POR: Catalina Evans, integrante Programa de Periodismo Colaborativo WT.
Valentina Muñoz Rabanal, también conocida como Chica Rosadita, es STEMinista. Su labor se centra en abogar por los derechos de las niñas y jóvenes para reducir la brecha de género en las disciplinas STEM, además de defender los derechos digitales.
Es la programadora más joven en contribuir a la elaboración de la Primera Política de Inteligencia Artificial en Chile. En 2021, fue designada SDG Advocate por el Secretario General de las Naciones Unidas (Defensora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU), siendo la persona más joven y única latinoamericana en tener este cargo honorífico.
Ha recibido primeros lugares en el Concurso de Robótica FIRST Lego League en 2015, 2016 y 2017. En 2021 se le otorgó el reconocimiento “Exceptional Women of Excellence” del Women Economic Forum, y en 2023 publicó su primer libro Chica Rosadita y la Gran Hackaton, apto para niños y niñas desde los 9 años, en el que busca visibilizar y sensibilizar respecto a los estereotipos de género que rodean al campo de la programación.
¿Cuánto tiempo tomó la creación del libro? ¿Qué fue lo más desafiante y qué ha sido lo más gratificante?
La verdad escribir el libro fue súper rápido y divertido, un proceso precioso. Lo escribí en cuatro meses porque decidí hacerlo en dicho periodo. Soy muy disciplinada, entonces me dije: “Esto es un trabajo, voy a tratarlo como tal”, y me levantaba muy temprano, tipo ocho de la mañana y de nueve a una de la tarde voy a escribir todos los días, aunque no tenga nada que escribir, para tener el ritmo de estar en eso. Y la verdad fue una historia que salió como si se contara sola prácticamente, y me gustó mucho.
Lo más desafiante fue crear las actividades. Quería que fuera desafiante para los niños y niñas que iban a hacerlo, pero a la vez tenía que ajustarme para que fueran realizables. Fue difícil enfocarlo, el pensar en metáforas de cómo explicar términos de programación que suelen ser muy duros, muy concretos, de formas que fueran más suavecitas, más dinámicas, mucho más fáciles de entender.
Lo más gratificante ha sido definitivamente el recibimiento que ha tenido el libro. Tengo una foto que es la única forma en la que puedo describir el nivel de gratificación que siento por esta oportunidad.
¿Qué te inspiró a elegir una carrera en STEM?
No siento que yo elegí una carrera STEM, sino que una carrera STEM me eligió a mí, porque me enamoré de la programación cuando tenía 12 años y a partir de ahí elegí dedicarme a esto. La verdad me obsesioné y sigo obsesionada, por suerte, porque estoy estudiando la carrera universitaria y sigo amándola cada vez más.
Creo que todas las mujeres que entramos a esto terminamos siendo activistas de alguna forma, por hacer que sea más justo, más inclusivo y que no sea tan difícil, porque al final no deberíamos estar luchando por demostrar que a pesar de nuestro género podemos ser igual de capaces o valiosas.
Para mí partió así, fue un amor, una pasión indescriptible, simplemente llegó a mí y dije, esto siempre fue mío (ríe)… Tengo de hecho un recuerdo canónico, de cuando tenía 9 años, mi mamá trabajaba en la Telefónica, en el área de ventas, y cada cierto tiempo me llevaba a su trabajo porque le interesaba mucho que yo viera que era una mujer trabajadora. Una de estas veces empiezan a llamar a mi mamá y me dice, “Vale, quédate aquí”, y yo era una niña curiosa, entonces empecé a recorrer el lugar, a investigar. Llegué a una sala oscura con muchas y pequeñas luces de colores que tintineaban, y resulta ser la sala de los informáticos. Yo les pregunto. “¿qué están haciendo?” Y uno de ellos me mira y me dice, “Estamos salvando el mundo”. A mí me encantó esa respuesta. Después mi mamá me explicó que Telefónica trabajaba en ciberseguridad y que ellos estaban resolviendo un ciberataque.
Esa respuesta me movió el mundo, porque siempre uno piensa que la medicina puede salvar el mundo, pero nunca pensé que a través de la tecnología, a través en realidad de cualquiera de nuestros talentos, dependiendo de cómo nosotros los aplicamos, todos y todas podemos salvar el mundo. Así nació mi pasión por la programación y el activismo, decir: quiero dedicarme a esto y quiero que mis habilidades sirvan para hacer de este un mundo mejor.
¿Cómo se te ocurrió compartir y divulgar los conocimientos que has adquirido en las redes sociales? ¿Por qué consideras importante esta actividad?
Empecé con la divulgación científica en 2020 cuando partió la pandemia. Estaba cursando cuarto medio en un colegio público y durante todo el año no tuve ninguna clase online porque no estaban los recursos, el material, la capacitación para implementarlo, y no todas mis compañeras ni profesores tenían acceso a internet en sus casas, así que era físicamente imposible.
En todo ese proceso empecé a ver TikToks. Quedé en shock cuando me di cuenta que mientras mis compañeras no podían acceder a clases por no tener acceso a internet, las personas que sí tenían acceso estaban haciendo pan y bailes. ¿¡Cómo no se dan cuenta del tremendo recurso que tienen a su disposición de manera prácticamente ilimitada?! Después me di cuenta de que yo también estaba en ese grupo.
He sido muy afortunada por tener acceso a conocimiento en robótica, programación, a un montón de cosas súper interesantes, una oportunidad que no todo el mundo tiene, mucho menos a través de un colegio público, entonces pensé en cómo hacer que mis conocimientos llegasen al resto a través de internet, y ahí empecé a subir contenido y a explicar cosas básicas. Poco a poco se fue construyendo una comunidad de algunos seguidores y ahora son miles. Se convirtió en un espacio seguro para democratizar la ciencia y la tecnología.
¿Qué ha sido lo más difícil de la carrera? Y por otra parte, ¿lo que más te ha gustado?
Como lo supuse antes de entrar a la carrera, definitivamente lo más difícil ha sido el machismo, y de hecho terminé cambiándome de Casa Central en la Universidad Federico Santa María, a sede Viña, porque es más pequeña, el ambiente es mucho más amigable, más grato y fue un cambio maravilloso porque en mi corto periodo en Casa Central viví muchísimas situaciones de sexismo que pensé que ya no deberían darse a esta altura de la vida.
Por ejemplo, había un ramo en el que yo era la única mujer y el profesor cada cierto rato paraba la clase para mirarme y preguntarme qué opina la niña y la verdad era desesperante. Mucha gente puede decir que da lo mismo o que no es nada grave, pero yo quería ir a la universidad y estudiar tranquila, que mi preocupación fuera si la materia era difícil y no que un profesor esté parando la clase todos los días para mirarme y preguntarme qué opino porque soy la única mujer. Fue súper estresante y el cambio ha sido bacán, porque así puedo enfocarme realmente en lo que uno debe hacer, que es estudiar.
A mí siempre me gustó programar, siempre me llamó la atención la informática y sus áreas de seguridad, inteligencia artificial, data science, data mining, todo me apasiona, me emociona hablar de eso. Definitivamente tomé la decisión correcta, fue bacán esa paz de encontrar lo que quiero hacer el resto de mi vida, me siento muy afortunada por eso.
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