Tras dialogar con las activistas afganas, Malala Yousafzai inició una nueva cruzada y llamó a los líderes mundiales a “abrir sus fronteras a las mujeres y niñas de Afganistán”.
La historia de la Premio Nobel de la Paz más joven, está cruzada con los talibanes, desde el momento en que le dispararon en un bus cuando volvía a su casa en 2012. Su único delito era ser mujer y querer ir a estudiar. Hoy, ante el avance del grupo radical en Afganistán, toma los micrófonos y le grita al mundo por las mujeres y las niñas: “Este es un llamado a la humanidad a abrir sus fronteras a las mujeres y niñas de Afganistán. Los países vecinos tienen que recibir a estas personas que necesitan seguridad. Lo más prioritario ahora es que hay que ayudar a las mujeres y niñas de Afganistán, para eso le pedí a la comunidad internacional que asuman una responsabilidad con estas personas y sus familias. No podemos ver un país retrocediendo décadas o siglos”.
Los acontecimientos de los últimos días inevitablemente han hecho que su memoria recorra una y otra vez, los días en que fue la víctima del grupo radical… semanas antes de un atentado que casi le cuesta la vida, la adolescente se había creado un pseudónimo (Gul Makai), abrió un blog y escribió sobre las cosas que pasaban en su país, Pakistán. Escribía sobre vivir bajo el régimen talibán, la creciente actividad militar en su tierra y, por sobre todo, abogaba por el derecho a la educación de las mujeres y niñas pakistaníes.
Su familia dirigía una cadena de escuelas, y su padre, el diplomático paquistaní y activista social Ziauddin Yousafzai, ya había recibido serias amenazas por parte de los talibanes por promover la educación bajo un sistema que lo prohíbe para mujeres mayores de 10 años Para ese momento, Malala ya estaba en el ojo de los talibanes, pero tal como ahora, estaba segura de que “nuestras armas más poderosas son un maestro, un libro y un lápiz; con eso podemos cambiar el mundo”.
Nació en Mingora, en el Valle del Swat, y es la mayor de tres hermanos. Su nombre significa “afligido” y quizás la elección estuvo influenciada por las luchas de su padre por una educación libre, tarea en la que su vida siempre estuvo en peligro. Desde los diez año, Malala comenzó a dar sus primeros discursos, ya se destacaba como una de las mejores alumnas y fue su talento el que cambió su destino. Un editor de la cadena BBC Urdu la eligió para que relatara en detalle cómo era vivir bajo el régimen talibán. Motivada por su padre, comenzó su primer blog en enero de 2009. Luego, cubrió las actividades militares en el valle y la destrucción de más de cien escuelas para niñas y el cierre de la suya.
Sus columnas ganaron notoriedad y un día su identidad fue finalmente revelada. Fue cuando escribió: “Nos prohibieron todo y si oían barullo y risas en una casa, irrumpían por si estabas cantando o viendo la televisión, y rompían los televisores. A veces se limitaban a amonestar a la gente, a veces la pegaban o la fusilaban o la masacraban. No nos dejaban ni jugar a las peluqueras con las muñecas”.
Malala continúo escribiendo hasta tarde del 9 de octubre de 2012, cuando regresaba de la escuela en un autobús junto a dos compañeras, intempestivamente, dos hombres armados interrumpieron el trayecto y subieron al vehículo preguntando por ella. Apenas escuchó su nombre y uno de ellos le apuntó con una pistola para luego dispararle tres veces, una de ellas en la cara y otra en el cuello. Tras la ráfaga de balas, los integrantes del Movimiento de los Talibanes Pakistaníes, gritaron “en nombre de Alá” y desaparecieron en el camino.
Malala, que estuvo en estado crítico, salvó de milagro y al poco tiempo pudo completar su tratamiento en Birmingham, Inglaterra, país donde reside hasta hoy. Tras recuperarse, siguió luchando hasta convertirse en un símbolo mundial en la pelea contra el extremismo y el derecho a las mujeres a la educación. Sólo dos años más tarde del día en que buscaron callar su voz para siempre, se convirtió en la persona más joven de la historia en recibir el galardón más consagrado de la historia de la humanidad. Apenas tenía 15 años, y le tocó compartir el reconocimiento con el también activista por la educación, el indio Kailash Satyarthi. “Un tremendo honor”, dijo, en ese momento.
Hoy es licenciada en Filosofía, Política y Economía en la Lady Margaret Hall de Oxford y dirige la Fundación Malala, reconocida mundialmente por su lucha activa por una educación universal. “Yo soy Malala” (2017) y “Malala. Mi historia” (2019), son hasta ahora son únicas publicaciones. La toma de Afganistán por parte de los talibanes la movilizó desde el primer minuto. Fue el inicio de cientos de conversaciones y mails. Su objetivo hoy es prestar toda la ayuda posible, con llamados a todos los líderes mundiales a hacerse cargo de la situación y que los países abran sus fronteras para recibir a los refugiados afganos.
“Las niñas tienen miedo, las mujeres tienen miedo, todos tenemos miedo porque tememos que nos vuelvan a privar de nuestros derechos, así que estoy muy preocupada por mis hermanas afganas y espero no se les prive de sus derechos. Me he puesto en contacto con todas las activistas de la mujer y tienen mucho miedo. Los países tienen un importante rol de liderazgo que jugar ahora mismo y deben proteger los derechos humanos”, asegura.
Sofía Arevalo
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