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El florecer de Lux Pascal

Armonía es la palabra que mejor define al estado actual de la actriz que asegura que con su transición, la vida se tiñó de otros colores. “Soy muy feliz y en un momento me cuestioné el no haberlo hecho antes, pero finalmente todo pasa en el momento que tiene que pasar”, confiesa, desde la Gran Manzana.

“Chile tiene una fuerza súper magnética para mí. En cierta forma, soy una persona que se ríe de los conservadores, pero dentro de mí tengo algo muy tradicional, me gusta rescatar todo aquello que me hace llevar una vida más estable”.

Siempre supe que quería ser actriz, en algún momento me alejé de la idea porque mi papá era muy exigente y quería que mantuviera abiertas mis opciones y explorara otros territorios, pero yo fui bastante terca y cuando terminé cuarto medio ya estaba decidida a estudiar teatro. Desde chica sentí eso que dicen que es “el llamado”, reconoce Lux Pascal, desde Nueva York. Es mediodía y en la pantalla del computador, la actriz le hace honor a su nombre que significa luz en latín. En la vivacidad de su mirada, la gestualidad de sus manos y la manera en que se mueve cuando algún tema la apasiona, hay ráfagas incesantes de luz.

En agosto, cumplirá su tercer año en el Master Fine Arts del Conservatorio de Julliard, uno de los más importantes de la escena artística mundial. Reconoce que si bien el ritmo es intenso, era algo para lo que estaba absolutamente preparada. “Mis días son bastante rutinarios, de lunes a sábado, me despierto tipo siete de la mañana para estar en la escuela a las nueve y termino más o menos a las diez de la noche, entremedio tengo que aprenderme los textos. Es una rueda interminable”, explica.

En términos artísticos, ¿qué es lo que más rescatas de esta experiencia?

“He podido explorar mucho más en la danza y estoy súper alineada con ese lenguaje que es más corporal, no tan intelectual. Hoy siento que la danza es algo que mi cuerpo está llamado a hacer”.

El mundo la conoció como Lucas Balmaceda en series como “Los 80”, “Narcos”, “La Jauría” y en numerosos montajes teatrales, donde fue dirigida por Ramón Griffero, entre otros destacados directores nacionales. Así, ganó reconocimiento y brilló en cintas de proyección internacional, como “El príncipe”, protagonizada por Alfredo Castro, quien elogió sus dotes interpretativos. “Me siento orgullosa de mi historia, de todos los caminos que tuve que transitar para llegar hasta acá”, reflexiona.

Nació en la costa californiana y llegó a Chile a los tres años, pero la hermana regalona de Pedro Pascal se define como “culturalmente chilena con todo lo que eso implica, como tener esa cosa medio melancólica, asociada a nuestra historia, a la nostalgia del pasado que explica el porqué de esa frase célebre que dice que somos un país de poetas. Siento que nos definimos en gran medida por lo que se nos ha ido quitando a través del tiempo, lo que en el caso de mi familia fue el exilio. Entiendo esa necesidad de revisar el pasado desde la ficción, pero creo que necesitamos darle espacio a todas las voces que desde siempre han sido marginadas. La ficción tiene una deuda con las historias LGTBIQ+”, reflexiona, al referirse a la mirada del séptimo arte en Chile.

¿Qué fue lo más difícil de transicionar?

Creo que tomar la decisión me tomó mucho tiempo porque siempre supe lo que quería hacer. Siempre fui una niña y si me preguntas hoy creo que el género es algo complejo de definir, yo por ejemplo siempre me vinculé artísticamente a personajes femeninos, con eso me identificaba y con eso también me identificaban desde el mundo exterior. Siento que mi madre fue la primera que lo vio y que es ella la que más me habría apoyado.

“De alguna manera –cuenta Lux– con su fallecimiento, ese proyecto de transicionar quedó un poco en pausa para mí, pero las cosas pasan por algo, a pesar de que fue muy doloroso vivir una niñez y una adolescencia no siendo la persona que quería ser, también me sirvió para entender muchas cosas. A lo mejor tuve suerte, porque mi cuerpo tampoco se desarrolló muy masculinamente y en la adolescencia, a veces, en la calle me confundían con una niña. Desde ese lugar, siempre me perdoné el no haber transicionado antes.

 ¿Qué fue lo determinante para tomar la decisión?

 “Empecé a ir a terapia a los 22, 23 años para empezar a hablar del tema, pero todo se extendió y luego me fui de Chile. Cuando llegó la pandemia, tuve todo el tiempo del mundo para entender que la transición era posible y que sí podía tener una carrera. Era un momento en el que además me estaban llaman[1]do desde el Conservatorio de Julliard para ofrecerme la posibilidad de hacer personajes femeninos. Ahí, empecé a entender que el mundo iba a ser menos hostil de lo que yo pensaba, luego, con el inicio de la transición me di cuenta de lo feliz que era y lo cómoda que me sentía conmigo misma, y claro que en un momento me arrepentí de no haberlo hecho antes. Mi vida cambió por completo, ahora veo las cosas de distintos colores, me siento plena, con sus altos y bajos, pero feliz. No es que haya existido un antes y un después, fue un proceso”.

¿Qué ha sido lo más complejo de esta etapa?

“Si hay algo que he sentido mucho e incluso me deprime, es el miedo que nos tenemos entre nosotras, nos falta más sintonía femenina, pensar más en abundancia y entender lo tremenda[1]mente poderosas que podemos ser si dejamos de tenernos miedo. Hay que combatir ese temor y entregarse a la confianza y a la bondad. Necesitamos mucha más sororidad”.

En pareja hace más de una década con el actor José Antonio Raffo, Lux es reacia a los planes y tampoco le gusta entregar detalles de su vida sentimental. “No soy mucho de hacer planes, prefiero que el presente sea el que me guie. Cuando termine mis estudios, me gustaría quedarme un tiempo más en Nueva York y poder vivir la ciudad sin estar vinculada a Julliard (ríe) y después quién sabe. Chile tiene una fuerza súper magnética para mí. En cierta forma, soy una persona que se ríe de los conservadores, pero en mi interior soy algo muy tradicional, me gusta rescatar todo aquello que me hace llevar una vida más estable”.

¿Qué mujeres te inspiraron como actriz?

En general durante la infancia mis referentes vinieron del cine norteamericano, Glenn Close o Nicole Kidman, con quien me obsesioné por completo cuando vi “Moulin Rouge”, pero cuando fui creciendo y empecé a ir al teatro y pude ver a Amparo Noguera haciendo “La señorita Julia”, Paulina Urrutia en “El Amante Fascista” y a Catalina Saavedra en “Los perros”, entonces entendí y valoré la verdadera dimensión de las actrices nacionales, este país está lleno de mujeres tremendamente talentosas”.

Por Claudia Paz González

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