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A la conquista de la igualdad

Mujeres de ayer y hoy comparten su visión sobre el largo camino que han tenido que seguir para consagrar sus derechos. Un recorrido de luchas y discriminación, plagado de verdaderas heroínas anónimas cuyo espíritu libertario inspira hoy a niñas, adolescentes y jóvenes.

“No se nace mujer, se llega a serlo”, dijo Simone de Beauvoir  en su famoso libro El segundo sexo. Y es que el periplo de las mujeres ha sido de históricas luchas, rebeldías, avances y retrocesos en su largo camino hasta llegar donde están hoy. En Chile, la conquista de su libertad comenzó a construirse con el famoso decreto Amunátegui, que en 1887 abría el acceso a la educación para las mujeres. El Estado se comprometía a construir liceos para niñas y rápidamente se vieron los resultados: sólo años después, Eloísa González y Ernestina Pérez se convirtieron en las primeras chilenas en obtener el grado de bachiller en Filosofía y Humanidades. Luego vino el que quizás fuera el más importante de todos, el derecho a votar, en marzo de 1949. En palabras de Elena Caffarena: “No porque sea en sí el más importante, sino porque lo considero el instrumento, la llave para conseguir las demás reivindicaciones. El voto permitirá a las mujeres estar presentes en el laboratorio de las leyes, influir para modificar las que cercenen nuestros derechos o limiten nuestras posibilidades”.

Las mujeres se empezaron a reunir en diversos partidos políticos y movimientos sociales y aparecían revistas como “Acción femenina”, que sostenían en sus páginas: “El feminismo no desea violencias. La mujer moderna no pide nada injusto ni abusivo. Queremos que se conozca a la mujer como algo más que un objeto de lujo y placer”. Ya en los 90’ se crea el Servicio Nacional de la Mujer, se modifica el Código del Trabajo prohibiendo condicionar la contratación al embarazo y se otorgan derechos al servicio de sala cuna, entre varios otros. Y más recientemente, la igualdad salarial y la paridad de género en las instituciones públicas.

En noviembre próximo, Juanita Barros Orrego cumplirá 100 años y con razón, siente que ya lo ha visto todo. Viuda de Carlos Dittborn, uno de los organizadores del Mundial de 1962, con sus palabras transporta al Chile del siglo pasado, cuando aparecieron los primeros signos de organización femenina. “Cuando apareció el Club de las Señoras, por ahí por los años 20’, los hombres lo miraron como una revolución femenina. Yo alcancé a verlas, se hablaba mucho de ellas, había personajes importantes como Elena Caffarena, que en ese tiempo ya hablaba de que las mujeres están al mismo nivel que los hombres”, dice. “En el aspecto legal estábamos muy disminuidas, no había derechos y no se podía tomar decisiones económicas sin el marido. Eso nadie lo cuestionaba, era natural”.

A pesar de eso, Juanita dice que el hecho de enviudar en 1962, el mismo año en que se disputó el mítico encuentro deportivo organizado por su marido; la impulsó a mirar desde otra perspectiva el funcionamiento de nuestro sistema. “Como me dediqué a manejar mi casa, la educación de mis hijos, no me tocó enfrentarme a ninguna situación a la que tuviera que rebelarme, porque era yo quien mandaba y siempre busqué ser justa”. Desde su mirada, el avance de las mujeres en el mundo laboral ha visibilizado muchas necesidades. “Lo bueno es que la mujer se posicionó, ya no es dependiente del marido. Tiene su independencia y puede construir su propio destino, antes eso no estaba reconocido. Claro que eso es interpretado como una amenaza por algunos hombres. Siento que hay una pérdida de respeto hacia la mujer y por eso se ven las atrocidades y los abusos que se ven tanto hoy día”, reflexiona.

En Chile al igual que en el resto del mundo, el movimiento feminista ha cobrado una fuer za inusitada que se ha manifestado en multitudinarias manifestaciones. “Hoy las jóvenes se toman las calles, reivindican las demandas que hace muchos años estamos enarbolando las mujeres, pero con mucha más fuerza, con nuevas formas de organización y sobre todo con nuevas propuestas en la forma en la que se movilizan. Es notable lo que han hecho”, define María Estela Guzmán (71), académica universitaria que acaba de jubilarse. “Esa solidaridad de género a la que le dicen ahora sororidad antes era muy poco habitual, ahora veo que las mujeres ya no se ven tanto como enemigas, lo cual también se entiende porque entraban a competir un poco con la lógica masculina, pero eso va quedando atrás. Ahora el tema es como hacemos parte de esta gran revolución a los hombres”.

Según explicó Alondra Carrillo, vocera de la Coordinadora 8M en Chile, hay sectores que entienden que el feminismo es de mujeres y para mujeres, pero “también hay otros que concebimos que el feminismo es una potencia de transformación que nos atraviesa a todos”.

Esa es la idea que comparten las nuevas generaciones al igual que el reconocimiento a esas grandes mujeres que llegaron incluso a arriesgar su vida. Michelle Dantz, abogada, 24 años, activista feminista y conductora del podcast “Dosis de refuerzo”, es una convencida de que la fuerza femenina ha acelerado los cambios. “Siempre es importante agradecer a todas aquellas que lucharon por nosotras, son ellas las que permitieron que obtuviéramos una base importante de nuestros derechos actuales. Les diría también que no nos rendimos, que seguimos luchando y que son una inspiración para que no bajemos los brazos. No las vamos a decepcionar”, explica. “Las nuevas generaciones tenemos el rol fundamental porque debemos proteger constantemente los derechos que hemos ganado. En ese sentido hay una frase de Simone de Beauvoir que lo explica de forma sencilla: ‘No olvidéis nunca que bastará con una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres se cuestionen. Estos hechos nunca son adquiridos, deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida’”.

En esta misma línea, Francisca Hughes, estilista de 22 años, confiesa que “no sabía que era feminista, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que había conductas para hombres y para mujeres”. Hughes pertenece a la Generación Z, a los nacidos después de 1994, una generación que, a pesar de haber llegado con muchos de los derechos ya conseguidos, no baja los brazos. “Tenemos que seguir honrando la lucha de muchas mujeres a lo largo de la historia. Además, hay mucho camino por recorrer aún, se está avanzando, pero todavía queda mucho camino por recorrer. ¡Hay muchos micro machismos que desterrar!”.

GENERACIÓN Z AL FRENTE

A pesar de ser una lucha intergeneracional, la Generación Z (nacidos entre 1994 y el 2000), ha tomado la posta en la lucha contra el feminismo. Es la generación más nueva después de la Generación Alpha, nacidos desde 2010 en adelante. Defensoras de la igualdad de género, viajeras, seguidoras de variadas influencers, tecnológicas, con un gran manejo de las redes sociales y más artistas que deportistas. Se califican más como emprendedoras y la mayoría cree que no necesariamente tienen que sacar una carrera universitaria para alcanzar el éxito profesional, entre otras características. Se estima que representan casi el 25% de la población mundial actual.

“Creo que la gran diferencia que vemos ahora es cuantitativa: el número de mujeres que se identifican como feministas y que llevan a cabo acciones es muy amplio, muy numeroso, estamos frente a un movimiento masivo”, dice María Paz Meza, psicóloga clínica con enfoque de género. “Hay una importante participación de mujeres de nuevas generaciones, de enseñanza media o universitarias. Están actuando y es algo que antes no se manifestaba tanto. Hoy ya hay niñas pequeñas que no se van a dejar agredir y son las que tienen la llave para cambiar al mundo”, cierra.

Por: Juan Pablo Arévalo

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