Actriz y productora, logró hacerse un nombre en la historia del séptimo arte cuando las mujeres no tenían acceso a dirigir. Fue una pionera tras las cámaras que combatió todos los estigmas de la industria y que hoy es considerada como “la madre de todos directores de cine”.
Ida Lupino nació en Londres, en 1918, en una familia con una dilatada trayectoria en el mundo del teatro y el espectáculo. Su papá era comediante famoso y su mamá una conocida actriz, por lo que empezó a actuar casi antes de aprender a escribir. A pesar de que la actuación nunca la apasionó, motivada por sus padres se vio obligada a perfeccionarse en ese rubro. A los 10 años, ya había memorizado la mayoría de los roles femeninos de las obras de Shakespeare y a los 15, cuando acompañó a su madre a una audición para la película, los directores del casting no dudaron a ofrecerle un rol apenas la escucharon recitar unas líneas. El talento estaba en sus venas, pero ella quería era estar detrás de las cámaras.
Su gran salto llegó cuando decidió partir a Hollywood, motivada por un estudio que quería convertirla en la “Jean Harlow británica”, en alusión a la popular actriz. Pero, aunque era una adolescente tenía claro que no quería para su vida ni el glamour ni el éxito que el star system de la época le ofrecía. Su rebeldía pudo más y apenas puso un pié en California comenzó a rechazar todos los papeles que no le gustaban que generalmente correspondían al femme fatal y villana. Si disfrutó de actuar junto al gran Humphrey Bogart en algunas de las 59 películas que hizo.
Acostumbraba a pelear con los productores por la calidad de los guiones, estuvo suspendida varias veces por Warner Brothers, pero aprovechó esas suspensiones para aprender dirección y escritura creativa. Así se gestó su debut detrás de las cámaras en un contexto bastante peculiar. Recién comenzadas las grabaciones para la película Not Wanted (1949), un filme sobre una mujer que queda embarazada, rompe con su familia y luego da al niño en adopción (escrita y producida por ella), el director Elmer Clifton sufrió un infarto, por lo que ella decidió, pese a todos los reparos de los dueños del estudio, tomar las riendas de la dirección. Si bien había acumulado conocimientos, no tenía experiencia y al final del rodaje optó por no poner su nombre como directora en los créditos.
En 1953, dirigió “The Hich Hiker” y “The Bigamist”, siete años después llegaron The Trouble with Angels, el según los estudiosos de la historia del séptimo arte es un ejemplo del cine protofeminista. Tras una serie de desencuentros con los grandes estudios, los que la motivaron junto a su marido a crear The Filmakers, un estudio independiente donde produjeron más de 10 largometrajes en la primera mitad de la década de los cincuenta. A punta de un trabajo incesante, se hicieron conocidos por su gran habilidad de mantener a raya los presupuestos y por el reciclaje de los sets de rodaje, algo poco común entre sus competidores. Así se convirtió en la única mujer dirigiendo películas dentro del circuito más importante de Estados Unidos. “En la capital del cine en las décadas de 1940 y 1950 existía un sistema absolutista y férreo que me parece tenía como objetivo principal excluir a las mujeres”, dice, Ida en su biografía, en la que admite que para ganarse el respeto de los hombres que la rodeaban, se propuso ser vista como una figura materna.
“¿Acaso alguno de esos hombres sería capaz de enfrentarse a una madre, hacerle pasar malos ratos? ¡De ninguna manera! Fue una manera genial de poner a todos esos hombres de su lado y así lograr que hicieran lo que ella necesitaba para sacar adelante su trabajo”, dijo el historiador cinematográfico. Enrique Maietta sobre su trabajo. Ida consiguió que la llamaran “madre”. De hecho, en su silla no aparecía la palabra “directora”, sino la frase “Mother of us all” (la madre de todos).
En su libro, la artista inglesa entrega mayores detalles sobre su táctica. “Mientras mantengas la calma, tu equipo siempre te acompañará, los hombres odian a las mujeres mandonas, por lo que a un hombre no le indicas hacer algo, sino más bien se lo sugieres. Una mujer no puede permitirse el lujo de estallar, porque eso es lo que están esperando”, escribió, enfatizando en su deseo de ver a más mujeres trabajando como directoras y productoras.
Con su carrera como directora consolidada, ingresó al Directors Guild of America, un gremio ultra masculino de más de mil miembros, pero donde logró imponerse. De hecho, los cronistas aseguraban que en cada asamblea del sindicato de realizadores, la sesión se abría con un “Gentelmen and Miss Lupino” (Caballeros y señorita Lupino), algo que se mantuvo por mucho tiempo y que la llenaba de orgullo.
En 1995, murió a causa de un cáncer de colon. Para esa fecha, Martin Scorsese escribió para el New York Times: “Nunca conocí a Ida Lupino, pero siempre quise hacerlo. Sus complejas y viscerales interpretaciones son bien recordadas, pero sus considerables logros como cineasta han sido olvidados en gran medida. Ella fue una verdadera pionera”.
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