La primera bailarina estrella del ballet del Teatro Municipal de Santiago comenzó su adiós bajo una lluvia de aplausos. En un escenario que volvió a la presencialidad después de 17 meses con sus puertas cerradas, la solista brasileña interpreta a la heroína de Prosper Merimée que podremos ver hasta el 2 de octubre.
“No me atormenten ni mucho menos me manden. Yo quiero ser libre”, dice la resuelta y tenaz Carmen a quienes la ven pasar. Es el principio del montaje creado especialmente por Marcia Haydée para el Ballet de Santiago y basado en la novela homónima de Prosper Mérimée. Con música de Georges Bizet, narra historia de una mujer que encuentra el amor y la muerte en los brazos de un mismo hombre y que, en la apuesta del Luis Ortigoza -quien además debuta como director artístico de la compañía-, es Andreza Randisek quien se funde en la piel de la más rebelde de todas junto al bailarín Rodrigo Guzmán.
Se trata de un rol clave y que pone un punto final a su brillante carrera. Nacida en Sao Paulo, en 1976, comenzó sus clases de danza a los 6 años para llegar al Ballet de Santiago a fines de las decáda de los noventa. Fue cuando el entonces director Ricardo Bustamante la eligió como solista de los cuerpos estables de la compañía hasta que, con los años, fue la inolvidable Marcia Haydée quien la convirtió en Primera Bailarina Estrella junto a la chilena Natalia Berríos.
Desde ese momento, comenzaron papeles protagónicos que marcaron su trayectoria como “La fille mal gardée” y “Romeo y Julieta”. En el año 2002, la prensa especializada la convirtió en la revelación de la temporada. Después de 20 años de aplausos y gloria, fue ella misma quien confirmó la decisión de su partida. “Es algo que venía analizando hace mucho tiempo. El alma y el corazón siguen intactos, pero el cuerpo está cansado”, dice, y al mismo tiempo repasa su aventura en Chile.
En Brasil, su nombre ya era conocido y fue Ivan Nagy quien la invitó a Chile sólo por 20 días, porque faltaban mujeres en los elencos nacionales. Vino con nada de ropa, casi de paso y, sin embargo, se quedó por dos décadas. Su partida es vista por sus compañeros y seguidores como el fin de una era en una de compañía que ahora parece emprender nuevos pasos. En su adiós, Andreza sólo agradece poder haber vuelto a la presencialidad, despedirse con los aplausos en vivo del público y, sobre todo, hacerlo con Carmen, “una maravilla, una obra maestra”, concluye.
Alfredo López J
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