DESPUÉS DE LOS DUROS DÍAS DE LA PANDEMIA y de vuelta a una “nueva normalidad”, la vida de Kristine, la estadounidense que conquistó el alma y el corazón de Douglas Tompkins, parece no tener descanso. Es parte de lo que heredó de su marido, el hombre que durante más de dos décadas se encargó de crear inmensas áreas de conservación silvestre en Chile y Argentina. Una tarea que, a vista del desconocimiento ecológico de la época, no era vista con buenos ojos, dado que muchos llegaron a imaginar que esas hectáreas eran una amenaza geopolítica que podría dividir el país.
El tiempo les dio la razón y actualmente Kristine está a cargo de Tompkins Conservation y se apronta a dar un nuevo paso: convertir ese patrimonio en Rewilding Chile. Un nombre que refleja la importancia de la restauración ecológica a gran escala y del fomento de la salud de la naturaleza.
Durante estos años, el rewilding ya había sido una estrategia de trabajo en el territorio, como una forma integral de abordar la conservación en la Ruta de los Parques de la Patagonia a través de acciones como la creación de corredores silves- tres, el manejo activo con especies vulnerables y un trabajo a la par con las comunidades aledañas. “Promovemos la idea de que donde exista ame- naza trabajaremos por la recuperación, seguire- mos actuando igual pero con un nombre mucho más potente, que se identifica más con lo que he- mos realizado. Lo más importante es lo que viene a futuro”, dice.
LA GUARDIANA DE LA PATAGONIA
A casi seis años de la muerte del conservacionista norteamericano, en un accidente en kayak en el
lago General Carrera, su viuda revela que en un principio “no encontraba la manera de vivir feliz sin su presencia”. Hoy, al frente de la administración
de más de 400 mil hectáreas en el sur de Chile y Argentina, se siente en paz.“Trabajaré en esto hasta el último día de mi vida”, dice y anuncia el cambio de nombre de Fundación Tompkins por Rewilding Chile, una estrategia de total restauración ecológica.
CÓMO NACE ESTA IDEA Y QUÉ RELACIÓN TIENE CON LOS FENÓMENOS EN TORNO AL CAMBIO CLIMÁTICO?
–Se trata de un concepto clave en los tiempos actuales. Va en línea con un movimiento mundial que promueve al rewilding como una de las herramientas más efectivas para contrarrestar las crisis de extinción
de especies y la crisis climática que estamos viviendo. Significa ayudar a la naturaleza a sanar, a mejorarse como dicen en Chile, y devolverle el espacio a la vida silvestre, en la tierra y en el mar, a través de la restauración a gran escala de los ecosistemas. Rewilding Chile es un nombre que refleja de mejor manera nuestro quehacer diario y lo realizado por más de 27 años en la Patagonia chilena.
–Cuando pisó suelo chileno por primera vez, ¿qué fue lo que más llamó su atención?
–Cuando llegué a Puerto Montt en enero de 1993 sentí que por fin era posible imaginar otro tipo de vida. Una vida alineada con los propósitos más profundos que tenía en mi mente. Doug me recogió en Puerto Montt y volamos directamente a la tierra que luego se transformaría en el Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins, al sobrevolar el campo que rodeaba el fundo Reñihue, pudimos confir- mar que estaba muy degradado. A partir de ese momento, nuestras conversaciones y esperanzas se enfocaron hacia la restauración de las tierras y la creación de proyectos significativos. Recuerdo que sentí que había encontrado el lugar donde quería estar.
–Sabemos que en un principio hubo reticencia fundamental- mente por una suerte de ‘analfabetismo ecológico’, ¿Cómo mira hoy esta larga travesía?
Por supuesto que a principios de los ’90, el trabajo de conservación privada era algo muy nuevo en Chile, por lo que el nivel de suspicacia y desconfianza era muy alto. Fue muy intenso y complejo. Desde mi punto de vista, Chile ha cambiado muchísimo, como también hemos cambiado nosotros en Tompkins Conservation, hoy somos Rewilding Chile.
