La importancia de conocerse y no normalizar los cambios son dos claves para enfrentar la llegada de una enfermedad que remece la vida por completo.
Anualmente en Chile se diagnostican más de 5 mil nuevos casos de cáncer de mama, según proyecciones realizadas en 2020 por el Observatorio Global del Cáncer (Globocan). Si bien la mayor incidencia y mortalidad se concentra entre los 50 y 69 años, en el último tiempo la cantidad de casos en menores de 40 años ha registrado una importante alza.
Para la Dra. Verónica Toledo, cirujana oncóloga de mama de Fundación Arturo López Pérez (FALP), “estamos viendo la presencia de cánceres bastante agresivos, lo que ha derivado en que se estén desarrollando estudios relacionados con la alimentación, el sedentarismo y consumo de tabaco y alcohol como factores que podrían estar detrás de esta tendencia. Existe una impresión clínica, aún no está científicamente comprobado”.
En este sentido, la especialista explica que en este tipo de casos, el cáncer de mama tiene una forma de presentación diferente a una mujer adulta y “nos enfrentamos a la presencia de enfermedades tumorales o de ganglios agresivas, que son palpables, grandes y de rápida progresión. A esto se suma que, por edad, ellas no están dentro del rango de la mamografía, por lo que su diagnóstico clínico con el especialista es fundamental para la indicación de pruebas que confirmen a la brevedad el diagnóstico y así poder iniciar el mejor tratamiento.”
En más del 90% de los casos, lo común es que las pacientes recurran a un ginecólogo y no a un especialista en mamas, lo que en algunos casos puede ser contraproducente. “A veces el ginecólogo se ve sorprendido por esta patología debido a la edad de la paciente. Así es que la primera enseñanza sería decirles a las mujeres jóvenes que, si se encuentran una lesión en la mama, consulten; y que además del ginecólogo, también evalúen la opinión de un especialista en el tema”.
Testimonios, el camino de quienes le ganaron al cáncer
Karina Rivera, “Todos tenemos dos vidas”
A sus 33 años, Karina Rivera soñaba con convertirse en madre. Al tiempo de dejar de tomar las pastillas anticonceptivas, notó un bulto en su mama izquierda, el que de a poco comenzó a crecer hasta generarle una serie de molestias. Preocupada y convencida de que su cuerpo la estaba alertando, visitó a cuatro ginecólogos distintos. Todos la enviaron a hacerse una ecografía mamaria y coincidieron en el diagnóstico: fibroadenoma mamario, un nódulo sólido de carácter benigno.
A pesar de que todos los especialistas coincidían en un buen diagnóstico, ella sentía que algo no andaba bien, por lo que decidió visitar a un nuevo especialista para pedirle que le hiciera una mamografía, examen que anteriormente se le había negado por su edad y su ausencia de antecedentes de cáncer de mama directos en su familia. Ahí empezó su calvario. “Mientras había iniciado mi periodo de campaña para ser mamá, la mamografía anunciaba Birads 5. Es decir, que tenía un 90% de probabilidades de tener cáncer de mama. Mi mundo se paralizó y me sentí como en una película, donde todo pasa en cámara lenta, las personas te hablan pero no escuchas nada porque estás como en otra dimensión”, recuerda.
Aunque sintió mucho miedo, nunca pensó que el diagnóstico la llevaría a la muerte. Frente a sus familiares y amigos les decía que estaba bien, pero en silencio la pena la invadía. Tras los exámenes, que desecharon la presencia de metástasis en otros órganos, inicio su tratamiento que incluyó quimioterapia, cirugía y radioterapia. Un año después de terminar, el cáncer volvió a aparecer y fue en ese momento en que decidió realizarse una mastectomía.
Hoy, a cuatro años de la remisión de su enfermedad, Karina reflexiona: “Me di cuenta de que tenemos dos vidas, y que la segunda empieza cuando te das cuenta de que tienes sólo una. Confirmé en primera persona que la vida es muy frágil, y puede cambiar en un segundo. Aprendí que no puedo controlar todo, me separé y cambié muchos hábitos estresantes. Solté muchas responsabilidades que no eran mías”.
