POR: Katherinne Hernández, coach de autoconfianza y relaciones
Creo que, como sociedad, afortunadamente ya dejamos atrás la idea de que después de los 30 estamos demasiado grandes para el amor. No estamos demasiado grandes, pero sí “venimos de vuelta”. Hemos vivido por lo menos un par de experiencias y por lo mismo, ya nos vienen con cuentos.
Dejamos atrás la idea de que si estamos solteras “nos quedamos para vestir santos” o de que “se nos pasó el tren”. Y las dejamos atrás porque sin duda nos hemos encargado de transformarnos, de cambiar el concepto de “mujer cuarentona” por el de mujer de los nuevos cuarenta.
Y hoy, quienes ya hemos pasado la barrera de la cuarta década, nos encontramos definitivamente en una parada más clara de quiénes somos, qué es lo que queremos (y lo que no) y sobre todo, qué es lo que no estamos dispuestas a repetir en nuestra historia amorosa.
Porque justamente si algo traemos con nosotras a los 40, ES HISTORIA!
Entonces, la pregunta que surge es, ¿se vive igual el amor a los 40?, ¿será que con tanta vivencia en el cuerpo nos retraemos o nos liberamos como si no hubiese un mañana?, ¿será que, a la hora de abrirnos al amor, hemos bajado nuestros estándares o nos hemos puesto sobre exigentes?, ¿será que la soledad se ha vuelto nuestra mejor compañera o alguien a quien de tanto evitarla, nos lanza de vez en cuando a los brazos del primero que nos diga algo lindo o nos dé un poquito de cariño?
Hay mucho por desmenuzar, pero un buen comienzo creo que es preguntarnos qué historia traemos a cuestas a nuestros 40 y cómo esa historia está interviniendo en nuestra forma de presentarnos ante este amor más maduro.
¿Rupturas, separaciones, desilusiones, fracasos?, ¿o quizás amores locos, apasionados, historias de cuentos de hadas?, ¿o tal vez una exquisita mezcla todo eso junto y más?
Nuestras historias sin duda van moldeando la manera en cómo percibimos el amor, lo que vamos creyendo sobre las relaciones de pareja y sobre quienes somos en el campo amoroso
Revisar lo que hemos vivido es tremendamente importante para entender por qué quizás nos estemos cerrando por completo a nuevas posibilidades de amar, escudándonos en creencias del tipo “no sirvo para el amor”, “soy independiente, no necesito a nadie”, “me he vuelto exigente y nadie cumple el estándar”, etc.
O por qué nos pasamos horas enteras en el scroll infinito de Tinder, saltando de una cita a otra porque “hoy nadie quiere comprometerse” o porque inconscientemente buscamos quedarnos en ese shot de dopamina que nos dan los primeros encuentros apasionados con nuevas personas.
O mejor aún, quizás nos convenga de plano ir a bucear a las profundidades de nuestra historia para ver por qué nos ha costado tanto estar a solas, sin pareja. Porque sabemos que después de todo, no es la soledad a quien tememos, sino nuestra propia compañía la que rechazamos.
El amor a los 40 sí se vive diferente. Pero como en todo, siempre hay elecciones:
-O elegimos vivirlo siendo presa de nuestra historia de fracasos y desilusiones, dejando que ese dolor defina la manera cómo nos vinculamos.
-O elegimos vivirlo poniendo nuestra experiencia a favor de un mayor disfrute, de una entrega más libre y auténtica y de la construcción de un amor más sano, más consciente y con la madurez propia de quienes en la vida….a nuestros 40….ya venimos de vuelta.
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