–El manejo activo con especies amenazadas ha sido una cons- tante de la fundación, ¿qué animal de la fauna chilena le llama más la atención?
–Si tuviera que mencionar a una especie, elegiría al huemul. Su po- blación se ha visto reducida a sólo 10% de su población original y está en peligro de extinción. Llevamos más de 15 años trabajando de la mano con el SAG y CONAF para proteger su hábitat. Muy pronto también es- peramos instalar el primer centro de rescate, rehabilitación y tratamiento de huemules en el Parque Nacional Cerro Castillo, en la Región de Ay- sén. Este ciervo es emblemático para Chile, incluso está en su emblema. Sin embargo, hay poca conciencia sobre su estado de vulnerabilidad.
–¿Cómo han logrado conectarse con las comunidades aleda- ñas a los parques?
–Sabemos que el éxito de la conservación depende de comunida- des orgullosas y empoderadas, con un desarrollo armónico frente a la naturaleza. Al observar el territorio, identificamos las áreas a proteger, luego vemos qué o quién falta en ese lugar, para finalmente reesta- blecer las especies que están disminuidas en su población. Para la Patagonia, hemos querido instalar como visión territorial, el concepto de Ruta de los Parques, dado que representa el 91% del territorio pro- tegido bajo la denominación de Parque Nacional. El turismo local, como consecuencia de la conservación, juega un rol clave.
–Nuestro país atraviesa por un importante escenario político y social camino a una nueva Constitución, ¿qué debería considerar la próxima Carta Magna en términos de protección ambiental?
–Un elemento que ha estado ausente en casi todas las revolu- ciones sociales es el reconocimiento de la dependencia de la hu- manidad con una naturaleza saludable. En Chile, sin adentrarme en muchos detalles, sería importante recordar que nuestro bienestar como humanos depende de la inclusión de la naturaleza en todas las decisiones sociales y políticas.
“Una parte de él se quedó conmigo”
EL FUTURO DE CHILE, como si se tratara de una enorme incubadora de conservación ambiental, fue un sueño para Douglas y Kristine. Una pareja sólida, que sobrevolaba los cielos patagónicos y se internaba por semanas a través de sus senderos vírgenes. “No hubo ninguna cosa que yo haya sentido que no alcanzamos a conversar. Hablábamos de todo, de nuestras ideas y también de nuestro amor.
El murió demasiado pronto, pero su pensamiento sigue vivo, partió contento y con muchas misiones cumplidas”, confesó Kristine, hace un par de años, al inaugurar el Centro de Visitantes Parque Patagonia.
En noviembre del 2015, un mes antes de que ella lo dejara junto a su equipo de excursión en el lago General Carrera, Douglas dijo que le tenía un regalo. Un gran libro rojo, mandado a encuadernar por él mismo, que se titulaba The eagle and the hummingbird. “Decía que él era un águila y yo un picaflor, porque me encontraba inquieta, pequeña, curiosa, siempre de un lado para otro. Además eran los nombres que usábamos como contraseñas cuando nos comunicábamos entre los parques por radio, en los tiempos en que no había internet ni celulares”. En ese compilado de decenas de cartas y fotografías de todos los años juntos, con notas de humor y viajes, aparece el siguiente prólogo: “Soy un águila volando ahora lejos, pero siempre voy a cuidarte porque te adoro hasta la infinidad”. Mientras Kristine mira las páginas, reflexiona: “Es curioso que haya escrito eso, poco antes de su partida, sobre todo en un momento que se sentía tan pleno, feliz”.
–¿Qué añora hoy de su compañía?
–Doug y yo éramos inseparables. Cuando murió, una parte de mí se fue con él y una parte de él se quedó conmigo. Durante los primeros años después de su muerte, no podía encontrar la manera de vivir feliz sin su presencia. No era una pérdida, más bien se sentía como una amputación. Hoy, a través de nuestro trabajo, familia y amigos, he encontrado razones para seguir adelante… Si la salud me lo permite, trabajaré en Rewilding hasta el último día de mi vida.
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