Con el León de Oro que recibirá en abril durante la próxima Bienal de Venecia, Cecilia Vicuña se instala definitivamente en la élite mundial del arte. Aunque su nombre suena fuerte desde la década de los sesenta, el reconocimiento llega cuando los críticos aseguran que vive su mejor momento. Su exposición en el Tate Modern es comentario obligado en el circuito londinense, al igual que la retrospectiva que presenta en el Museo de Arte del Banco de la República de Colombia en Bogotá. Además, en las próximas semanas su obra llegará al Museo Guggenheim de Nueva York, donde compartirá la sala con un artista icónico: Vasili Kandinsky.
La creadora que vive en Estados Unidos, recibió la noticia cuando visitaba a su madre en Chile y no ocultó su satisfacción.“Es una apuesta por la paz y el arte en un momento de tanta violencia y negación de la humanidad. Apostar por el arte es un acto irracional y es apostar por la belleza total. Además, es la primera bienal en donde las mujeres somos mayoría en la exposición internacional”, declaró, a un diario de circulación nacional, apenas horas después del anuncio del director del evento, Roberto Cicuto.
Poeta, activista feminista, cineasta y artista visual, Cecilia Vicuña irrumpió en la escena artística con el colectivo “Tribu No”, en el que también participaba el poeta Claudio Bertoni. Formada en la Universidad de Chile, ha escrito más de 20 libros de arte y poesía, entre los que destacan “Diario estúpido”, “Kon Kon” y su antología “Cruz del Sur”, publicada el año pasado.
A lo largo de su medio siglo de trayectoria ha abordado diversas temáticas sobre el mundo moderno, la crisis ecológica, los derechos humanos, y los pueblos originarios. Algo que puntualizó la entonces ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, quien destacó que “es un verdadero honor que el mayor evento cultural a nivel internacional reconozca y destaque la trayectoria de esta artista chilena, considerada una de las pioneras del arte conceptual”.
Para el destacado curador peruano Miguel López, encargado de su muestra en Colombia,“sus destellos inventivos –literarios, visuales, performativos o sonoros– han excedido todas las categorías convencionales. Cualquier concepto es “insuficiente para entender o describir el apasionado enmarañamiento que ella teje entre palabra y semilla, entre sonido e hilo, entre ‘quipu’ y sangre, entre cuerpo y tierra, entre basura y cosmos”.
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