México vive una de las peores crisis migratorias de los últimos años. Miles de migrantes de Centro y Sudamérica siguen llegando al país con la intención de cruzar hacia Estados Unidos, pero debido a la saturación de la frontera entre ambas naciones, gran parte de esas personas decidieron quedarse en territorio mexicano. La situación ha merecido la creación de un grupo de trabajo con funcionarios de alto nivel de México y Estados Unidos para buscar posibles soluciones a una de las olas migratorias más grandes que se hayan visto.
En medio de este complejo panorama están las mujeres migrantes, cuyas dificultades son mucho mayores que las de los hombres y no siempre son visibilizadas. De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres del gobierno mexicano, en el primer semestre del año pasado hubo un incremento de 43% en la migración de mujeres con respecto al mismo periodo del año previo. Además, 41.7% de las solicitudes de asilo al gobierno de México- que están en su nivel más alto desde que hay registro- corresponden a mujeres.
A decir de la directora regional de la ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, María Noel Vaeza, las mujeres dejan sus países de origen por vulnerabilidades preexistentes, desigualdades y roles tradicionales de género. “Las mujeres y niñas se ven afectadas por oportunidades laborales limitadas, por los efectos del cambio climático; por una mayor exposición a la violencia basada en género en contextos de crimen organizado; por la necesidad de protegerse a sí mismas y a sus familias”, explica la funcionaria.
Las mujeres migrantes, que pueden ser niñas, adolescentes, adultas o madres, transitan rutas inseguras en donde sus derechos son condicionados por la falta de servicios públicos como salud, salud sexual y reproductiva, educación y cuidado. “Las rutas de desplazamiento desoladas o altamente militarizadas y la falta de presencia institucional hacen a las mujeres, adolescentes y niñas mucho más vulnerables a la trata de personas con fines de explotación sexual, a la violencia y a la desaparición forzada”, advierte ONU Mujeres.
Según una encuesta regional de mujeres en situación de movilidad elaborada por la ACNUR, la agencia para refugiados de la ONU y la organización de la sociedad civil HIAS que ayuda a personas refugiadas, el 62% de las mujeres migrantes en la región de las Américas manifestó sentirse insegura o muy insegura durante su viaje migratorio y una de cada tres señaló sentirse insegura en el lugar de destino. Así que los peligros para las mujeres, incluso de muerte, no se detienen en ningún momento de este duro camino.
“En situaciones de desplazamiento forzado y movilidad humana, el riesgo de sufrir violencia de género aumenta significativamente, afectando de manera desproporcionada a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+. La falta de presencia institucional en las rutas de desplazamiento aumenta este riesgo, exponiéndolas a amenazas como la violencia sexual, violencia física y desaparición forzada”, alerta el director regional de ACNUR para las Américas, José Samaniego.
El Colegio de la Frontera Norte de México encuestó a mujeres migrantes mexicanas y extranjeras, encontrando que en el primer caso los riesgos más sobresalientes son el abondo de un pollero en el lado de Estados Unidos; el extravío en el monte, sin agua ni alimentos; caminatas extenuantes de noche por el monte; privación de la libertad y extorsión; hostigamiento sexual por parte de otra persona migrante o el cruce del río sin saber nadar.
Por su parte, las mujeres extranjeras en su tránsito por México señalaron que la privación de la libertad y extorsión; abandono y robo del pollero o autoridades; acoso y hostigamiento sexual; abuso sexual; cruce del río sin saber nadar; así como amenazas por parte de grupos del crimen organizado, son los principales riesgos durante el trayecto. Pero estos peligros no acaban al cruzar la frontera. Durante unos días quedan recluidas en casas de seguridad, donde los coyotes-polleros las obligan a hacer el aseo, la comida y son abusadas sexualmente por los traficantes.
“El secuestro de mujeres migrantes durante su trayecto es otro de los riesgos que pone en evidencia la violencia. Las redes de trata de personas con falsas promesas de empleo engañan a mujeres que inician la travesía hacia un destino, pero en el trayecto son privadas de libertad y obligadas a realizar trabajos forzados o a prostituirse. Sin embargo, la mujer migrante que ha sufrido abusos rara vez los denuncia, ya que puede ‘entorpecer’ su viaje migratorio”, refiere El Colegio de la Frontera Norte.
Un duro camino hacia la resiliencia
En informe “Migración resiliente. Herramientas de rescate emocional para niñas, niños y adolescentes migrantes” se refiere a resiliencia como la capacidad de las personas migrantes de “salir fortalecidos luego de situaciones severamente estresantes y acumulativas, en las que han estado en riesgo su integridad física y emocional. El término remite a capacidades que van más allá de hacer frente y adaptarse a las dificultades. Implica la capacidad de superarlas, ser transformado por ellas y reconstruirse”.
“Hablar de resiliencia no significa evitar, quitar o prevenir el sufrimiento. La lógica es más integral: no es posible liquidar los problemas, siempre queda una huella de lo vivido, pero es posible darle un significado más soportable, a veces incluso, un sentido completamente distinto, de fortaleza y humanidad”, refiere el documento de la Unicef. Y eso es precisamente lo que hacen las mujeres migrantes: construyen la capacidad de salir, sí heridas, pero fortalecidas de una experiencia incluso aniquiladora.
Para mitigar los riesgos las mujeres deben aprender y desarrollar estrategias para no verse inmersas en situaciones de violencia o reducir las consecuencias. “Cuidar la vestimenta para pasar desapercibida, decir o establecer una ‘relación’ con algún compañero de viaje, utilizar anticonceptivos para prevenir embarazos ante las posibles violaciones en el camino, tomar rutas más largas pero que estén alejados de puntos con historial de violencia para migrantes, son algunas de las acciones emprendidas por las migrantes para resistir”, explica El Colegio de la Frontera Norte.
Como ya se dijo, son diversos los factores que exponen a las mujeres a situaciones de riesgo y violencia, pero también estrategias que han implementado y creado ellas mismas para protegerse. En la coyuntura actual es importante visualizar tanto los riesgos como las herramientas de las mujeres con el fin de poder generar conocimiento que sea aplicable a través de políticas públicas de seguridad y protocolos de acción y atención.
Sin embargo, la resiliencia de las mujeres migrantes no exime de las responsabilidades al Estado para garantizar la seguridad e integridad de esta población. La Organización Internacional para las Migraciones, una agencia de la ONU, apunta que un primer paso debe ser la creación de políticas públicas con enfoque de género en los países de tránsito y destino. “Estas políticas podrían facilitar el acceso de las mujeres migrantes a su regularización de manera independiente, a empleos formales y a servicios esenciales como salud y educación”.
“La creación de políticas más inclusivas debe ir acompañada de programas y actividades que fomenten la integración involucrando a las comunidades de acogida para lograr una mayor efectividad. Algunas actividades que permiten la cohesión entre personas migrantes y nacionales son los mercados y ferias pues facilitan no solo la generación de ingresos, sino el intercambio entre ambas culturas”, añade la Organización Internacional para las Migraciones.
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