Desde la ONG Sinergia Animal, la activista Diamela Covarrubias lucha por disminuir el sufrimiento de los animales explotados por la industria alimentaria, mientras promueve el consumo de productos basados en plantas. “Tenemos que acelerar el cambio por el futuro de las nuevas generaciones”, afirma.
Diamela Covarrubias (31) dice que su pasión por el cuidado de los animales nació en el mismo momento en que hizo su primer rescate. Era el año 2007 y caminaba rumbo al colegio, cuando se encontró con una cachorra de pocos meses en la calle. Decidió llevársela a su casa y bautizarla como Chiquinha. “Ese fue el instante en que empecé a ver a los animales de otra forma, a notarlos, a fijarme en las palomas cojas y la gran cantidad de perros y gatos abandonados que habían en las calles. Me conecté con la vulnerabilidad de los animales y supe que tenía que hacer algo al respecto, entendí que mi camino era convertirme en un agente activo de cambio”, asegura.
Tras involucrarse por completo en los rescates, se sumó a Animalia UC, la organización de su universidad que se hacía cargo de los animales abandonados en el campus San Joaquín. Luego, siguió con los voluntariados en el extranjero, primero cuidando focas en Holanda y más tarde, protegiendo a los manatíes en el Amazonas peruano. “Al tiempo me fui a Barcelona a estudiar un magíster en derecho animal. Ahí entendí cómo el mundo se relaciona con los animales desde el marco legal y las ganas de contribuir al cambio aumentaron. Hoy, tengo claridad absoluta de que tenemos que acelerar las transformaciones que el mundo necesita por el futuro de las nuevas generaciones humanas y animales”.
Desde hace cinco años, Diamela es directora de Relaciones Corporativas de Sinergia Animal, una organización internacional que trabaja en países del Sudeste Asiático y Latinoamérica. La ONG cuenta con una red de más de 4 mil activistas en Argentina, Chile, Perú y Colombia, quienes trabajan con dos focos principales: reducir el sufrimiento de los animales en la industria alimentaria y disminuir el consumo de productos animales, fomentando una “alimentación ética”, basada mayoritariamente en plantas.
Para ella, “no hay manera correcta de comerse un animal que siente y que tiene ganas de vivir, especialmente hoy cuando en el mercado existen cada vez más nuevas opciones alimentarias. En este momento lo que buscamos es reducir el sufrimiento de los animales y motivar a la población a entender que es posible obtener todos los nutrientes que el cuerpo necesita comiendo productos basados en plantas y dejar a los animales fuera del plato. La tendencia va hacia allá y los productores también lo saben, lo que hoy necesitamos es acelerar el cambio para mejorar la calidad de vida de los animales”.
¿CÓMO ESTÁ CHILE RESPECTO A LOS DEMÁS PAÍSES EN CUANTO A REGULACIÓN?
Creo que hemos avanzado mucho en los últimos años con iniciativas como la Ley de Tenencia Animal. Hace poco lanzaron un ranking donde nos ubicaban en el lugar 31, lo cual está bastante bien comparado con los otros países, pero se puede avanzar mucho más. Hoy, una de nuestras acciones fundamentales es conversar con las empresas para que asuman compromisos concretos. Por ejemplo, que sean capaces de entender que los huevos que provienen del sistema de crianza en jaula en batería, el más utilizado en el mundo, es extremadamente cruel”.
EN ESTE CAMINO, ¿CUÁLES SON LOS MAYORES DESAFÍOS QUE ENFRENTAS A DIARIO?
Luchamos contra una industria muy grande y poderosa, pero creemos que es cuestión de tiempo. El desafío permanente es superar un poco esta visión de que lo más importante es el factor económico. Siempre que planteamos este compromiso libre de jaulas, viene el tema de que los huevos son más caros. Claro, son más caros porque las gallinas son criadas en mejores condiciones. Hay que entender que no es sólo el factor económico el que importa a la hora de producir y consumir. Además, existen muchos mitos, yo creo que el más grande es que los animales nacieron para esto y que no hay otra forma de alimentarse.
Todo lo que ocurre en los océanos es otro de los focos de acción de Sinergia Animal. “Como los peces son tan distintos a nosotros fisiológicamente, no tienen nuestras mismas partes del cuerpo y no emiten sonidos que podamos oír, es más difícil que les tengamos empatía. Pareciera que no son capaces de sufrir como el resto de los animales y son de los más explotados. Se les cuenta en toneladas y no individualmente como el resto. Eso es una forma de especismo. Necesitamos protegerlos, especialmente en Chile por el tema de la industria salmonera”, puntualiza. Con todo, Diamela es optimista frente al futuro. “No se trata de que las personas se vayan a convertir en veganas de un día para otro. Cada uno tiene sus procesos, si alguien quiere demorarse cinco años en hacer toda la transición o nunca hacer la transición y dejar de comer carne sólo los martes, es igual de valioso y va a tener un impacto positivo para el planeta”.
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