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¿Qué precio paga la vida silvestre por el crecimiento de nuestras ciudades?

Cada vez más desplazada por el avance urbano, la fauna silvestre se ve forzada a sobrevivir en hábitats modificados, fragmentados y reducidos. En lugar de ecosistemas continuos, el paisaje natural se ha transformado en un mosaico de obstáculos urbanos que disminuyen la biodiversidad, una pieza clave para mitigar el cambio climático. 

La expansión urbana suele avanzar sobre entornos naturales, reduciendo y fragmentando los hábitats. Infraestructuras como carreteras, autopistas y edificios, son algunos de los factores que aíslan zonas que antes formaban parte de ecosistemas y paisajes biodiversos, borrando rutas migratorias, dificultando la reproducción y debilitando la biodiversidad.

Consecuencias para la fauna silvestre

La pérdida de hábitat implica la privación de recursos y refugio para la fauna, afectando directamente a sus poblaciones. Además, la contaminación, la luz artificial y la presencia humana generan estrés crónico en muchas especies, lo que debilita su sistema inmunológico y las vuelve más propensas a enfermarse.

Aunque el crecimiento urbano representa una amenaza clara para la vida silvestre y su entorno, no toda la fauna desaparece ante el avance del concreto. Algunas especies logran adaptarse e incluso prosperar en entornos urbanos. Sin embargo, esta aparente convivencia no debe confundirse con un equilibrio saludable. La fauna que se adapta suele ser una minoría, generalmente especies que toleran bien la presencia humana.

Las zonas urbanas ofrecen oportunidades de alimento que son atractivas tanto para herbívoros como para omnívoros y carnívoros, que se pueden alimentar de basura o alimento para mascotas. Pero estas condiciones no garantizan la preservación de la biodiversidad.

Biodiversidad urbana. ¿Es posible?

La biodiversidad hace referencia a la variedad de formas de vida en la Tierra, incluyendo animales, plantas, hongos y microorganismos, y a los ecosistemas que todas ellas conforman. Este entramado complejo y dinámico no solo sostiene la vida como la conocemos, sino que también cumple funciones esenciales para el equilibrio climático. Ecosistemas sanos y diversos almacenan carbono en árboles, suelos y humedales, regulan la temperatura, purifican el aire y el agua, y protegen frente a eventos extremos.

Son, además, un factor decisivo en la mitigación del cambio climático, ya que almacenan carbono a través de diferentes formas, por ejemplo, los árboles y suelos absorben y conservan el exceso de carbono atmosférico. De este modo, ayudan a reducir los niveles de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.

Por eso, cuando la urbanización reduce y fragmenta la biodiversidad, no solo pone en riesgo a la fauna local, sino que también debilita una de nuestras mejores defensas naturales frente al cambio climático.

¿Es posible una coexistencia real?

Natalia Ramírez OtárolaーDoctora en Ciencias, bióloga e investigadora en ecofisiología y ecoinmunologíaーexplica que la fragmentación del hábitat genera múltiples desafíos para la fauna silvestre. La división de los ecosistemas interrumpe las rutas migratorias y dificulta la interacción entre individuos de una misma especie, lo que puede llevar a la pérdida de diversidad genética y afectar el funcionamiento de los ecosistemas.

“Imagínate que, de un momento a otro, tu casa se divide en dos y ya no puedes acceder a algunas de sus partes. Tal vez parte de tu familia quedó del otro lado, y ya no puedes verlos ni estar en contacto. Puede que te quedes solo, obligado a buscar un nuevo grupo. Eso es lo que ocurre con muchos animales cuando su hábitat se fragmenta, quedan aislados y se enfrentan a situaciones que los estresan. Eso lógicamente con el tiempo conlleva pérdidas para las poblaciones y para el ecosistema”, retrata Natalia.

Lograr una coexistencia real entre el desarrollo urbano y la conservación de la fauna silvestre es un desafío complejo. La experta destaca que la distribución de recursos económicos influye en la capacidad de las comunas para implementar programas de protección ambiental.

“Aunque algunas ciudades han avanzado hacia modelos más respetuosos con la biodiversidad, otras continúan expandiéndose sin considerar el impacto ambiental”.

En comunas con mayores presupuestos, es más factible invertir en áreas verdes y programas de conservación, mientras que en otras, las prioridades pueden estar enfocadas en necesidades sociales más urgentes. Esta disparidad contribuye a una expansión urbana que, en muchos casos, sigue desplazando silenciosamente a la fauna silvestre.

“Aunque algunas ciudades han avanzado hacia modelos más respetuosos con la biodiversidad, otras continúan expandiéndose sin considerar el impacto ambiental”, cierra Ramírez.

¿Podemos habitar sin desplazar?

Mientras algunas ciudades comienzan a incorporar soluciones basadas en la naturaleza, muchas otras siguen creciendo sin considerar los ecosistemas que las rodean. Pensar un modelo urbano que no expulse silenciosamente a la fauna no es solo una cuestión ecológica, sino también ética. ¿Queremos habitar un mundo donde sólo ciertas especies, incluida la nuestra, tengan derecho a habitar el espacio?