Este 11 de diciembre se conmemora el nacimiento de Elena Garro, una escritora que se ha leído poco y que tal vez sea necesario revisa más para darle un justo lugar en la literatura de su tiempo.
Para Elena la felicidad es algo que no se alcanza en este mundo. Ella no se sentía feliz y tampoco desdichada. “Soy neutra”, respondía a quién le preguntaba y luego dibujaba una sonrisa. Le hubiera gustado ser gato para tratar mal a los humanos y se dice que intentó quemar Los recuerdos del porvenir, novela clásica que marcó a una generación y por la cual su autora fue merecedora en 1963 del premio Xavier Villaurrutia.
Elena Garro fue una niña que, en lugar de aprender a leer, miraba los rayos de luz a través de la ventana donde se imaginaba mundos diminutos con personas chiquititas. Siempre se sintió perdida y sin un lugar completamente suyo. Elena no fue, ni quiso ser de este mundo.
Nació en Puebla el 11 de diciembre de 1916, vivió los primeros años de su vida en Guerrero y en la adolescencia llegó a la Ciudad de México para estudiar la preparatoria en el Antiguo Colegio de San Ildefonso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Después ingresó a estudiar Letras pero no la acabó. A lo largo de su vida, Garro estudió coreografía, teatro, danza y literatura.
En 1935 cuando aún era una estudiante, conoció al también escritor Octavio Paz, con quien se casó en secreto en 1937. Un matrimonio que duró 20 años y que Garro calificó como infeliz “por el duro carácter de él que se enojaba por todo”.
A lo largo de esta relación se dedicó a escribir en secreto y a publicar poco, sobre todo textos periodísticos y obras de teatro con el propósito de no ensombrecer la carrera de su marido que, para ese momento “subía como la espuma”. Sin embargo, voces de esa época y la correspondencia que compartió la pareja, muestran que Paz respetaba la obra de su esposa e incluso apoyó la publicación de su novela cúspide: “Los recuerdos del porvenir”. El matrimonio concluyó en 1959, luego de que Paz pidiera el divorcio. Aunque hoy Garro es calificada por algunos críticos como la segunda escritora mexicana más importante sólo después de Sor Juana Inés de la Cruz, no siempre fue así. Por mucho tiempo Elena fue catalogada como “la esposa de Octavio Paz”, “la amante de Adolfo Bioy Casares”, “la amiga incómoda de Carlos Madrazo” y la “delatora de Carlos Monsiváis”. Tal vez porque fue contemporánea de los intelectuales que integraban el llamado boom latinoamericano, un movimiento literario que fue predominantemente masculino y dejó fuera a muchas de las escritoras de su tiempo. Para Garro no parecía haber sitio, tampoco es que lo anhelara.
Además de la clara desventaja que en su época significaba ser mujer, su personalidad impulsiva y rebelde la hicieron una escritora incómoda. Su activismo agrario, su presunta responsabilidad en el movimiento estudiantil de 1968, los señalamientos contra los intelectuales de entonces y las amenazas de muerte contra ella y su hija Helena Paz fueron causa y pretexto que la llevó a un autoexilio extendido en Estados Unidos, España y Francia desde 1971 hasta 1991, cuando regresó a México.
Falleció el 22 de agosto de 1998 en Cuernavaca, Morelos. Llevaba mucho tiempo enferma de cáncer de pulmón y presentó complicaciones cardiorrespiratorias, a su despedida en el cementerio Jardines de la Paz no asistió mucha gente, ni amigos, pero sí su inseparable hija.
Elena Garro fue una escritora que estuvo siempre contra la sociedad o al margen de ella y aunque, hoy, a 107 años de su nacimiento, merece todos los homenajes, siempre será la escritora “maldita” y sin un lugar propio, autora de una obra original que, no importa el tiempo que pase, está condenada a perdurar.
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