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¿Por qué amamos a Jane Fonda?

Acaba de ser portada de Vogue Polonia y podríamos hablar de lo maravillosa que se ve a sus 83 años. Y seguramente ella también haría ese comentario frívolo porque, feminista y todo, reconoce que aún necesita la aprobación de los hombres. Pero la queremos porque es capaz de auto criticarse; porque alzó la voz contra la guerra de Vietnam; porque hoy grita fuerte para que se escuchen los peligros del cambio climático y porque no tiene miedo a irse presa si es necesario. Porque es bella. Bella de verdad.

La guerra de Jane Fonda es haber estado siempre en contra de las guerras. En especial en contra de la guerra de Vietnam. Arriesgó su carrera porque estaba convencida de que era necesario parar los bombardeos. No iba a transar sus principios. Viajó a Vietnam en 1972, recorrió varias zonas del país con las tropas “enemigas” y, en un programa de radio, criticó a su país por bombardear áreas campesinas.

Y la gota que rebasó el vaso de los defensores de la guerra fue una foto en la que se la veía sentada, rodeada de periodistas y soldados, en una batería antiaérea que los vietnamitas usaban para derribar los aviones estadounidenses.

Lo menos que le dijeron fue “traidora”.

Si bien Jane ha dicho que, cuando se dio cuenta del significado de esa imagen, pidió que no la publicaran, no la escucharon. Ella, cree, fue utilizada por los vietnamitas que estaban en el momento de ese disparo de flash. De todas formas no se arrepiente de haber estado en contra de la guerra.

Luego estuvo en contra la guerra de Irak. Y recientemente “le declaró la guerra” a Donald Trump. Jane siempre dice lo que piensa.

Y, además, se declaró feminista cuando prácticamente ninguna de sus compañeras actrices lo hacía. Pero también es una mujer contradictoria. Y eso es maravilloso también en ella.

En una reciente entrevista a revista Grazia dijo: “Te voy a decir la verdad absoluta. Pensé en esto el otro día: si voy a estar en una reunión de Zoom y sé que habrá un hombre, incluso si voy al médico y es un chico, me siento avergonzada incluso de admitir esto, pero presto un poco más de atención a mi apariencia que si fuera una mujer”.

Y siguió sincerándose: “Me convertí en adulta en la década de 1950 y es sólo parte de mi ADN querer que los hombres me encuentren atractiva. Probablemente me sentiré así en mi lecho de muerte (…) Lo hago porque necesito sentir que ellos piensan que soy atractiva. No me refiero a sexy, me refiero a verse bien para mi edad (…) Los chicos me dicen, ya sean médicos, peluqueros o lo que sea, que otras personas dicen: ‘Dios mío, tú ¡Conoces a Jane Fonda!, ¡¿Cómo es ella?!’ Quiero que digan: ‘se ve bien para su edad’ ”.

La ambientalista

Desde hace varios años, Jane es una gran ambientalista: no come carne roja, maneja un auto eléctrico, no utiliza plásticos desechables y tiene paneles solares en su casa.

Pero eso no era suficiente para ella. Después de leer el último libro de Naomi Klein sobre la emergencia climática, sintió que necesitaba hacer mucho más. “Tuve una epifanía sobre el estado del planeta que me hizo tomar la decisión de mudarme a Washington y que me cambió la vida. No creía que eso pudiera ocurrirme a mi edad, pero así fue y no pienso echarme atrás”, contó en sus redes sociales.

Y en 2019 se puso en contacto con Annie Leonard, directora ejecutiva de Greenpeace USA y le dijo que se mudaría a Washington para protestar contra la inacción climática. Así nació Fire Drill Fridays, un movimiento inspirado en los Fridays for Future, de Greta Thunberg, que llama a la desobediencia civil para reclamar un plan de transición ecológica (Green New Deal).

Y así empezó a manifestarse cada viernes a las puertas del Capitolio, acompañada por otras activistas y estrellas como Rosanna Arquette y Catherine Keener, Gloria Steinem y Sally Field. La campaña fue un éxito. Un viernes tras otro, hasta en cinco ocasiones, la policía detuvo a la actriz. Incluso pasó una noche en el calabozo.

Pero la pandemia la obligó a transformar su protesta en un encuentro virtual en el charlaba con otras estrellas combativas, activistas y científicos medioambientales. Pero ahora ha vuelto al ruedo. Ella no se detiene.

El abrigo rojo que normalmente ha usado en las protestas es simbólico. No sólo porque simboliza su lucha o porque es lindo. Sino porque es la última prenda que, según ha dicho, se comprará en la vida (a excepción de la ropa interior, claro).

Por eso, porque su vida es un ejemplo, por su compromiso con el planeta, por su profundidad y por su belleza (en el amplio sentido de la palabra), la revista Vogue Polonia la eligió como su portada de octubre. 

WT

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