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El legado de Amanda Labarca

Pionera en la educación chilena, la profesora, escritora, feminista y embajadora fue clave para devolver los derechos a las mujeres y para conseguir el deseado voto femenino. Primera mujer en Chile y Latinoamérica en ser profesora universitaria, fue una de las mentes más destacadas del siglo XX en Chile. 

La vida de Amanda Labarca, a más de 45 años de su muerte, sigue siendo objeto de estudio y de admiración por parte hombres y mujeres que estudian el devenir del siglo pasado. Adelantada a su tiempo, luchó incansablemente para que a las mujeres se les reconociera el derecho a voto y desde las aulas sembró la semilla del feminismo y la igualdad a las generaciones más jóvenes. 

Amanda Labarca en realidad nació bajo el nombre de Amanda Pinto Sepúlveda en una familia de clase media, en Santiago, el 5 de diciembre de 1886. Se graduó tempranamente de Bachiller en Humanidades con sólo 15 años y desde ahí trabajó como profesora primaria en el Santiago College. Durante esa época conoció al escritor Guillermo Labarca y juntos ingresaron al Instituto Pedagógico, donde ella se tituló, con 18 años, de profesora de Castellano. Producto de los rumores de que mantenía un romance con Guillermo Labarca, su madre le exigió a Amanda casarse bajo la amenaza de desheredarla. Ese mismo año contrajo matrimonio con el escritor, de quien adoptó los dos apellidos en forma de protesta por la oposición de su familia a la relación. Así, animada por las profundas diferencias con su madre, rompe definitivamente con su familia. 

Amanda Labarca continuaría sus estudios en la Universidad de Columbia y en La Sorbona, en Francia, donde se impregnó de las ideas feministas vigentes en Europa, rescatando “la responsabilidad y la conciencia que la mujer debe tener de su propia historia”. Convencida de lo que creía correcto, comenzó a difundir las ideas que había aprendido en sus viajes al exterior e impulsó las “tertulias femeninas”, que se realizaban en el Palacio Urmeneta y que más tarde darían forma al Círculo Femenino de Estudios. Tanto en esas tertulias como luego en sus ciclos de charlas en la Universidad de Chile, Labarca exponía sobre las diferencias que existían entre el rol de las mujeres en Chile y las de Estados Unidos y Europa, entre otros temas de corte progresista y feminista. 

Luego se convertiría en la directora del Liceo 5 de niñas, generando la protesta de los conservadores del gobierno, que veían en ella una amenaza feminista y laica. Así, Labarca se convirtió en una de las primeras líderes feministas del país, defendiendo el derecho al saber, el conocimiento y, sobre todo, el derecho de las mujeres al voto. Fundó organizaciones para cambiar la legislación, dirigió el diario Acción Femenina, se convirtió en una de las fundadoras del Comité Nacional Pro Derechos de la Mujer, junto a Elena Caffarena, presidió la Federación Chilena de Instituciones Femeninas y más tarde sería embajadora de Chile ante Naciones Unidas. En 1922, a sus 36 años, consiguió lo que ninguna mujer en Chile y Latinoamérica había logrado: hacer clases en la universidad, donde abogó activamente por los derechos políticos y civiles de las mujeres, como el sufragio femenino y la posibilidad de administrar sus propios bienes.

“El maestro, esencialmente, debe aspirar a ser artífice, despertador espiritual, un transformador de fuerzas en capacidades precisas de acción”, decía entonces.  En 1949, vio concretado su anhelo más grande: el voto femenino fue aprobado tras largas luchas junto a la Federación Chilena de Instituciones Femeninas. “Que nos brinden a todos justicia, libertad, democracia y bienestar y que permitan a la mujer laborar de igual a igual que el hombre en el logro de estas ansiadas y queridas esperanzas”, decía. 

A sus 88 años y dejando un legado que aún permanece vigente en temas de educación y feminismo, falleció en Santiago, en enero de 1975. Un año después de su muerte, la Universidad de Chile creó la Condecoración al Mérito Amanda Labarca, dirigido al reconocimiento de los méritos de una mujer universitaria; se creó un liceo en Vitacura que lleva su nombre y en 2016 una calle del centro de Santiago pasó a llamarse Calle Profesora Amanda Labarca. 

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