punto de vista de la economía circular, Rommy enfatiza que “es clave el fortalecer el uso eficiente del recurso hídrico e invertir en tecnología de predicción y alerta de pérdida de agua potable que permitan buscar procesos de baja energía y aprovechar los subproductos generados en los procesos de gestión hídrica”.
“La falta de agua se relaciona directamente con la dignidad de una persona. Su escasez deriva en incertidumbre, salubridad, saneamiento, alimentación y funcionamiento de instituciones como colegios”, agrega Natalia. El agua es un recurso natural renovable limitado; para ella, en nuestro país el foco debe estar en reconocer el rol de la naturaleza, concentrarse en la distribución más que el método de obtención y que no sea un bien de mercado. “El siguiente paso debe ser generar incentivos económicos para que la ciudadanía actúe”, dice.
La fundación Un Alto en el Desierto, junto a la Pontificia Universidad Católica de Chile y el Liceo Bicentenario Politécnico de Ovalle, implementaron un sistema, como el concedido a Ana, a 15 establecimientos rurales. Este permite en un año escolar de 36 semanas reciclar hasta mil litros de aguas grises provenientes sólo del lavamanos, para utilizarse en el riego. Esto llevó a la fundación a incentivar la Ley 21.075 promulgada en 2018, de reutilización de aguas grises, sin embargo, hasta hoy no tiene reglamento, por ende, no puede ejecutarse.
La desertificación del país es cada vez mayor. El informe Hídrico de la Dirección General de Aguas de 2021 indicó que 184 municipios fueron declarados con falta extrema de agua, concentrando a un 47% de la población. “Para 2050 se prevé que la comuna de Paine sea igual que la región de Coquimbo” ejemplifica Natalia.
Otra tecnología diseñada en 2011 son 28 atrapanieblas denominados «Comunero» de 9 metros cuadrados de superficie cada uno, ubicados en la Reserva Ecológica Cerro Grande. En promedio pueden cosechar 1.537 litros de agua al día, lo que equivale casi a 600 mil litros al año. Suministro destinado al riego de la vegetación de la reserva y, en casos extremos, para bebederos de ganado ovino.
Rommy señala que “la educación ambiental es uno de los temas más relevantes a la hora de hablar de gestión y protección de manera sostenible de los ecosistemas marinos y los recursos hídricos. Es muy importante prevenir y reducir de forma significativa la contaminación marina de todo tipo, en particular la antropogénica”.
Por dónde empezar
Natalia señala que lo primero es identificar en qué se utiliza el agua, cuánto se necesita y para qué está haciendo falta. Luego ver qué se puede regar con aguas recicladas y a cuánto equivale el riego en el consumo total de un hogar. “Recomiendo siempre partir reciclando el agua de la lavadora, es la más fácil de desviar. En vez de devolverla a la cañería, se filtra y almacena”, dice.
Es relevante separar las aguas grises de las servidas para no contaminar y cuidar que no se mezclen en los lavamanos, lavaplatos y duchas. Si se habita en un departamento o vivienda que no es propia, hay que chequear fugas y pérdidas. En 2021 la Superintendencia de Servicios Sanitarios informó que las pérdidas de agua potable en el país corresponden a un 33,2%, es decir, más de 598 mil m3 de aguas no facturadas.
Avanzar en alternativas no convencionales de reutilización de agua y participar en la limpieza de ríos, lagos, humedales y océanos es esencial para proteger los ecosistemas acuáticos. Los océanos son el verdadero pulmón del planeta, “esto se debe a que el fitoplancton presente en los océanos produce entre el 50% y el 85% del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera”, explica Rommy.
“Por último, como adultos debemos hacernos cargo, generar cambios, incentivar y dar el ejemplo. Nos hemos acomodado mucho en la creencia de que las nuevas generaciones lo van a cambiar todo, pero como dijo Gabriela Mistral: ‘El futuro de los niños es siempre hoy’”, reflexiona Natalia.
Una colaboración de Mujer Impacta para Woman Times
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