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Florence Nightingale: La pionera de la enfermería moderna

Florence Nightingale está considerada como una de las mujeres claves en la historia de Inglaterra.  Su vocación de servicio la llevó a sentar las bases de la enfermería, tal y como lo conocemos hoy. 

Lo que hoy parece una obviedad en términos de higiene en la atención médica, en un momento de la historia fue tan revolucionario que le llovían  los cuestionamientos, Detrás de ese avance, está Florence Nightingale, una adelantada a su época que sentó las bases de la asistencia médica moderna. 

Calificada como una “mujer poco convencional”, su vida estuvo marcada por el cuidado al prójimo. A los 17 sufrió una depresión nerviosa que definió como “el primer llamamiento de Dios”, y a los 24 tomó la decisión de dedicarse a cuidar de los demás, vocación que siguió a toda costa, incluso desoyendo las advertencias de su familia. 

Calificada como “poco convencional”, su vida estuvo marcada por el cuidado al prójimo. A los 17 sufrió una depresión nerviosa que definió como “el primer llamamiento de Dios”, y a los 24 tomó la decisión de dedicarse a cuidar de los demás, vocación que siguió a toda costa, incluso desoyendo las advertencias de su familia.

En una carta a su amiga Mary Clark Mohl, Florence resumió su vocación de servicio como un mandato superior. “Mi mente está obsesionada por el sufrimiento humano, me acomete por todos los lados. Apenas consigo percibir otras cosas”, escribió.

En 1852, recibió una oferta para dirigir una clínica privada y aceptó con la convicción de que era la oportunidad para transformar el oficio de enfermería para mejorar . Florence trató de ennoblecer el oficio, considerado entonces degradante, e intuyó que en su base había dos aspectos esenciales: la preparación y la higiene. Para ella, la asistencia a los enfermos correspondía a todas las clases sociales y merecía una justa consideración.

Durante la guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX, el ministro de la guerra, Sidney Herbert le pidió que partiera al frente para atender a los heridos. Allí se encontró con soldados que se encontraban al límite de sus fuerzas, además de ser víctimas dede una epidemia de cólera. 

Al principio no fue fácil, pues se negaban a reconocer la autoridad de una mujer que, además, era enfermera. Poco a poco comenzó a imponer su visión y a cambiar las reglas: ordenó airear y limpiar a fondo las salas de hospitalización, mandó a sus colegas lavar a los pacientes y cambiar las sábanas, dispuso una lavandería y contrató a un cocinero francés, Alexis Soyer, para que preparase comidas sanas para los enfermos. También, pidió que se aislara a los enfermos y se instalarán cortinas divisorias, con el fin de evitar traumas psicológicos y para respetar la intimidad de los pacientes.

De regreso a Inglaterra, la acogida de Florence fue triunfal. Aunque se negaba a mostrarse en público y solía decir que “para ser una digna sierva de Dios, la primera tentación que hay que vencer es el deseo de brillar en sociedad”. Sin embargo, no pudo evitar que una estatua suya de cera suya llegará al museo de Madame Tussaud.

Murió el 13 de agosto de 1910, a los 90 años, dejando un legado indeleble en la medicina del mundo.

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