Por: Katherinne Hernández, Coach de relaciones y autoconfianza
¿En qué momento pasamos de ser dedicadas amas de casa, madres abnegadas y esposas devotas a mujeres independientes y empoderadas? No me malentiendan. No pretendo desconocer todo el camino de lucha y avance que hemos hecho hasta ahora. ¡No, señoras!
Mi pregunta está más bien motivada porque creo que nos lanzamos a correr una maratón de 5K cuando apenas estábamos aprendiendo a caminar. Y en pleno siglo XXI, estamos todo el tiempo batallando entre el “deber ser” de la mujer tradicional y el ideal de la mujer que hace mucho tiempo queremos ser.
Porque, admitámoslo o no, detrás de la mujer fuerte e independiente, de la que ayuda a todos, que es resiliente y que lleva tatuado en la frente el “yo puedo con todo sola”…detrás de todo eso… está esa niña buena que aprendimos a ser. Aquella a la que le dijeron que tiene que hablar suave y bajito, porque eso hacen las señoritas o porque así no incomodamos al resto. Aquella a la que le dijeron que en la vida “puedes ser quien quieras ser”, pero que luego se encontró con un “deber ser” que limitó sus posibilidades.
Y es así, como veo a muchas de nosotras en relaciones de pareja donde hoy por hoy existe más equidad con el otro, pero donde aún tenemos tendencia a la culpa, a llevar una enorme carga doméstica a cuestas e incluso a desvalorizar nuestra opinión frente a la de quien cumple un rol más masculino en la relación.
Sí, porque hoy en día vivimos anhelando un vínculo amoroso equitativo, pero internamente NO estamos condicionadas para recibirlo.
Nuestra manera de pensar, de sentir y todo nuestro sistema nervioso trae una historia donde aprendimos que para ser amadas debemos ser mujeres empáticas, amables, silenciosas, condescendientes y complacientes; que debemos cuidar de los otros (antes que de nosotras) y de paso cuidar también la opinión que el resto tenga sobre nuestro desempeño como madres, parejas, mujeres y amantes. ¡Tremenda mochila que hemos llevado a nuestras espaldas!
Y resulta que, para colmo, hoy nos hemos cargado un peso adicional: Ser esas mujeres que pueden con todo (casa, niños, trabajo, etc.), esas que hoy estamos obligadas a dar la talla en lo laboral, no vaya a ser que se piense que, por ser mujeres, no podemos “rendir” igual que los hombres. Mujeres que hemos de lucir de 20 a los 40; mujeres que como hemos aprendido a liberarnos de trancas y tabúes, ahora se supone que somos potras multiorgásmicas siempre disponibles para un momento de sexo; mujeres que estamos cada vez más autoexigidas y cada vez menos conectadas con nuestras emociones.
Se nos enseñó a ser buenas, no a ser poderosas. Y en el ámbito amoroso, eso se refleja de igual manera. Hemos hecho la pega, vaya que sí. Terapias, psicólogos, libros de autoayuda, journaling y todo lo que sirva para aprender sobre amor propio. Para no repetir esa historia de mamá o de la abuela a quien vimos sumisa y obediente ante el macho proveedor que llegaba a casa.
Afortunadamente hemos evolucionado y ya casi no nos encontramos con el estereotipo patriarcal de pareja de los 60. Pero, aun así, aún en relaciones sanas, lindas y conscientes, seguimos arrastrando nuestra historia heredada y aprendida. Por ejemplo, seguimos siendo la enfermera de todos en casa, sin permitirnos descanso cuando nosotras estamos enfermas.
Por otra parte, comprendemos la importancia de los tiempos individuales, así que todo bien con el fútbol de los sábados y los after office de los jueves. Pero cuando nos reunimos una vez al mes con las amigas, bendita culpa (o a lo menos preocupación) porque no estamos en casa para hacernos cargo de los niños (y del marido). O valoramos el poder criar nuestros hijos 24/7, pero nos sentimos un lastre para la economía familiar porque “no estamos aportando”.
Y así, la larga lista de recriminaciones que lo único que hacen es robustecer un estereotipo social ya añejo, del que lamentablemente, pero también afortunadamente, somos responsables.
Porque pese a la historia que aún cala profundo en nuestro inconsciente, pese a los rezagos socioculturales que aún merman nuestro avance hacia una sana equidad, y pese a las relaciones que hayamos tenido o a los vínculos amorosos de los que hoy seamos parte y que puedan no estar contribuyendo a dicha equidad, es nuestra responsabilidad como mujeres y hombres ir dando pasos concretos hacia ese ideal global, a partir del estrecho mundo de nuestras relaciones de pareja.
En lo cotidiano, en el día a día, en lo que permitimos y no permitimos, pero, por sobre todo, en la forma como a diario elegimos tratarnos en la interna, para darnos ese lugar de respeto y equidad por el que hemos trabajado y que sin duda todos merecemos.
Woman Times entrega este espacio abierto para el diálogo. No necesariamente comparte las opiniones contenidas en estas columnas de opinión.
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