POR: Francesca Chiappa (Periodista), integrante del Programa de Periodismo Colaborativo Woman Times.
Empezando la década de los años 20, Coco Chanel destacó como diseñadora al incluir los pantalones en las mujeres. Corrían los años 60 cuando Mary Quant escandalizó a la sociedad más conservadora al inventar la minifalda. Si a eso le sumamos que el público objetivo de consumo en la industria de la moda son principalmente mujeres, se podría suponer que justamente ellas lideran el sector, sin embargo, quienes llevan las riendas del sector textil son ellos.
La moda, como un reflejo vivo de la sociedad, no es inmune a las desigualdades que se perpetúan fuera de las pasarelas. Desde el diseño hasta la producción y la comercialización, las diferencias entre hombres y mujeres son palpables y a menudo ignoradas.
“Tienes que ser jefa, pero no mala. Tienes que liderar, pero no machacar las ideas del otro. Es literalmente imposible ser una mujer”. Este alegato feminista es uno de los momentos cumbre de la película más taquillera de 2023, Barbie. A la última frase bien se le podría añadir “es literalmente imposible ser una mujer directiva de una empresa de moda”.
A pesar de que la mayoría de los consumidores de moda son mujeres, los nombres más reconocidos en la industria siguen siendo predominantemente masculinos. Según un informe del Council of Fashion Designers of America (CFDA), solo el 14% de las principales casas de moda están dirigidas por mujeres. Por su parte, el informe The State of Fashion 2024, que elabora anualmente el portal Business Of Fashion en conjunción con la consultora McKinsey & Co, expone que a pesar de que son la principal fuerza consumidora y su mano de obra mayoritaria, las mujeres apenas ocupan el 40% de los cargos de responsabilidad en la industria de la moda.
El estudio “Radiografía de las mujeres en los lugares de trabajo”, elaborado por la empresa de software de recursos humanos Buk, muestra que a febrero de 2024 la brecha salarial entre hombres y mujeres alcanzó un 27% en Chile. Además, la disparidad aumenta aún más en el caso de los cargos senior, donde el número de personas que negocian su sueldo es 9% mayor en hombres que en mujeres, alcanzando el 34%. En mujeres, sólo el 25% negocia para este tipo de labores. Un escenario similar ocurre en la industria textil, pues de acuerdo al Estudio de Fundación SOL titulado “Trabajo en Domicilio: Pandemia y transformaciones en el trabajo textil y la cadena del vestuario en Chile (2022)”, 7 de cada 10 personas dedicadas al trabajo textil en Chile son mujeres.
“El machismo existe, y no sólo se refleja en los puestos o los sueldos, sino también en la presión estética, la presión por estar guapa, joven, delgada y vestir de temporada”, afirma Emma Giner, experta en recursos humanos y ex ejecutiva de Inditex.
En el mundo del modelaje también es perceptible la dicotomía de la exposición. Las mujeres son la cara visible y predominante, pero esta visibilidad no siempre se traduce en igualdad económica. Alton Mason, es el nombre del modelo mejor pagado en la única industria en la que se suponía que ellos cobran menos. Tras aparecer en el último desfile otoño/invierno 2024 de Dolce&Gabbana, la marca lo ha hecho oficialmente su rostro global.
Producción y Condiciones Laborales: Invisibilidad y Explotación
Las diferencias de género no solo se observan en las pasarelas y oficinas de diseño, sino también en las fábricas donde se confecciona la ropa. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que las mujeres representan entre el 60% y el 80% de los trabajadores de la industria de la confección, pero también son las que en mayor proporción se emplean en los eslabones más bajos de suministro: “suelen enfrentarse a condiciones laborales muy vulnerables y precarias, normalmente sin acceso a la seguridad social, cobertura de la legislación laboral, asistencia sanitaria o protección del salario mínimo”, señala el Informe de la OIT.
Hace 11 años, debido al colapso del edificio Rana Plaza en Bangladesh, fallecieron 1.340 personas que cosían para la industria de la moda. Esa tragedia conmocionó a las organizaciones de trabajadores y a los movimientos de mujeres de todo el mundo, ya que constituía un retrato de las consecuencias de la precarización del trabajo que realizan las mujeres, sin derechos y sin seguridad. A raíz de este acontecimiento, nació el movimiento internacional Fashion Revolution (2014), para visibilizar el trabajo de quienes fabrican las prendas que vestimos y decir basta ante los abusos sociales y ambientales en la cadena global de suministro de confecciones.
Moda y sexismo publicitario
Son muchísimas las marcas que en algún momento han generado controversias con sus campañas, ya sea por hacer referencia explícita al abuso de las drogas, por racismo o por violencia contra la mujer. Gucci, Jimmy Choo y American Apparel, entre muchas otras, forman parte de una extensa lista a la que se le suman revistas prestigiosas y fotógrafos.
Fue en la temporada primavera verano 2003 cuando Mario Testino trabajó junto a Carine Roitfeld para Gucci. En dicha publicidad no se veía el rostro de la modelo, solo su cuerpo destacando la letra G (inicial de la marca) grabada en el vello púbico de la joven.
Jimmy Choo generó controversia en 2006 por una publicidad donde aparecía un hombre en el desierto junto a una pala, un pozo y una modelo en el baúl del auto, a punto de ser enterrada. Y hace un par de años, Winona Ryder protagonizó un video para Mac Jacobs derramando leche sobre su pecho que fue tildado como “sexista” y recibió una negativa acogida en las redes sociales.
La moda no solo es una forma de expresión personal, sino también un reflejo de los valores y estructuras de poder de nuestra sociedad. Es fundamental que como consumidores y actores de esta industria tomemos conciencia de estas disparidades y actuemos en consecuencia. Apoyar a diseñadoras emergentes, exigir condiciones laborales justas para las trabajadoras de la confección y promover la equidad de género en todos los niveles de la industria son pasos esenciales para transformar la moda en una herramienta de cambio social.
¿Qué tal si la próxima vez que compremos una nueva prenda, nos preguntamos: “qué historia de género y sostenibilidad estoy apoyando con mi elección? La invitación está abierta.
Sé el primero en comentar