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El poder de Anna Wintour: lo que deja tras casi cuatro décadas al mando de Vogue

Figura indiscutible del periodismo de moda, Anna Wintour moldeó la industria desde la portada de Vogue. Su salida como editora en jefe de la edición estadounidense marca un punto de inflexión para la revista que redefinió la cultura visual global.

Wintour llegó a la cima de Vogue en 1988 y, desde su primera portada —una imagen disruptiva de la modelo Michaela Bercu en jeans deslavados y un sweater de Christian Lacroix—, dejó claro que la revista no sería la misma. Apostó por una estética que rompía con el ideal elitista y estático de la alta costura, fusionando lo “alto” y lo “bajo”, lo exclusivo y lo cotidiano, lo aspiracional y lo pop.

Más que una editora, fue una curadora del gusto global. Durante su gestión, Vogue se convirtió en un escenario donde las celebridades reemplazaron a las modelos, y las portadas dejaron de ser solo vitrinas de moda para convertirse en declaraciones culturales. Michelle Obama, Serena Williams, Madonna, Rihanna y Beyoncé fueron solo algunas de las figuras que marcaron época gracias a su elección.

Wintour entendió que la moda no es solo ropa, sino narrativa, símbolo, política e industria. Hizo de la Gala del Met un espectáculo mundial, colocó la conversación sobre diversidad —aunque tarde— en la agenda editorial, y consolidó una estética que permeó medios, pasarelas y discursos de marca.

Pero su figura también representa tensiones. Su defensa del uso de pieles la enfrentó por décadas con el activismo animalista. Su imagen de autoridad implacable —inmortalizada en el personaje de Miranda Priestly en El diablo viste a la moda— ha sido objeto de críticas y parodias, símbolo del elitismo y de una forma de ejercer el poder que hoy comienza a tambalear.

Con el anuncio de un nuevo cargo —“responsable de contenido editorial”— y la búsqueda de su sucesor o sucesora, Condé Nast inicia una nueva etapa. La pregunta ya no es solo quién ocupará el puesto, sino cómo evolucionará Vogue en un ecosistema mediático donde las revistas impresas han perdido centralidad y las voces diversas exigen un lugar protagónico.

Wintour no se retira. Pero su transición abre un espacio para imaginar nuevas formas de ejercer la dirección editorial. Su legado, lleno de contradicciones, sigue siendo ineludible: ayudó a redefinir la moda como una forma de cultura, pero también como una industria marcada por la exclusión, hoy cada vez más cuestionada desde las demandas sociales.