El director chileno Pablo Larraín regresa al género del horror con una producción para Netflix: una miniserie basada en cuatro relatos de la escritora argentina Mariana Enríquez, figura clave de la literatura de terror contemporánea. El proyecto, aún sin título oficial, se encuentra en fase de preproducción y comenzará a rodarse en junio entre Santiago y Buenos Aires.
Se trata de una coproducción chileno-argentina entre Fábula, la compañía de los hermanos Larraín, y la productora K&S Films, responsable de títulos como Relatos salvajes y El reino. Con un elenco binacional y un equipo técnico de colaboradores habituales de Larraín –como el director de fotografía Sergio Armstrong y el asistente de dirección Waldo Salgado–, la serie promete una aproximación al horror desde una perspectiva íntima y emocional.
Tras dirigir El Conde (2023), sátira gótica en la que transformó a Augusto Pinochet en un vampiro de 250 años, Larraín vuelve a explorar lo oscuro. Pero esta vez lo hace desde lo que él mismo ha definido como un “terror íntimo”: un tipo de horror que se enraíza en los traumas personales, el duelo y los fantasmas cotidianos. Una sensibilidad que ya había tanteado en Lisey’s Story (2021), adaptación de la novela de Stephen King para Apple TV+, donde el miedo se alojaba en la memoria y la pérdida más que en el sobresalto fácil.
El universo gótico de Mariana Enríquez
La escritora argentina Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), autora de Nuestra parte de noche y ganadora del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2024, ha conquistado lectores de toda Iberoamérica con cuentos que entrelazan lo sobrenatural con lo marginal, la violencia con el dolor íntimo. Su literatura se ha convertido en un fenómeno cultural que trasciende el papel: adaptaciones teatrales, ilustraciones, películas y experiencias performáticas han expandido su obra a nuevos lenguajes.
Ahora, cuatro de sus cuentos dan el salto a la pantalla bajo la dirección de Larraín. Tres de ellos –Mis muertos tristes, Julie y Un lugar soleado para gente sombría– pertenecen a su última publicación homónima (Anagrama, 2024), mientras que el cuarto, Cuando hablábamos con los muertos, fue editado por Montacerdos en Chile en 2013.
Los relatos elegidos comparten una sensibilidad común: el horror se instala en la cotidianidad, allí donde la muerte, la pérdida y la desigualdad abren fisuras. En Mis muertos tristes, una médica jubilada se comunica con los fantasmas de jóvenes asesinados, que comienzan a multiplicarse en su barrio. Julie narra el inquietante regreso de una joven enferma a la casa de su familia, acompañada por presencias invisibles. Un lugar soleado para gente sombría fusiona el true crime con lo paranormal, evocando el caso real de Elisa Lam. Y Cuando hablábamos con los muertos, ambientado en la posdictadura argentina, retrata a un grupo de adolescentes que invocan a sus desaparecidos en sesiones de espiritismo.
Esta nueva colaboración entre Netflix y Larraín se inscribe en una línea de proyectos que combinan sensibilidad autoral con proyección internacional. Tras sus biopics sobre Jackie Kennedy y Lady Di, y luego del giro alegórico de El Conde, el director chileno parece decidido a continuar explorando el género desde una mirada latinoamericana.
La serie, que se filmará entre junio y septiembre de 2025, marcará también el primer gran salto de Mariana Enríquez al streaming, consolidando su lugar como una de las narradoras más influyentes del horror actual.