Carolina Bravo, “Se puede salir adelante a pesar de todas las dificultades”
“Como no había antecedentes de cáncer de mama en mi familia, jamás me imaginé que podía darme a mí”, dice Carolina Bravo (33) cuando recuerda el momento en que descubrió un bulto en su mama. “De verdad, sentía que no tenía de qué preocuparme y creo que eso les pasa a muchos, no entender que esto puede pasarle a cualquiera”.
Tras su diagnóstico en 2013, comenzó entonces a atenderse con el doctor Badir Chahuán, cirujano del Equipo de Mama del Instituto Oncológico FALP, quien la intervino tres veces: primero para extirpar el tumor maligno y luego para reconstruir su mama y simetrizar la mama contralateral. Además, su tratamiento también incluyó ciclos de quimioterapia durante un año y después radioterapia.
“Lo peor fue la caída del pelo, porque lo tenía largo. Me lo fui cortando de a poco y tuve que acostumbrarme a estar peladita. Al principio usaba turbante, gorrito, pero me vino un bajón. Como a los tres meses me regalaron una peluca y ahí como que volví a la vida, me la ponía y salía para todos lados con ella”, relata. “Trataba de disimular. Toda mi vida he sido alegre, a pesar de los obstáculos que he tenido, nunca me permitía llorar. Siempre busco el lado positivo de las cosas y pienso que si me tocó a mí fue porque soy una persona fuerte. Mis amigas me dicen que ellas no habrían sido capaces”
Para ella, el cáncer de mama le regaló una nueva mirada y postura ante la vida: “Si antes la gozaba, ahora lo hago más, pero sanamente: me cuido, hago deporte, leo porque me relaja, trato de comer sano, y cuento mi historia. Siempre le digo a la gente que no tiene que tenerle miedo al cáncer, que no es sinónimo de muerte. Siempre dije que esto no me la iba a ganar, quería demostrar que se puede salir adelante a pesar de todas las dificultades.”
Francisca Contreras, “Conocerse es fundamental para actuar a tiempo”
“Las mujeres jóvenes no estamos consideradas en las políticas públicas relacionadas con el cáncer de mama, pues la mamografía es gratuita después de los 50 años. Pero es importante que cada una sepa su realidad, la edad no debe ser una guía y todas deben saber que las mamografías son insustituibles, más aún si existen factores de riesgo. Esto es una carrera contra el tiempo”, reflexiona Francisca Contreras. Apenas tenía 27 años cuando el cáncer apareció en su vida y el impacto fue tal que la convirtió en una activista de los derechos de la salud de las mujeres.
“Si bien consulté oportunamente, el tumor tenía un índice de proliferación muy alto”, rememora. A pesar de tener antecedentes familiares, reconoce que nunca pensó que se vería enfrentada a esta enfermedad, en gran parte porque llevaba una vida muy saludable, no fumaba ni tomaba y además era full deportista. “El tratamiento fue heavy, quimioterapia, radioterapia, luego cirugía. Mi cáncer era sensible a las hormonas, por lo que debo estar de por vida con tratamiento de hormonoterapia. Se me cayó el pelo, las cejas y, de hecho, me tatué las cejas”
Pero su historial de tratamiento es aún más extenso. “Tengo cinco cirugías de reconstrucción. En mayo de 2015 me practicaron una tumorectomía, y luego una mastectomía del lado derecho (que tenía cáncer). En 2017, vino la mastectomía de la izquierda, que fue preventiva”, cuenta. Las cirugías continuaron en 2018, con la extirpación de sus ovarios para apoyar un nuevo tratamiento al que se estaba sometiendo a base de ciclinas, y que precisamente sólo se aplica en mujeres con menopausia.
En todo este camino, participó activamente de procesos asociados al Plan Nacional del Cáncer que sirvieron para avanzar hacia la promulgación de la primera ley de este tipo dictada en Chile. “Tenemos que avanzar en las tareas de prevención y garantizar el acceso a los últimos tratamientos”, subraya.
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